31.8.16

C3


Después de pasar las dos últimas horas con Ema debería haber supuesto que su hermano viviría en una casa como esta. Ya al subirme a su auto, del cual no sabía el modelo pero estaba segura de que costaba más que mi casa, una sensación de inseguridad se había asentado en mi estómago. Pero ahora, ahora solo deseaba estar de vuelta en el dormitorio…
El chico al que estaba abrazando Ema era realmente, pero realmente, como esos protagonistas de películas para adolescentes. Ni siquiera lo podía ver bien porque su hermana le cubría medio cuerpo pero ese era justamente el punto. Ema era alta como yo, que por ser mujeres no debía ser considerado poca cosa, pero el ya le doblaba el ancho con su espalda y le sacaba al menos una cabeza. Sus ojos se habían cruzado con los míos por apenas dos segundos y había bastado solo eso para remarcar el celeste, casi gris, que de ninguna manera podía ser natural…
-          Hola, soy Simón, amigo del hermano de Ema y, por consiguiente, su amigo también.
Totalmente sorprendida miré al chico que había dado un paso hacia mí. De los nervios no lo había visto antes, pero era tan o más lindo que el hermano de Ema… si es que eso era humanamente posible.
-          Hola. – dije con la voz ahogada. Nunca había sido buena hablando con chicos – Soy Oriel, la nueva compañera de Ema.
-          Oriel… - sonrió. Tenía la dentadura tan perfecta que me recordó mi pequeña montura en las paletas. – Me gusta.
-          Gracias. – sonreí de vuelta e inmediatamente sentí mis mejillas prenderse fuego de la vergüenza. Y eso que ni siquiera estábamos teniendo una conversación real.
-          ¿No es encantadora? – dijo Ema una vez que soltó a su hermano.
-          ¿Encantadora? – preguntó Simón – Bueno, no es esa la primer palabra que se me cruza al verla pero sí, puedo decir que lo es.
-          Me parece un poco perturbador que los dos hablen de la chica como si no estuviese presente. – la voz masculina me puso nerviosa – Por cierto, soy Samuel, Sam. El hermano de Ema.
Ya sin poder evitarlo miré al chico que estaba frente a mí.
Hermoso era un adjetivo que no calificaba porque Samuel era esos chicos que ni en un millón de años mirarían a chicas tan sencillas como yo pero que definitivamente valían la pena desperdiciar uno o dos sueños. Sonreía mostrando su dentadura también perfecta y me miraba con interés; pero con ese interés que denota confianza más que otro tipo de sentimiento.
Me resultaba vagamente familiar pero estaba segura de que no lo conocía así que solo le devolví la sonrisa e hice un asentimiento.
-          Me alegro de conocerte, tú hermana no dejo de hablar de vos en todo el camino.
-          ¿Enserio? – miró a Ema con tanto cariño que me hizo anhelar, y no por primera vez, tener un hermano – Espero que solo cosas buenas.
-          Por supuesto que solo cosas buenas – dijo ella con seriedad – Sos de mi familia, insultarte de cualquier forma sería insultarme a mí.
Su hermano rodo los ojos y la abrazo por los hombros. Un poco incómoda por estar mirando lo que parecía una muestra de afecto privada miré al chico que seguía frente a mí.
Simón me miraba con una sonrisa.
-          ¿Estas bien? – la expresión confusa de mi rostro debió decirle que no tenía idea porque preguntaba eso porque enseguida agrego – Hablo de la caída, esta noche cuando entrabas al edificio de las chicas te diste un golpe bien fuerte…
¡Ay diablos!
Mientras el fuego corría de mi cuello hacia mis mejillas finalmente lo recordé. Por eso el hermano de Ema me había resultado tan conocido, había sido el chico lindo que me había ayudado a pararme después de tan penoso espectáculo…
-          Sí, estoy bien. No fue nada.
-          No pareció nada.
Miré al hermano de Ema con seriedad. Hacia un esfuerzo por no reírse de mí y eso me pareció un poco extraño dado que me había ayudado amablemente apenas unas horas atrás. 
-          Pero lo fue. – dije con un encogimiento de hombros.
-          Voy a creer en tu palabra. – dijo Simón – Ahora, chicas, ¿quieren algo para tomar?, porque hace cinco minutos que llegaron y todavía no les ofrecimos nada.
-          ¡Sí! – grito Ema con entusiasmo – Yo quiero algo, pero no se qué así que podes sorprenderme.
-          Sorpresa será – me miró – ¿Y vos Oriel?, ¿queres algo o puedo sorprenderte como a Em?
-          En realidad…
-          Sorprendela. – dijo Ema por mí – Y si sos tan amable de alcanzarnos nuestros vasos a la pista de baile te lo voy a agradecer Simón.
-          Por supuesto.
Con una sonrisa en el rostro, Simón dio media vuelta para perderse entre la gente. Mientras lo observaba alejarse sentí como la mano de Ema se cerraba en mi muñeca para jalarme hacia el centro de la sala.
-          No quiero bailar Ema.
-          Lo sé, pero yo quiero hacerlo y realmente apreciaría que me acompañaras. Nunca me divierto en estas fiestas y significaría mucho para mí hacerlo esta vez.
-          Estas haciendo trampa, dudo que alguien pueda decirte que no cuando pones esa cara.
Ema sonrió y se ubico frente a mí para comenzar a moverse al compás de la música. No era una buena bailarina pero la imité.
-          Es cierto, nadie puede, pero ese es el punto. – Ema suspiró y de repente dejó de bailar – Gracias por acompañarme Oriel, apenas nos conocemos y ya puedo decir que sos de esas chicas.
-          ¿Esas chicas?
-          Esas chicas que valen la pena.
Con una sonrisa genuina Ema tomo mis manos y me hizo dar una vuelta. Reí por la sorpresa y como después no me soltó solo continuamos bailando de forma algo infantil pero tan divertida que no quise detenerme.
Hacía mucho tiempo que no salía, un par de años a decir verdad, y querer estar en casa con mis padres me había consumido tanto que apenas recordaba como socializar. Pero con Ema era sencillo, ella parecía tan decidida a hacer una amiga y yo necesitaba tanto de una que simplemente haría que funcione.
Estaba riendo de una extraña vuelta de Ema cuando pasaron una mano por mi cintura. No soportaba que me tocaran sin mi permiso y menos personas que no conocía así que voltee un poco sobresaltada para encontrarme con un Simón muy sonriente.
-          No pretendía asustarte – dijo mientras me extendía un vaso transparente lleno de liquido amarillo – Para vos.
Tome el vaso con desconfianza mientras intentaba descubrir porque sonreía tanto.
-          ¿Y el de Ema?
-          Su hermano se encargo de ella.
Con un gesto Simón señaló hacia mis espaldas. Voltee para descubrir a Ema bailando con su hermano que no paraba de reír mientras la observaba fascinado. Una punzada de celos me atravesó al verlos juntos. Siempre había querido un hermano, tener a alguien para compartirlo todo...
-          Bueno… gracias.
-          De nada.
Intenté sonreír, pero el chico me ponía tan nerviosa que me limité a mirar el contenido del vaso antes de llevármelo a la boca con desconfianza.
-          No tiene nada, lo juro – volvió a sonreír. Como que comenzaba a darme cuenta de que lo hacía demasiado. – Jamás trataría de envenenar a la amiga de Ema.
-          Bueno – me encogí de hombros – supongo que solo debo confiar en tu palabra.
-          Supongo que vas a tener que hacerlo.
Sin mirarlo a la cara volví a beber y me gire para echar un vistazo a la fiesta que se desarrollaba a nuestro alrededor. La bebida en mi vaso no tenía gusto a alcohol y eso me hizo dudar así que a regañadientes volví a mirar al chico que seguía junto a mí.
-          ¿Qué es esto? – le mostré el vaso con un gesto.
-          Limonada. No le puse una gota de alcohol, por tu expresión supuse que no querrías.
Esta vez fui yo la que sonreí. El chico comenzaba a gustarme. Era observador.
-          Supusiste bien. Gracias.
-          Un placer complacer.
Me reí de su truco de palabras y note que por primera vez me estaba relajando a la hora de entablar conversación con un chico. Esto era bueno, estaba bien y me gustaba.
-          ¿Queres que bailemos?
Bueno, hasta ahí había llegado mi buena suerte. Simón me miraba expectante y yo realmente lamentaba lo que estaba a punto de hacer.
-          No, gracias.
-          ¿Es porque no me conoces? Porque te puedo asegurar que no te voy a hacer nada, creí que el jugo te daría una pista.
-          Lo sé, no es eso – suspiré. Esto era tan humillante. – es solo que no lo hago nada bien y bailar con chicos me pone… nerviosa.
Hubiese esperado que Simón se riera o me mirara como si pensara que quería hacerme la difícil, pero no hizo ninguna de las dos cosas. Se limitó a asentir y a inclinarse un poco más cerca. Me intimidó, pero no me moví del lugar y continué mirándolo a los ojos. Eran de un color turquesa increíble.
-          Me gusta tu honestidad, es valiente y habla de tu madurez, pero opino que lo intentes y me des una oportunidad. ¿Qué decís?
 Y ahí estaba de nuevo, esa sonrisa inmensa que era muy compradora. Tenía que doler sonreír tanto…
-          Está bien, pero no me hago cargo si arruino tu reputación, te advertí que no era buena.
-          Creeme, no hay reputación que cuidar.
Me sorprendió su respuesta, parecía un chico amable y decente, y hubiese preguntado algo si no fuera porque enseguida me tomo de la mano y me ubicó más al centro de lo que funcionaba como pista de baile.
Bailar con Simón era… interesante. Se había dado cuenta casi enseguida que no debía tocarme y me daba espacio, eso me gusto mucho. Me pedía que imitara sus movimientos más ridículos y como a mí me divertía y no me importaba hacer el ridículo porque no conocía a nadie le seguí el juego. Era realmente divertido.
Creo que íbamos por la cuarta canción, lo cual me sorprendía porque había asumido que se cansaría de pasar tanto tiempo conmigo, cuando escuchamos un grito. No me hubiese sorprendido tanto si no fuera porque lo reconocí eseneguida. Ema.
Simón también se dio cuenta porque sin decir una palabra escaneó la sala para buscarla. Había mucha gente, pero él era alto y no necesitaba esforzarse para ver entre los invitados. Comenzó a avanzar por entre las personas que seguían bailando y tomando ignorando la situación y yo lo seguí.
Había sido tan descuidada al dejar a Ema sola para bailar con Simón…
Y mi remordimiento solo crecía a medida que nos acercábamos porque era evidente, por los gritos, que estaba llorando.
Para cuando finalmente los ubicamos la escena no era nada linda de ver. Ema, su hermano y una chica a la que jamás había visto, estaban todos juntos al lado de la puerta del patio. Media docena de personas los rodeaba observando la situación y fue Simón quien sacó a todos los que estaban curioseando para darles privacidad. Quería acercarme a Ema para consolarla pero no éramos tan cercanas y no sabía bien que pasaba como para entrometerme así que me limite a camuflarme en la pared y esperar a que Simón regresara. Suponía que él sabría cómo arreglar esto; en verdad lo esperaba porque Ema comenzaba a gritar de nuevo y más lágrimas comenzaron a surcar sus mejillas.

29.8.16

C2

-          De verdad Sam, no creo que esto sea una buena idea. Tu hermana está por llegar en cualquier momento y ambos sabemos que Ella no es su persona favorita en todo el mundo.
-          Tranquilo Simón, no pasa nada, tengo todo controlado y Ella sabe perfectamente cómo comportarse en presencia de Ema.
Mientras observaba como Ella volvía de la cocina con dos vasos transparentes llenos de un contenido rojo intenso me dije a mi mismo que esto no era en absoluto una mala idea. Sí, tal vez la chica era una completa perra, pero tenía un cuerpo que hacía olvidar cualquier otro detalle y la conocía lo suficie como para saber que valía la pena aguantar su molesto timbre de voz hasta que encontráramos un momento para estar a solas.
-          Acá esta tu vaso Sam.
-          Gracias Ella. – le sonreí como sabía que a las chicas les gustaba y levanté la vista para ver si ya había señales de mi hermana.
La casa que compartía con mi amigo estaba llena de gente y aunque nos sobraba el espacio y los recursos como para dar una de estas fiestas al menos una vez a la semana ya me estaba cansando de tener que aguantar a las mismas personas todo el tiempo. Simón había deslizado la idea de que canceláramos todo y saliéramos a otro lugar por una vez, pero sinceramente tenía más control sobre mi hermana menor encerrada en donde pudiera verla que en un bar lleno de chicos que solo buscarían de ella lo mismo que yo buscaba de Ella.
-          ¿Vamos a bailar?, estoy aburrida.
Mire a Ella a mi lado y tuve que hacer un esfuerzo para volver a sonreír.
Hoy estaba increíble. Con todo ese pelo oscuro bien lacio cayendo sobre sus hombros desnudos y un vestido corto que no dejaba mucho a la imaginación. Tenía una piel preciosa y unos ojos claros que, aunque lucían de lo más inocentes, sabía cómo se ponían cuando estábamos solos. Lástima su voz y lo mala persona que era...
-          No tengo ganas justo ahora, pero podes ir y dar un espectáculo solo para mí.
-          No sería tan divertido si voy sola…
-          Tal vez no – le guiñe un ojo sintiéndome el mayor idiota pero sabiendo que ella lo apreciaría – pero ambos sabemos que te lo compensaría más tarde.
Los ojos de Ella brillaron del entusiasmo y dándome una sonrisa de lo más seductora dio media vuelta para acercarse a la pista.
-          De verdad no sé como haces eso. – dijo Simón a mi lado – Si yo fuera una chica y me tuviera el más mínimo respeto me sentiría una idiota obedeciéndote todo el tiempo.
-          Eso es porque me conoces bien – lo miré – pero ella no tiene la más mínima idea de lo que realmente pienso.
-          Estoy seguro de que no apreciarías que alguien pensara así de Ema.
Completamente asqueado miré a mi mejor amigo con el ceño fruncido. Últimamente estaba hecho un idiota que buscaba hacerme sentir culpable por buscar un poco de diversión cuando el también tenía sus métodos y secretos.
-          Nadie podría tratar así a Ema.
-          Hablando de Ema… - los ojos de Simón se dirigieron al frente y lo seguí. – Llegó y, por primera vez, no vino sola. Esta con una amiga.
-          ¿Ema con una amiga? – fruncí el ceño intentando ver – Eso es nuevo.
Lo era, mi hermana no era de socializar y eso era debido a mí, pero yo no tenía la culpa de resultar tan atractivo para las mujeres… aunque tal vez sí la tenía por provocarlas todo el tiempo.
Mi hermana estaba vestida como siempre, jeans ajustados y una linda remera nueva que seguramente se había comprado en nuestra última visita a casa. Estaba hermosa pero no podía apreciar a la chica que venía con ella porque estaba casi oculta a sus espaldas. Caminaban bien pegadas y por lo que parecía Ema sostenía su mano con fuerza. Realmente no podía joder esto.
Solo podía apreciar que tenía unas piernas más que decentes pero el escrutinio se detuvo ahí porque sabía lo que esto significaba para mi hermana. Si la traía consigo debía comportarme y al menos esperaba que esta vez tuviera más sentido común eligiendo con quien relacionarse.
-          Increíble, no puedo creer que haya venido con alguien. – dijo Simón.
-          Lo sé, es todo un paso en nuestra relación.
Mi mejor amigo me miró sonriendo.
-          Lo sé, no lo arruines.
-          No quiero hacerlo así que espero que esa chica sea muy, muy fea.
-          Lo siento, pero ese no es el caso.
-          Entonces al menos voy a asegurarme de que no esté buscando algo acercándose a mi hermana porque si no va a lamentarlo.
Con un nudo en el estómago miré a mi mejor amigo que sonreía mirando hacia mi hermana que ya estaba a unos pasos de nosotros. Era muy probable que Ema no le hubiese dicho a esta chica nueva quiénes éramos así que debía andarme con doble cuidado. Mi hermana verdaderamente necesitaba una amiga.
-          Mierda – dijo Simón con la voz ahogada – es la chica del pasillo.
-          ¿La chica del pasillo?
Simón no pudo contestarme porque justo en ese momento Ema llegó hasta nosotros.
-          ¡Sam!, ¡me alegro de verte!
Nos habíamos visto hacía apenas un par de horas, pero Ema era así de efusiva por lo que cuando abrí los brazos para que ella se arrojara a ellos la chica que venía detrás quedó totalmente expuesta.
Tuve que contener un suspiro al verla. Ahora entendía a Simón, era la chica que se había caído de bruces en la residencia cuando torpemente habíamos abierto las puertas sin mirar. Ella ni siquiera me miraba, estaba demasiado ocupada observando todo a su alrededor, pero cuando finalmente sus ojos se posaron en mí no pude evitar sonreír. Ahí estaban esas mejillas rosadas de nuevo. 

25.8.16

C1

Mientras quitaba las cajas llenas de libros del baúl del auto me pregunté si esto, en realidad, era una buena idea.
No era una persona cobarde ni insegura, pero el hecho de comenzar mi primer año universitario con tres semanas de atraso y más aún con unos avanzados diecinueve me hacía replantear la decisión. El problema era que mamá prácticamente me había obligado a dejarla y por dejarla se había referido a ella y a la ciudad que conocía y en donde había vivido toda mi vida.
No me quejaba, en realidad la ciudad nunca me había gustado y siempre había anhelado comenzar a estudiar lejos, pero lo que no me agradaba ni un poco era dejar a mamá a pocos meses de la muerte de papá y con toda una nueva vida por descubrir.
Ella se había encargado de organizar mi partida alegando que ambas necesitábamos tomar algo de distancia y que sería bueno que cada una creara su espacio, pero aún tenía la sensación de que en realidad todo había sido un acto para mandarme lejos mientras ella se caía a pedazos. La idea era, en realidad, ridícula, pero con mis años desarrollando un sentido del control en el que quería formar parte de todo no podía hacerme a la idea de estar lejos.
Y eso que solo habían pasado unas horas…
Pensando en mamá y en que probablemente debería esperar para llamarla, terminé de bajar las cajas del auto y en una complicada pila que apenas podía mantener en equilibrio caminé hasta el inmenso complejo que funcionaba como sede para estudiantes.
El hecho de que la facultad tuviera residencias había resultado muy provechoso porque aunque había ahorrado mis últimos sueldos como moza en el café más chico de la ciudad la realidad era que no tenía mucho y apenas contaba con tiempo para conseguir un nuevo trabajo.
Estaba tratando de abrir la pesada puerta de vidrio cuando de repente ya no había nada que sostuviera mi cadera y, por ende, caí hacía adelante con cajas y todo. Resta decir que la sensación de caer al vació tan de golpe fue más que desagradable, pero lo que realmente me alteró fue descubrir que no estaba sola. Un grupo de chicos (y si, hablo del sexo totalmente masculino) me miraban desde arriba conteniendo la risa. El dolor de la caída se transformó rápidamente en vergüenza y sentí como toda mi cara se ponía de un tono rojo bermellón.
-          ¡Disculpa! ¿estás bien?, no vimos que había alguien afuera y abrimos la puerta sin mirar…
Uno de los chicos, el único que no estaba esforzándose por no reírse en mi cara, se agachó para ayudarme. Yo sentía que tenía el rostro rojo de la vergüenza y la espalda me dolía del golpe que me había dado pero haciendo el mayor esfuerzo por no hacer una mueca de dolor tomé la mano que me extendía y me incorporé de un salto.
-          Estoy bien – logré balbucear mientras me recuperaba de la vergüenza y la sorpresa. – no fue la gran caída.
-          En realidad – dijo uno de los que no se molestaba en ocultar la risa – se vio muy fuerte, ¿segura que estas bien?
-          Sí, estoy bien. Gracias.
El chico que me había ayudado a levantarme, que por cierto era realmente lindo con todo ese pelo oscuro y ojos claros, había juntado mis cosas y me las extendía mientras yo me había ocupado de arreglarme la remera que se había subido unos cuantos centímetros al caer.
-          ¿Segura que estas bien?, te caíste fuerte y…
-          Estoy bien – lo corté. Parecía preocupado pero su escrutinio me ponía nerviosa y lo alto que era me intimidaba. – Gracias.
Y al tiempo que le arrebataba mis cosas de las manos desaparecí casi corriendo por el pasillo y doble en la esquina para perderlos de vista. Escuché risas y murmullos alejarse y cuando finalmente el golpe de la puerta me aseguro que se habían ido solté un profundo suspiro. Este comienzo no podía ser un buen augurio.
Jamás había sido buena para interactuar con el sexo opuesto y sabía perfectamente que teniendo la piel casi transparente seguramente había parecido un tomate al fuego mientras los ojos de aquel chico me observaban. ¡Vaya vergüenza!, ¿no podía el destino simplemente matarme o enterrarme en un profundo agujero en donde nadie pudiera verme mientras vivía?
Pensando en las posibilidades recordé a mamá. Tal vez pedirle eso al destino no era tan buena idea. 
Divagando en mis pensamientos retorcidos había perdido la orientación, por lo que tuve que retroceder para llegar a mi nueva habitación.
Se escuchaba música desde adentro así que decidí golpear en lugar de usar la llave que me habían enviado por correo. Mi nueva compañera no tardó en abrirme, pero para cuando finalmente lo hizo tuve que hacer un gran esfuerzo por contener la risa. Estaba a medio vestir y tenía una mueca de confusión que contorsionaba lo que ya podía deducir como un bello rostro.
-          ¿Buscabas a alguien? – me pregunto con un tono que me recordó mucho a una de las chicas súper poderosas. No sabría especificar a cual.
-          No a alguien, sino algo. Esta es mi nueva habitación.
La comprensión enseguida llego a su rostro y con una gran sonrisa que parecía genuina se hizo a un lado para dejarme pasar.
-          ¡Sos mi nueva compañera! – dijo con emoción mientras yo entraba – me estaba preguntando cuando llegarías pero como golpeaste no imagine que fueras vos.
-          Entiendo – sonreí – pero imagine que sería grosero entrar sin llamar la primera vez cuando es que nadie nos había presentado.
La chica sonrió ampliamente al tiempo que se dejaba caer en una de las dos camas que estaban ubicadas en un rincón de la amplia habitación que funcionaba como mono ambiente.
-          Ya me caes bien. Eso es muy amable de tu parte. – dijo – Mi nombre es Ema, pero todos me dicen Em. ¿El tuyo es…?
-          Oriel. – deje las cajas sobre la cama desocupada y voltee para poder mirarla a los ojos.
Ema estaba recostada sobre la pared y tenía las piernas extendidas en su cama. Todo su sector estaba repleto de colores y no pude dejar de notar que también había mucha ropa esparcida por el piso de la habitación. Su tocador estaba lleno de perfumes y maquillajes; solo deseaba que no fuera de las que se levantaban tres horas antes para plancharse el pelo o bañarse en maquillaje porque yo apreciaba mucho un buen descanso.
Era atractiva, realmente linda con todo ese pelo castaño natural y la piel inmaculada, pero a juzgar por los productos de Neutrogena que divise en un rincón también dedicaba mucho tiempo al mantenimiento de su piel. Era todo lo que una chica debía ser pero yo nunca había sido.
-          Oriel… me gusta, tiene estilo. Sos la primer Oriel que conozco.
-          Me imagino… - balbuceé, no era la primera vez que me decían eso.
-          Y, ¿de dónde sos?, ¿venís de muy lejos?, por tu piel puedo imaginar que de ningún lugar con mucho sol… ¿Cómo haces para tenerla así?, siempre me gustó la piel bien pálida pero la verdad es que teniendo en cuenta mi descendencia es prácticamente imposible que me hubiera tocado una.
Mientras sacaba las cosas de mis cajas y comenzaba a buscar las sábanas para tender la cama que estaba limpia en el costado izquierdo de la habitación, Ema siguió hablando. Me hacía cientos de preguntas pero como no me daba tiempo a contestar ninguna simplemente la deje hablar sola. No me molestaba el hecho de que no me esperara para responder algo porque podía notar que solo estaba nerviosa y apreciaba mucho el hecho de que siquiera se tomara la molestia de hablarme.
-          Mi papá tiene la piel mucho más clara que mi mamá, pero yo salí a ella mientras que mi hermano se parece más a él. La verdad que es una total injusticia porque si me preguntas a mí una chica puede lucir mucho mejor una piel bonita que un chico…
-          No lo sé – dije sonriendo mientras tendía la cama – siempre me pareció importante que un chico tuviera la piel linda. En la secundaria eso parecía ser importante sobretodo porque no era muy común.
Ema rió y se levantó para acercarse a ayudarme. Le sonreí mientras tomaba las puntas de mi frazada y las extendía del otro extremo.
-          Realmente me caes bien. Y sí, tenes razón, yo también apreció la piel inmaculada de un chico. ¿Tenes más cosas afuera?
-          Sí, pero no voy a buscarlas hasta mañana. Tengo todo lo que necesito para esta noche conmigo.
-          Perfecto, ¿eso incluye algún atuendo para salir?
-          ¿Salir?
Ema me miró con seriedad y asintió mientras volvía a acercarse a su cama. Sin mirarme agarró un vestido que ni siquiera había visto de entre la pila de ropa y volteó a verme.
-          Si no tenes puedo prestarte esto. Estoy segura de que somos de la misma talla y se vería muy bien con tu color de piel.
No sabía que tenía esa chica con los tonos de piel, porque el mío era muy pálido como para parecer interesante, pero negué y me senté para comenzar a sacarme los zapatos. Necesitaba una ducha.
-          Realmente te lo agradezco, pero no voy a salir esta noche. Estoy agotada y aunque creo que vamos a ser muy buenas amigas me parece demasiado pronto como para estar socializando.
Ema frunció el ceño y se acercó para mirarme más de cerca. Con o sin productos de limpieza o maquillaje la chica era muy linda. Inmediatamente me encogí insegura.
-          Nunca es muy temprano para socializar y mi hermano da una fiesta a la que no puedo faltar. Por favor, acompañame.
-          ¿No tenes otras amigas con las que ir? – la pregunta era brusca, pero tal vez si me mostraba un poco más dura dejaría de presionarme.
-          La verdad es que no. – sus ojos se achicaron hasta parecer dos rendijas y me miró con una expresión que hubiera dado pena a cualquiera. – Me cuesta mucho hacer amigas de verdad debido a… bueno, eso no importa – sacudió la cabeza y volvió a sonreír – por favor, acompañame, no quiero ir sola de nuevo.
Ema me miró como si fuera un cachorrito y aunque sabía que iba a arrepentirme no pude decirle que no. Necesitaba hacer amigos y comenzar a actuar de forma normal cuanto antes.
-          Está bien, vamos a ir, pero solo un rato y deja que me duche antes. Hice un viaje de nueve horas para llegar y realmente necesito relajarme.
Los ojos de Ema brillaron como dos luceros y aplaudió con tanto entusiasmo que no pude evitar reír.
-          ¡Genial!, pero eso me recuerda que nunca contestarse mi pregunta, ¿de dónde sos?...
Mientras Ema parloteaba sin respiro, algo a lo que ya me había acostumbrado y apenas la conocía de hace cinco minutos, tome la mochila en donde guardaba los productos del baño y me metí dentro. Por suerte la habitación que teníamos disponía de uno aunque era muy chiquito.
Aunque cerré la puerta y abrí la ducha Ema no paro de hablar y mientras me enjuagaba el pelo no pude evitar sonreír. Tal vez esto no sería tan malo después de todo. 

23.8.16

Después de un viaje de tantos años finalmente vuelvo mi coco para ofrecerte otra parte de mi.
Lista para empezar a jugar de nuevo. Esta noche nos volvemos a encontrar.
Con cariño, tu dueña.