28.2.17

Historia2 C7

La cena había transcurrido tranquilamente, ni Guillermo ni Luca se dieron cuenta de que algo pasaba, pero no estaba segura de poder aguantar mucho más y eso representaba un problema porque a Guille le había surgido un reemplazo para la banda de uno de sus compañeros que tocaba en apenas unas horas y se había quedado sin baterista.
No era que no me alegrara por él, mi mejor amigo amaba tocar y era feliz cada vez que se subía a un escenario, pero por mucho que yo también disfrutara al verlo en acción el dolor en las costillas estaba aumentando y sabía que si no descansaba en unas horas solo empeoraría.
-          ¡Esto es increíble! – decía Guille mientras pedía la cuenta – no puedo creer que así, de la nada, esta noche voy a tocar con una banda. Es genial, ¡tan genial!
-          Lo sé – Luca le sonrió y tomo su mano por sobre la mesa – estoy tan o más emocionado que vos…
-          Lo dudo. – Guille pego un grito que llamo la atención de media docena de mesas que nos rodeaban - ¡¡Esto es increíble!!
Mi mejor amigo me miró, buscando una reacción por mi parte, pero su sonrisa se borro inmediatamente.
-          ¿Qué te pasa? – me preguntó - ¿Por qué no estás festejando?
-          Lo estoy haciendo. Por dentro estoy saltando de emoción. – y eso era totalmente cierto – Solo que estoy así porque no voy a poder ir, tengo que estudiar para historia y…
-          ¿Estudiar? – Luca me miró sorprendido.
-          No, no podes dejar de ir a verme. Nunca faltaste a ninguno de mis conciertos.
-          Lo sé, pero esta vez estoy complicada y…
-          No me importa, siempre fuiste a todas mis presentaciones, siempre estamos juntos…
Guillermo me miró con los ojos llenos de lágrimas y aunque sabía que estaba fingiendo me resigne. Era todo un actor de novela y yo seguía siendo muy débil a su encanto como para negarme.
-          Tenes razón. – sonreí ampliamente – Voy a ir con ustedes, no puedo perderme el show por nada.
-          ¡Así se habla! – Guille aplaudió – ahora vamos, quiero estar antes de que se llene el lugar porque necesito ver las partituras con algo de tiempo.
Para cuando llegamos al bar el lugar ya estaba lleno de gente, pero estaban esperando a Guillermo en la puerta así que entramos  rápido. Apenas nos ubicaron en una mesa cerca del escenario Guille se despidió alegando que tenía que ir con la banda para organizar el improvisado espectáculo.
No llegamos a compartir ni un minuto en soledad cuando Luca tuvo el valor de encararme.
-          ¿Estás bien? – me preguntó, serio.
-          Sí, perfecta. – sonreí.
-          Estas pálida y te noto rara. Guille dijo que puede ser por el stress que él mismo te causo esta semana pero yo no estoy tan seguro de que sea eso. ¿Hay algo que quieras contarme?
-          No, nada. – volví a sonreír, esperando que esta vez resultara más creíble – Guille esta en lo cierto, es solo cansancio.
-          ¿Segura?
Dude, era un poco tentador decir la verdad, tener a alguien como Luca que genuinamente quisiera escucharme y pudiese ayudarme, pero la moza nos interrumpió. Dios bendiga a esa chica porque estuve a punto de cometer el error de abrir la boca y con eso exponer al novio de mi mejor amigo a un problema del cual no tenía nada que ver.
-          ¿Merlina? – Luca me gritó - ¿Merlina me estas escuchando?
-          ¿Qué? – lo miré. La moza se había ido. – No, disculpa, estaba pensando en otra cosa, ¿Qué me decías?
-          Te preguntaba que querías tomar pero ya pedí por ambos. Y estábamos conversando antes de que nos interrumpieran, estabas por decirme algo…
-          No, no iba a decir nada.
-          A mí me pareció que sí.
-          Pero no – sonreí – Voy al baño, ¿me esperas?
Luca me miro con desconfianza, pero pasados unos segundos se limitó a asentir y agarró su teléfono.
Estaba a medio camino de la salida, había decidido ir a buscar una farmacia para conseguir algunos analgésicos, cuando un brazo me rodeo por la cintura. Del susto y el dolor pegue un salto y voltee insultando al estúpido que me agarraba sin permiso.

C39

¿En qué diablos pensaba mi hermana al vestir a Oriel de esa forma?
Estaba seguro que lo había hecho apropósito. Aunque Ema no sabía lo que había pasado ente nosotros, conocía a su amiga y seguramente intuía que algo no estaba bien, por eso había hecho que Oriel se vistiera de rojo, mi color preferido cuando de mujeres se trataba. Ellas todavía no me habían visto.
Habíamos llegado hacía apenas unos minutos y las chicas no nos habían notado. Simón estaba en otro mundo, desde que había vuelto a casa así que tampoco podía pedirle a él que se acercara para no quedar desesperado. Por esta vez, como había dicho mi mejor amigo, tendría que hacer el primer movimiento.
-          Vamos, las chicas están por allá… - toque el brazo de Simón y el siguió la dirección de mi mano.
-          ¿Queres que vayamos ya?
-          Si, para eso vinimos.
-          No sé si en este momento es justamente una buena idea…
Mire nuevamente hacia donde estaban las chicas y supe a lo que Simón se refería. Dos chicos se habían acercado y aunque eso ya me había molestado lo peor era que uno de ellos era el hermano de Helena.
-          Si, tenemos que ir. Ahora. Vamos.
Simón se encogió de hombros y me siguió.
Conocía a Pedro porque formaba equipo con nosotros en la Universidad y era justamente por él que había llegado a conocer a su hermana. No me había portado bien con Helena, pero la chica era una perra y en más de una ocasión su hermano había hecho comentarios que daban a entender que el opinaba lo mismo, aunque eso igualmente no era garantía de nada.
Estaba a dos pasos y ya se podía notar como Pedro se inclinaba sobre Oriel y ella, visiblemente incómoda, se encogía para no quedar tan cerca.
-          Chicas.
Mi tono de voz hizo que los cuatro voltearan a verme.
Mi hermana sonrió inmediatamente. El chico que estaba junto a ella, al cual no conocía, se alejó unos cuantos pasos pero Pedro, que seguía muy cerca de Oriel, solo se limitó a sonreír y permanecer en donde estaba. Se estaba buscando un golpe y yo quería golpearlo tanto, tan fuerte, tan…
-          ¿Cómo están chicas? – la voz de Simón me devolvió a la realidad.
Lo mire. Él tenía sus ojos fijos en mí, sabía lo que estaba pensando y quería que me calmara.
-          Ahora que los encontramos mucho mejor.
Después de decir esto Ema saltó sobre los brazos de Simón y eso solo hizo que el chico que había estado intentado acercarse a ella observara la escena con expresión de derrota. Solo Ema, Oriel y yo sabíamos que Simón era como un hermano para Ema, pero era muy frecuente que lo utilizara como escudo cuando alguien la molestaba así que simplemente los dejé. Simón rodeó a Ema en un abrazo y la alejó del grupo.
Centré mi atención en Oriel que, muy astutamente, se había alejado de Pedro y me observaba casi pegada a la pared con ojos asustados. Se veía hermosa, tan hermosa que dolía ser consciente de que era mía… o al menos de que podría serlo.
-          ¿Cómo estas Oriel?
-          Bien Sam, ¿vos?
-          Ahora que te veo mucho mejor. – sonreí. La chica me hacía sonreír como nadie y yo no era en absoluto un chico sonriente.
-          ¿Se conocen?
Pedro nos miró a ambos y aunque la imagen mostraba lo evidente supe que solo quiso incomodarnos. Para mí no era problema contestar a su pregunta, pero sabía que a Oriel le costaba. Ella todavía no entendía que lo que teníamos era serio y este era el momento para dejarlo bien claro.
-          Por supuesto que nos conocemos, Oriel es…
-          ¡Sam!
Dos brazos rodearon mi cuello y una figura que conocía muy bien se pego a mi espalda. Cerré a los ojos y maldije por dentro.
-          Helena, ¿Cómo estás?
Tratando de ser delicado desenvolví sus brazos y me alejé. No tardó nada en ubicarse a mi lado.
-          Muy bien, ¿vos?
-          Bien.
-          ¡Y ahora estamos todos! - Pedro, con una sonrisa, abarcó el grupo.
-          ¿Cómo estas hermanito?
Helena se acercó y beso su mejilla. Cuando notó a Oriel agazapada contra la pared no pudo esconder la expresión de sorpresa.
-          Vos…
-          ¿Ustedes también se conocen? – preguntó Pedro, sorprendido.
-          Claro que sí – los ojos celestes de Helena se oscurecieron y dio un paso hacía Oriel que aunque sabía que quería hacerlo no se movió de donde estaba – esta es la perra que se metió entre Sam y yo. Espero que no intentes nada con m hermano porque desde ya te aviso que él no es para vos.
Si bien la mirada de Oriel había estado fija en Helena, cuando ella terminó su horrible discurso miró a Pedro y, finalmente a mí. Intentaba ocultarlo pero rastros de dolor y vergüenza se filtraban para mí. La furia que sentí al verla así no me sorprendió e iba a decir algo pero fue ella quien rompió el silencio…
-          Yo no me metí entre nadie y no sabía que Pedro era tu hermano, fue él quien se acercó hace unos minutos para saludarnos a Ema y a mí. Ahora, si me disculpan.
Haciéndose un ovillo para pasar entre nosotros Oriel se alejó y se perdió entre la gente. Grité su nombre pero no se detuvo y cuando iba a ir en busca de ella un par de uñas se clavaron en mi brazo…
-          ¿A dónde crees que vas?
Helena.

25.2.17

Historia2 C6

El hielo no estaba haciendo efecto y el moretón violeta que había aparecido sobre mis costillas se estaba agrandando…
No era que me molestara la marca, era que no quería que continuara creciendo porque si no cuando Guillermo me tocara se daría cuenta. Era un golpe nuevo y cualquier movimiento me generaba dolor. Podría intentar zafarme de la cena pero Luca recién llegaba y conociendo al paranoico de mi amigo sospecharía; me conocía lo suficiente como para sospechar.  
Estaba sumergida en mi mundo cuando golpearon a la puerta. Me puse una remera y me levanté de un salto. No sin antes hacer una mueca de dolor, claro.
-          ¿Guille? – pregunté.
-          No, Simón, ¿podes abrir la puerta por favor?
¿Simón?, ¿Qué Simón?
Estaba a punto de preguntar cuando recordé el episodio de esta mañana. Solo que no podía tratarse de ese Simón…
-          Soy el chico que conociste esta mañana. Podes abrirme, no soy peligroso.
Suspiré. El chico era un poco idiota, no podía esperar que porque él se autodefiniera yo creyera que en realidad no constituía una amenaza, pero de todas maneras abrí la puerta.
¿Ahora quien era la idiota?
-          ¿Qué haces vos acá? – entorne un poco la puerta de mi cuarto y salí afuera. Encontrarme con esos ojos turquesa me impactó nuevamente - ¿Me estas siguiendo?
El chico sonrió.
-          Seguir no es la palabra correcta, pero después de nuestro primer encuentro averigüe en donde vivías porque me quede preocupado. ¿Cómo estás?
Cerré los ojos un segundo y maldije por dentro. Esto era peor de lo que pensaba.
-          Ya tuvimos esta conversación en la mañana. Aprecio tu preocupación pero estoy bien y el hecho de que hubieses presenciado esa escena con Ignacio no quiere decir que yo sea una damisela en apuros o que necesite que me acoses para comprobar cómo me encuentro. Ni siquiera nos conocemos y puedo cuidarme sola.
-          Yo no dije que fueras una damisela en apuros y te puedo asegurar que no te estoy acostando, pero conozco a Ignacio y eso hace que me preocupe. – sus ojos se entornaron suspicaces y me observo más detenidamente - ¿Volvieron a verse?
-          No. – mentí descaradamente. Era buena mintiendo.
-          Permitime desconfiar de tu palabra. – sus ojos claros brillaron – Lo expulsaron del equipo y dudo mucho que no te haya buscado después de eso.
-          ¡¿Ese fuiste vos?! ¡Dios, Simón ¿en que estabas pensando?!
Cerré los puños con fuerza y dejé que la rabia me invadiera. Ahora entendía las palabras de Ignacio y su enojo.
Esta estatua griega de ojos turquesa había hecho que lo expulsaran del equipo de la Universidad y estaba segura de que sus acciones no se habían limitado solo a eso…
-          ¿Estás hablando enserio? –Simón me miro como si estuviese loca – estaba pensando en vos, en lo que vi, en mantener a ese violento fuera de radar.
-          No fue la gran cosa. Fue esa vez. Él era el problema de mi compañera de cuarto y el hecho de que ahora ella no este no me convierte en su reemplazo. No conozco al chico más que de haberlo visto dos veces y solamente quiero que se aleje pero por tu culpa ahora seguramente no sea así. No tenías porque meterte, ¡sos realmente increíble!
Sin medir las consecuencias di un golpe sobre la puerta con mi puño cerrado y eso sorprendió a Simón que me miro preocupado. Yo, en su lugar, me hubiese agradecido, le pegue a la puerta para no pegarle a él.
-          No vamos a discutir sobre esto – suspiro – menos acá afuera. Dejame pasar.
-          No. No te conozco.
Por supuesto que mi respuesta fue ignorada olímpicamente porque como si le hubiese dado confianza me tomo por los hombros para hacerme a un lado y entro en la habitación.
-          ¡¿Qué estás haciendo?!
Entre y cerré de un golpe. Iba a matarlo, si no se iba lo mataría...
-          ¿Realmente queres hablar sobre esto en el pasillo, donde cualquiera puede escucharnos?
-          Mira Simón – respire profundo para calmarme – quiero que te vayas así que deja de fingir que somos los mejores amigos y andate de mi cuarto. Ahora.
Sus ojos claros quedaron clavados en los míos y no dijo nada, ni una sola palabra.
No sé cuánto tiempo estuve hipnotizada por su mirada, totalmente perdida en esos océanos celestes, cuando se movió y rompió el hechizo.
Se acercó rápido y me quede quieta, esperando el golpe y dispuesta a devolverlo, pero Simón no hizo nada como eso, sino que con la misma confianza con la que se metió en mi cuarto tomo mis manos entre las suyas y las puso a la altura de sus ojos.
-          ¿Ignacio te hizo esto?
-          No, nadie me hizo esto. – me solté de su agarre y retrocedí. Estaba muy cerca.
Simón se quedó un largo tiempo observándome y cuando creí que finalmente iba a decir algo solo me esquivo y salió del cuarto.
Que se fuera así me tomó por sorpresa.
¡Ese chico era toda una pieza de arte!

23.2.17

C38

-          ¡Dale Oriel! Salgamos, por favor, esta vez es importante… este chico realmente me gusta.
Mire a Ema y contuve las ganas de decirle que eso no era cierto, ningún chico era importante para ella, al menos no durante mucho tiempo, pero guarde silencio.
-          Si es tan importante vamos a ir – sonreí con ironía – pero no porque creas que algo malo pasa conmigo, sino porque no paras de molestar con el tema y francamente ya me tenes cansada.
-          ¡Sabía que ibas a aceptar! – ignorando mi cara de fastidio saltó a mi cama y me abrazó - ¡Sos un sol!
-          Yo no estaría tan segura sobre eso…
-          No digas tonterías, sos perfecta.
Puse los ojos en blanco y deje que Ema se levantara para ponerse a revolver nuestro armario en busca de la ropa que usaríamos esta noche (porque hacía tiempo había quedado establecido que para cualquier tipo de salida solo ella podría elegir la ropa… de ambas).
Busque música en mi iPhad y dejé que sonara para no tener que entablar una nueva conversación.
Era un poco patético porque lo único que hacía mi mente era reproducir una y otra vez el recuerdo de ver a Helena y a Sam juntos, semanas atrás, cuando los vi por primera vez en el café y más en la fiesta en donde todo había terminado en desastre…
Si tenía que ser sincera conmigo misma no creía que Sam estuviese mintiendo, la chica rubia de ojos locos había demostrado manejarse por impulsos y ser rencorosa, pero  al ser justa tenía que considerar que en realidad ella nos había visto besándonos cuando aún creía que ellos estaban juntos. Si es que estar con Sam contaba como algo “serio”…
Había creído que lo nuestro sí, él había hecho cosas para hacerme sentir que lo que compartíamos era diferente y justamente por eso el encuentro con Helena hizo temblar mi confianza. Quería creer en Sam, quería sentirme segura y suficiente, pero me costaba mucho y más si me miraba en un espejo y solo al cerrar los ojos lo recordaba tan perfecto. Sin hablar de la vida que tenía porque era cierto que las cosas para Ema y Samuel habían sido difíciles en muchos aspectos, pero el hecho de ser quienes eran y ya tener la vida resuelta también era lo que les había dado la confianza para llevarse el mundo por delante; porque aún Ema, con todas sus inseguridades y las relaciones inestables que había tenido que tolerar toda su vida, era un torbellino que no dejaba que nada la detuviese y eso solo se debía a la estabilidad y el ejemplo que habían conocido desde la cuna.
Respire profundo y gire para cubrirme la cara con la almohada. Quería gritar y sacar así todo el peso de la inseguridad que estar con Samuel me generaba. Quería romper algo, quería…
-          ¿Oriel?... ¡Oriel!
Una mano me sacudió obligándome a voltear. Ema me miraba desde los pies de la cama. Tenía una sonrisa inmensa en el rostro y dos perchas colgaban de sus manos. Me bastó una rápida mirada para notar que una de las prendas era un vestido rojo considerablemente corto.
Solo esperaba que ese no fuera mío…
-          Ya encontré la ropa, ¿queres que empiece a maquillarte?
Hice una mueca y me incorporé.
-          ¿El maquillaje es necesario?
-          Por supuesto que es necesario.
-          Ema, eso no es cierto, quisiera no usar nada. Al menos esta vez. Te prometo que para la próxima salida dejo que hagas lo que quieras.
-          Bueno, hagamos esto, te maquillo pero muy poquito, ¿Qué te parece?
-          ¿Y puedo mirar y decirte si estas yendo muy lejos?
-          Si, podes mirar y decirme que pare si no te gusta.
-          Está bien.
Suspire y Ema saltó emocionada.
Me senté en la cómoda silla que ella tenía junto a su escritorio y la espere mientras iba a buscar su inmenso estuche de maquillajes al baño. Tuve que contener otro comentario cuando, antes de irse, la vi dejar el vestido rojo sobre mi cama.



16.2.17

Historia2 C5

Mire a mi mejor amigo y no supe que decir.
Su situación con Oriel no mejoraba y aunque ya había intercedido por ambos era momento de que Sam se hiciera cargo de todo lo que había sembrado en los últimos años y buscara la mejor forma de acercarse a esta chica que valía tanto la pena. Esperaba que pudiese porque, al igual que mi amigo, yo también había sido un cretino importante y no quería que eso me definiera en el momento que quisiera comenzar una relación. Con Oriel me lo había planteado y me había molestado pensar que mi pasado podía arruinar las cosas en el momento que quisiera ponerme serio.
-          ¿Vas a salir esta noche? – mire a Sam y negué –Perfecto, porque necesito que me acompañes. – dijo de golpe, cerrando la computadora en la que había estado escribiendo la última media hora - Ema me dijo que piensa ir a un bar en donde toca ese compañero suyo y estoy seguro de que Oriel va a estar ahí.
-          ¿Y no te parece que entonces es mejor que vayas solo?, no quiero estar en el medio Sam, ya no queda bien.
-          No vas a estar en el medio, vas a estar apoyando a un amigo. No puedo ir solo, quedaría muy desesperado.
-          Estas desesperado y, por esta vez, podrías dejar que Oriel viera eso.
La mirada fulminante que me dio me dijo que no pensaba ir por ese plan.
 Suspire y me incorporé. Necesitaba estar solo. Esta novela me estaba agobiando. Todo era demasiado… íntimo y estaba fuera de mi radar.
-          Voy a dar una vuelta. Vuelvo más tarde.
-          Con que vuelvas para acompañarme es suficiente.
No le contesté, tome las llaves del auto y salí de casa.
Iba a subirme pero decidí caminar. El aire me ayudaría a despejar la mente y esperaba que también me ayudara a encontrar la voluntad para comenzar a estudiar para ese examen de contabilidad que tenía la próxima semana.
Solo había hecho un par de cuadras cuando sentí que alguien me llamaba.
Una chica de pelo largo y rubio corría hacía mi. A la distancia podía decir que era linda pero no recordaba su nombre…
-          ¡Simón!, ¿Cómo estas tanto tiempo?
Como si nos conociéramos beso mi mejilla y dejo su mano apoyada en mi antebrazo. Era evidente que habíamos compartido algo, teniendo en cuenta su lenguaje corporal algo bastante íntimo, pero no podía recordar cuándo ni que tan lejos había ido…
-          Muy bien, ¿vos? – fingí una sonrisa.
-          Ahora que te veo mucho mejor – sus pestañas hicieron algo raro que no me gusto – ¿Qué pasa que no estás saliendo como antes?, y ni hablar de que no me llega la noticia de una fiesta en tu casa desde hace meses.
-          Sam y yo estuvimos muy ocupados y la verdad es que no estamos con ánimos de andar saliendo.
-          Que lastima, me hubiese encantado verte. Esta noche unas amigas y yo vamos a ir a…
La chica siguió hablando, pero yo ya no le prestaba atención porque alguien, del otro lado de la calle, me había desconcentrado.
-          ¿Me estas escuchando?
Mire a la chica que estaba delante de mí y luego volví a mirar enfrente. Solo alcancé a ver el pelo largo y castaño de Merlina antes de que se perdiera doblando en la esquina.
-          Disculpa pero tengo que irme.
-          Pero…
-          Un gusto haberte encontrado.
Sin esperar respuesta di media vuelta ycorrí a casa para buscar el auto.

Historia2 C4

El camino a su departamento fue tranquilo, casi no hablamos y para cuando llegamos pude ver a Luca sentado en la fachada del edificio…
-          ¿Por qué no entraste? – Guille soltó mi mano y corrió los pocos pasos que lo separaban de su novio. Prácticamente se le colgó para abrazarlo.
-          No me gusta entrar cuando no estás en tu casa, me resulta invasivo.
Cuando se separaron, Luca beso sus labios y sonriendo se separó de él para acercarse a mí y abrazarme.
-          El concepto de invasión desaparece si  te di tu propia llave.
-          No importa, no me gusta entrar si no estás. – Luca se separo de mí y me miro detenidamente – Quería esperarlos. ¿Cómo están?
-          Ahora que estas con nosotros, perfectamente. – contesté.
Guillermo sonreía y supe que sobraba cuando Luca, al separarse de mí, tomo su mano y lo acercó a él.
-          ¿Cómo estas Merlina? – los ojos de Luca me escanearon.
-          Estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Vos? – sonreí y escondí mis manos por debajo de las mangas de sweater.
-          ¿Hoy?, increíblemente contento – le sonrió a Guille y volvió a mirarme – pero no creo que estés siendo sincera conmigo. ¿Cómo va ese golpe? – rápidamente miro mi mejilla, en donde ahora solo había una pequeña marca rosa - ¿Ese chico volvió a aparecer?
-          Como si Guillermo no te hubiese mantenido al tanto durante toda la semana… – suspire – Estoy perfectamente bien y el golpe ya ni siquiera se nota. Ignacio no volvió a aparecer y honestamente creo que va siendo hora de que todos superemos esto. Es más, en este preciso instante yo me voy a ir a la biblioteca y los voy a dejar solos. – sonreí abiertamente. Ese, para mí, era un buen plan.
-          No creo que esa sea una muy buena idea… - comenzó Luca, pero en cuanto Guillermo vio mi cara lo interrumpió.
-          Bueno, por esta vez podemos dejarla sola. Un par de horas no le hacen daño a nadie. Pero esta noche cenamos todos juntos ¿les parece?
Luca me miro indeciso, pero al darse cuenta de que le sostenía la mirada y estaba realmente tranquila se relajó. Agradecía que mi amigo hubiese intercedido por mí; lo hacía porque sabía que necesitaba espacio y también porque él mismo lo necesitaba, ser mi sombra seguramente ya lo estaba agotando.
-          Está bien. – Luca suspiró – No es que quiera asfixiarte Merlina – se acercó y me dio un abrazo – pero estar lejos y que sea Guille quien me cuenta las cosas hace que me preocupe mucho, no quiero que nada pase mientras no estoy.
-          No te preocupes Luca, te entiendo – me separe de él y sonreí – todo es culpa de tu novio que no puede con su drama y la forma que tiene de exagerar las cosas.
-          ¡Ey, estoy acá parado!
-          Lo sé. – le saque la lengua y antes de que pudiese devolverme el infantil gesto di media vuelta y me alejé.
Camino a la biblioteca me compre un café y mientras caminaba pensé en Guillermo y en Luca.
Era increíble lo mucho que se parecían y lo distintos que eran a la vez.
Guillermo estudiaba música, su sueño era ser profesor y tocar el piano en conciertos al aire libre, era alto, un poco desgarbado y por muy atractivos que fuesen sus rasgos (eran tan delicados como los de una mujer) no dejaba de tener un look bohemio con sus inmensos lentes y ropa desalineada; su novio, por otro lado, era un jugador de hockey que solo iba a la Universidad porque ese era el mejor camino para convertirse en jugador profesional. Era amable y divertido como Guille, pero su estilo intimidante no se parecía en nada al de mi amigo. Sonreí al cerrar los ojos y ver la imagen de los dos juntos. Increíblemente distintos y, sin embargo, dos gotas de agua.
Llegue a la biblioteca pensando en ellos y solo me detuve cuando tuve que concentrarme en buscar el libro de pintura antigua que necesitaba. La biblioteca estaba casi vacía, por eso me tarde más de la cuenta ya que no pude encontrar a nadie que pudiese ayudarme.
Estaba tratando de llegar a un estante, maldiciendo al idiota que se le había ocurrido poner mi libro tan alto, cuando sentí algo en mi espalda. No llegue a distinguir que era porque inmediatamente me voltearon con fuerza. Trastabille y estuve a punto de caer pero un par de brazos me lo impidieron.
-          Ya era hora de que te dejaran sola.
Ignacio….
-          ¿Se puede saber que queres ahora? – intenté alejarme pero me sostenía con fuerza - ¿En serio vamos a hacer esto de nuevo? ya viste como terminó la última vez…
-          Conmigo fuera del equipo de la Universidad y una reputación arruinada. ¿Acaso tenes la más mínima idea de quienes son mis padres? – respiro profundo para calmarse, era evidente que estaba comenzando a perder los nervios -  Esto va a arruinar todos mis planes y es por tu culpa.
-          ¿Mi culpa? – reí – Claramente no es mi culpa que no puedas controlar tus impulsos de neandertal.
Esta vez tiré con más fuerza y logré soltarme. Claro que me choque con la estantería que estaba detrás, pero cualquiera cosa era mejor a tenerlo cerca.
-          Me tenes tan cansado. – cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz con fuerza – Quería que me dijeras en donde estaba Diana y si tan solo me hubieses ayudado las cosas no habrían terminado así. – volvió a mirarme y no pase por alto el destello lunático de sus ojos.
Tenía que concedérselo, el chico era un poco espeluznante.
-          Te lo dije mil veces, no sé en donde está y aunque lo supera no te lo diría, era su compañera de cuarto y no soy ciega. Esto – señale mi mejilla – no es nada comparado a lo que vi en ella.
-          ¡Entonces como puede ser que hayas sido tan estúpida!  
Su grito, junto al hecho de que se acercara tan de golpe, me asusto. Intenté no demostrarlo pero sabía que no había tenido mucho éxito…
-          Me vas a ayudar a volver a entrar al equipo y vas a borrar esos rumores que esparciste porque si no te juro que voy a hacer de tu vida un infierno. Con Diana me controlaba, tenía que hacerlo, pero en tu caso ya no tengo nada que perder.
Al terminar de decir aquello impactó directamente su puño en mi estómago.
No lo vi venir, pero debería de haber supuesto que buscaría dejar más claro su mensaje. Me quede sin aire y sentí un dolor fuerte en las costillas que me lleno los ojos de lágrimas pero no me moví de mi lugar. Mis brazos rodearon la zona golpeada pero me quede recta sin dejar de mirarlo directamente a los ojos.
El chico no se quedo después de eso y no fue hasta que estuve sola que me permití doblarme del dolor y dejar caer las lágrimas que había estado conteniendo. No lloraba porque estaba asustada, lloraba por el golpe; era orgánico, mi cuerpo se estaba quejando.
Me tome unos minutos para calmarme y para cuando ya casi no me dolía agarre la cartera que había quedado en el piso y salí de ahí.

6.2.17

C37

Era un idiota, un completo y descuidado idiota…
-          Oriel, ¿estás bien?
Los ojos claros de Oriel dejaron de mirar fijamente el piso y se posaron en los míos.
-          Sí, claro – intentó sonreír pero la conocía mejor – solo que me acabo de acordar que tengo algo que hacer, ¿podríamos dejar la merienda para otro día?
Ya había comenzado a retroceder pero fui más rápido y agarre su mano para que no siguiera alejándose.
-          Sé que Helena te molestó, pero dejame explicarte de que hablaba porque no es lo que estás pensando.
-          No estoy pensando en nada.
-          Mentira. Se que se ve mal pero tengo una explicación para lo que acaba de pasar. Helena y yo no tuvimos ninguna cita, ni ayer ni el sábado.
-          ¿Me estas queriendo decir que no la viste?, ¿Qué ella mintió?
-          No mintió, solo manipulo las cosas para su propio beneficio. Lo del sábado fue un encuentro para aclarar lo que paso en la fiesta, no nos habíamos visto después de lo que hizo y quería dejarle muy en claro que no podía volver a acercarse, la conozco y es una chica impulsiva, lo que acaba de hacer lo demuestra.
-          Supongamos que creo eso, ¿y lo de ayer?, ¿Qué querías aclararle ayer?
-          Su hermano tiene un par de cosas mías y como está de viaje ella iba a ser la encargada de devolvérmelas. – suspiré. Jamás había tenido que dar explicaciones a nadie y se me hacía difícil -  Ni siquiera me presenté ayer porque no tenía ganas de verla, sabía que si le daba la oportunidad lo usaría en mi contra y aun así lo hizo. Volvió a meterse en el medio.
Intenté acercarme. Roce su mano pero Oriel se alejó. No parecía enojada, pero si estaba como ida, fuera de nosotros. Era solo cuestión de tiempo a que algo o alguien de mi pasado se interpusiera y lo arruinara. Quince días habían sido más que suficiente para disfrutar mí tiempo libre de pasado con ella y aunque había estado preparado para que algo así ocurriera me asustaba un poco lo impotente que me hacía sentir el hecho de no poder tener control al respecto porque por muchas explicaciones que pudiese darle alejarse o no dependía de Oriel. Ella me tenía en sus manos y ni siquiera se daba cuenta…
-          Sé que me estás diciendo la verdad pero en este momento quisiera estar sola. No estoy enojada y no quiero que pienses que esto es algo malo, incluso me da culpa pedirte explicaciones – miro al piso y se sonrojo. Mierda, esto era malo. – pero igual me alegra que me las dieras. Ahora si me disculpas tengo que hacer algunas unas cosas, más tarde hablamos.
Antes de irse me regalo una sonrisa insegura y sin darme tiempo a hacer o decir algo dio media vuelta y camino rápidamente de regreso al edificio.
Tuve el impulso de ir a buscarla pero en realidad no sabía que decirle y muy probablemente ya se encontraba perdida en alguno de los pasillos de la Universidad.
Si tan solo le hubiese comentado antes sobre mis encuentros con Helena, Oriel habría estado prevenida y sea lo que sea que estaba sintiendo en este momento no existiría.
Una vez más podía estar seguro de que la culpa era mía.

2.2.17

C36

Perfecto…
Tal vez demasiado perfecto.
Hacía una semana que mi relación con Sam había pasado de “amigos” a algo un poco más serio y aunque había disfrutado cada minuto a su lado comenzaba a preocuparme que en ningún momento pareciera querer bajar el ritmo a lo que sea que estuviésemos construyendo.
Había escuchado los rumores que empezaron a circular sobre nosotros; la mitad de la Universidad creía que yo era otra estúpida que había caído en sus redes y la otra mitad solo no podía creer que estuviésemos juntos. Pero ese no era el problema, estaba preparada para escuchar tonterías, el problema era que  Sam se había encargado de dejar muy en claro que estábamos intentando algo demasiado rápido.
La primera vez que me beso en público fue en la puerta de mi clase de cálculo, el día posterior a nuestra primer cita. Me dejo tan sorprendida como a mis compañeros por eso esa misma noche tuvimos una discusión al respecto; o más bien fue yo quien tomó todo el asunto como una discusión porque Sam se limito a asentir en todo momento y a pedirme disculpas aunque yo sabía perfectamente que no estaba arrepentido en lo absoluto. Fue muy claro que no se arrepentía cuando al día siguiente volvió a hacer lo mismo.
No era que me molestaba que Sam hiciera pública nuestra “relación” (de la cual desconocía totalmente el título), era que me ponía nerviosa exponer algo tan rápidamente cuando ni siquiera sabía que podía salir de todo esto. Me preocupaba que cuando las cosas terminaran (lamentablemente no podía superar la sensación de que todo acabaría pronto) yo quedaría tan expuesta que para ese entonces los comentarios probablemente si comenzarían a afectarme. Sam había estado con muchas chicas en los meses en que nos conocimos y aunque con ninguna se había paseado tan abiertamente como conmigo era de conocimiento público que no era un chico muy estable… siempre había mirado con cierta pena a cada chica que se había colgado de su brazo por unas semanas y justamente por eso me aterraba que alguien me estuviese mirando de la misma forma ahora.
Trataba de poner distancia pero era difícil, sobretodo en momentos como este, cuando salía de la Universidad y él estaba ahí, esperándome bajo su paraguas azul marino con una sonrisa preciosa dibujada en sus perfectos labios.
Dios… estaba tan acabada.
-          Hola. – me saludo cuando estuve lo suficientemente cerca.
-          Hola Sam – sonreí y no tuve que moverme porque él enseguida se inclino para besarme.
Un beso bajo la lluvia. Podía tachar eso de mi lista de momentos románticos que me gustarían vivir.
-          ¿Lista para una tarde de lluvia y merienda?
-          Siempre estoy lista para una tarde de merienda.
Reí y sentí el mismo escalofrío de siempre cuando Sam tomo mi mano para caminar juntos.
Veníamos conversando de trivialidades. Sam me comentaba sobre un difícil proyecto que tenía que terminar para el próximo lunes, cuando algo, o más bien alguien, se interpuso en nuestro camino.
Me sorprendí un poco, aunque tal vez no debería haberme sorprendido tanto, cuando distinguí a Helena bajo un paraguas rosa y un conjunto muy ajustado haciendo juego. En otra persona tanto uso del color probablemente hubiese resultado ridículo, pero la chica era lo suficientemente linda como para lucir cualquier cosa.
-          Hola Sam.
-          Helena – la voz de Sam fue dura y no pase por alto el apretón que le dio a mi mano - ¿Cómo estás?
-          No tan bien como vos – Helena miro nuestras manos unidas y después sus ojos celestes se clavaron en los míos - ¿todo bien Oriel?
-          Sí, todo bien.
Intente sonreír pero me resultó imposible. La chica me generaba desconfianza y tenía motivos. El vestido arruinado en el armario de Ema era uno de ellos.
-          Me alegro. – y volvió sus ojos a Sam – Ayer me dejaste esperando y no te caracterizas por ser una persona impuntual. El sábado no lo fuiste.
Si antes Sam me sostenía la mano con fuerza ahora literalmente me la estaba estrujando. Hice una mueca de dolor y me solté. Él me miro arrepentido pero inmediatamente sus ojos volvieron a la chica que estaba frente a nosotros.
-          Te dije que no iba a ir, no sé que estas buscando con esto pero deja de ser tan infantil.
-          No estoy buscando nada, solo te cruce y quería saber porque me habías dejado plantada ayer, después de todo fuiste vos quien organizo la cita en primer lugar. – Helena me miró y el brillo en sus ojos me hizo retroceder – Oriel lo entiende, ¿cierto?, no puede esperar que te quedes todo el tiempo con ella, un chico como vos tiene otras necesidades. – suspiro – En fin, nos vemos por ahí chicos. Que tengan una linda tarde.
Y con una inmensa sonrisa de satisfacción dio media vuelta y se fue caminando despacio, como si estuviese caminando por una pasarela y la lluvia no fuera más que decorado.
Me quede mirando el lugar en donde Helena había desaparecido hasta que sentí algo frío rozar mi mano. Levanté la vista y ahí estaba la prueba de delito, los ojos grises de Sam me pedían disculpas por adelantado y se sentía tan mal; es decir, solo habían pasado dos semanas.
Había esperado que durara más tiempo…