23.3.17

Historia2 C9

El show había resultado mucho mejor de lo que cualquiera hubiese esperado. Guillermo se había aprendido las canciones en tiempo record y no había errado ni una nota.
La banda no era buena, pero tenían temas pegadizos y a mi amigo ya le hacía la noche poder tocar. Me quede un poco más después de que terminó el espectáculo pero a la media hora me despedí de los chicos alegando que al menos tenía que levantarme temprano para estudiar. Por supuesto que lo único que quería era salir de ahí, pero se creyeron la excusa y debido a la adrenalina que todavía corría por el cuerpo de Guille ni siquiera me molestó por el hecho de que me fuera sola.
No estaba lejos del edificio de residencias pero de todas formas pare un taxi que pasaba por la puerta del bar. Estaba exhausta y necesitaba acostarme.
El viaje fue tranquilo, prácticamente me dormí en el asiento trasero del auto, por eso cuando llegue y finalmente estaba llegando a mi cuarto me sorprendí al ver a una persona que conocía, sentado sobre mi puerta.
-          ¿Simón?
El chico que estaba completamente absorto con su teléfono levantó la mirada al escuchar mi voz.
-          Hola Merlina, ¿Cómo estás?
-          Yo estoy bien, ¿vos?
-          Un poco adolorido. – dijo mientras se levantaba del piso y se estiraba.                              Era muy alto y no pude dejar de notar los músculos en sus brazos mientras los flexionaba.
-          Imagino que lo estás, sentarse en el piso no es el mejor de los planes. Por eso voy a preguntar, y de forma muy amable, que estás haciendo acá, de nuevo, en la puerta de mi cuarto.
Simón no contestó enseguida, sino que se quedo mirándome fijamente. Parecía que estaba pensando cómo explicarse, por eso lo deje. Estaba sorprendida de encontrármelo pero también estaba muy cansada como para transmitir cualquier tipo de emoción.
-          Vine porque quiero saber que paso esta tarde con Ignacio. – dijo de golpe. Al fin había encontrado las palabras -  Y a pesar de que hoy nos vimos tres veces, cuatro si contas esta, en ninguna de esas ocasiones pudimos hablar de lo que paso. Además – metió la mano en el bolsillo interno de su campera azul y sacó una bolsa transparente – te traje esto. Supuse que ibas a necesitarlo.
Dentro de la bolsa había una pomada, un blíster de ibuprofeno y un chocolate (¡si, un chocolate!). Este chico era algo especial…
No quería, pero me estaba empezando a caer bien.
-          Bueno, gracias. No tenías porque molestarte.
-          No es ninguna molestia. ¿Cómo te sentís?
-          Genial. – mentí mientras sacaba la llave de la cartera y abría para entrar al cuarto. Me hice a un lado para dejarlo pasar. Estaba claro que no se iría sin una charla. - ¿Entras?
-          Si, por supuesto.
Con una sonrisa Simón entro a mi cuarto.
Le ofrecí que se sentara en la cama de mi ex compañera mientras yo me sacaba las botas y buscaba algo para atarme el pelo.
-          Y bien,  ¿Cuándo vas a empezar a contarme?
-          En realidad no hay mucho que contar. Me lo encontré en la biblioteca, creo que estaba buscándome y tuvimos una charla. El chico está loco, pero en cuanto se dé cuenta de que conmigo no va a conseguir nada me va a dejar en paz.
Los ojos claros de Simón me miraron con atención mientras yo abría la botella de agua que tenía en la mesa de luz y sacaba una pastilla del blíster que había traído.
-          Conozco a Ignacio desde hace mucho tiempo y no creo que vaya a dejarte en paz. Menos ahora que su reputación quedó pegada a la tuya.
-          Y eso, querido Simón, te lo debo a vos. – suspiré – Necesito que te alejes. Agradezco que seas tan amable, pero que me sigas y estés cerca solo empeora las cosas y la realidad es que nosotros ni siquiera somos amigos.
-          Pero podemos serlo. A tu novio no le va a molestar que alguien más esté cerca por si algo pasa, no creo que…
-          ¿Novio? – lo interrumpí - ¿Qué novio?
Simón frunció el ceño, confundido.
-          El chico de hoy, el que apareció cuando nosotros estábamos hablando. ¿No es tu novio?
-          No, Luca es el novio de mi mejor amigo.
-          Ahora veo… creí que era tu novio, disculpa mi error.
-          No pasa nada – me encogí de hombros pero ese gesto me dolió. Aparentemente Simón se dio cuenta porque en dos segundos lo tuve sentado a mi lado.
Olía a cigarrillo, menta y algo más dulce que no pude distinguir…
-          ¿De qué lado?
-          No vamos a hacer esto. – ignore su pregunta y lo miré tan mal como pude.
-          Como quieras. Pero ahora acostate, me voy a quedar hasta que te duermas.
-          ¡Ni en un millón de años vas a hacer eso! – abrí los ojos sorprendida. ¡El chico estaba hablando enserio!. – Simón, no te conozco, no voy a dejar que te quedes en mi cuarto mientras estoy durmiendo y además te estoy pidiendo que te alejes. Ignacio se va a poner peor si vos y Guillermo no me dejan tranquila.
-          Voy a asumir que Guillermo es el chico que estaba con vos esta mañana. Como su novio él también fue muy protector aunque lo único que hice fue a acercarme a hablarte…  
-          Lo es, por eso no te necesito. Ahora por favor si podes irte, necesito descansar. – tome la bolsa que estaba sobre la mesa de luz con el resto de las cosas y trate de sonreír – Y gracias por esto, no tenías porque hacerlo.
Con un suspiro, Simón asintió, se puso de pie y haciendo algo que me tomo desprevenida se inclinó y beso mi frente…
-          Nos vemos mañana Merlina. Descansa.
Y sin decir más dio media vuelta y se fue.
Los ojos se me llenaron de lágrimas y aún sabiendo que no debía me arranque las mangas del vestido que tenía puesto y me clave las uñas sobre la piel lastimada.

22.3.17

C39

Estar cerca de Sam era difícil.
Hacía más de media hora que Helena nos había interrumpido haciéndome pasar uno de los momentos más vergonzosos en mucho tiempo y él todavía seguía apartado, conversando con ella. Su hermano había intentado acercarse a hablar un par de veces más pero me escondí detrás de Simón en cada una de esas oportunidades y para cuando él y Ema desaparecieron supe que era el momento de irme. Tome mis cosas sin que nadie lo notara y salí de ahí.
Tome el primer taxi que encontré libre y como no tenía ganas de ir a los dormitorios todavía, dudaba poder conciliar el sueño rápidamente, le pedí que me dejara en el centro de la ciudad.
Necesitaba tomar un poco de aire así que camine unas cuadras hasta que llegue al edificio que buscaba.
El museo de arte contemporáneo estaba cerrado, pero yo conocía a Daniel, el sereno que trabajaba todas las noches en el inmenso complejo porque era cliente regular de la cafetería en donde trabaja, así que siempre me dejaba entrar. Sea la hora que sea.
Subí hasta el último piso y me acerque al gran ventanal que daba a la ciudad. De noche la fotografía era hermosa; impactante y hermosa. Me daba vértigo acercarme tanto pero ese era el punto, quería sentir que podía caer por el abismo, atravesar el cristal y perderme en ese mar de luces y estrellas…
No sé cuánto tiempo estuve sentada, contemplando la ciudad y el cielo perdido entre edificios, cuando Daniel subió a avisarme que estaba por cambiar de turno y debíamos irnos.


Salimos juntos y aunque no tenía porque hacerlo tuvo la amabilidad de dejarme cerca del campus. Camine las cuadras que me separaban del edificio de residencias y estaba a unos pocos metros de la entrada cuando lo vi. Sam estaba apoyado sobre su auto, tecleando rápidamente en su teléfono, moviendo la pierna nervioso. Iba a acercarme para ver qué pasaba, era evidente que algo no iba buen, cuando pareció sentir mi presencia y levanto la mirada.
Sus ojos increíblemente grises como los de un lobo estaban rojos e hinchados y fue un poco impactante notar el alivio en ellos cuando me distinguió en la oscuridad. Iba a decir algo, su comportamiento me estaba asustando, pero no llegue a pronunciar palabra porque de un momento a otro fue él quien disolvió la distancia que nos separaba y se abalanzó sobre mí.
Me encontré confundida, entre sus brazos, con mi mejilla apoyada sobre su pecho y la incómoda sensación de que toda a angustia que transmitía su fuerte abrazo, por algún motivo, era mi culpa. 

1.3.17

Historia2 C8

-          ¡Lo siento!, no quería asustarte, solo buscaba detenerte antes de que escaparas.
Simón.
Tercera vez que veía al chico en el día y con la primera ya me había parecido suficiente.
-          Hola Simón. – lo salude con un gesto y voltee para seguir caminando. Tenía que apurarme.
-          ¡Ey!, ¡espera!, ¿A dónde vas?
-          Ese no es tu problema.
Seguí caminando hasta la salida con el chico pegado a mis talones.
-          Estoy tratando de ser amable, podrías intentarlo también. Sé que no empezamos bien pero si lo intentaras podríamos ser amigos y…
-          No necesito un amigo. – lo interrumpí – Solo necesito que me dejes sola.
De reojo vi una figura conocida y el corazón se me encogió en el pecho.
¡No podía tener tanta mala suerte!, Ignacio estaba a unos pocos metros y en cuanto lo distinguí, como si supiera, sus ojos se clavaron en los míos.
-          Ni siquiera me conoces – la voz de Simón me devolvió a la realidad - No me estás dando la oportunidad de acercarme. Quiero…
¿Qué quería?, nunca lo sabría porque guardó silencio y nuevamente me tomo por la cintura, solo que esta vez fue con mucha más delicadeza y en un movimiento rápido me ubico detrás de él. Sin darme tiempo a reaccionar se irguió en toda su postura.
-          ¿Qué haces? – pregunté, confundida.
No llegó a contestarme y tampoco necesité que lo hiciera porque Ignacio estaba frente a nosotros.
-          Hola chicos, ¿Cómo están?
-          ¿Qué haces acá?
-          ¿Qué forma es esa de tratar a un amigo, Simón?
-          Nosotros no somos amigos - la voz de Simón sonaba fría – y te pregunté qué hacías acá. ¿La estas siguiendo?
La cara de Ignacio, antes relajada e indiferente, se transformó del odio. Por un lado era bueno no tener que enfrentarme al chico por segunda vez en el día, pero por otro estaba odiando a Simón en silencio. Esto me costaría caro, lo sabía.
-          No seas ridículo, por supuesto que no la estoy siguiendo, ya no. – los ojos de Ignacio se clavaron en los míos - ¿Cómo estas Merlina?
No tuve tiempo de contestar porque Simón, sorprendiéndome, se acercó a Ignacio y lo agarró por la camisa.
-          No vuelvas a dirigirte a ella. Y ahora andate a menos que quieras tener problemas conmigo.
Lo soltó con violencia y aunque era evidente que Ignacio quería responder con la misma moneda no lo hizo.
Antes de irse me echó una mirada que lo decía todo. Con Simón no pero conmigo sería una historia completamente diferente.
-          ¡¿Por qué hiciste eso?!
Simón tardo unos segundos y para cuando finalmente volteo a verme me sorprendió su expresión. Estaba más allá de enojado. Sus ojos, que por el intenso color solían brillar, estaban como oscurecidos por la rabia y su expresión dura hacía que sus rasgos lucieran aún más perfectos y amenazantes.
-          No hice nada. – me contestó indiferente - Y ahora decime que te hizo esta tarde. Vi como te encogías cuando te agarré y por el comentario de Ignacio resulta evidente. ¿Qué paso?
Abrí los ojos sorprendida y guarde silencio.
Estaba buscando la mejor forma de salir de esto cuando alguien apoyó su mano en mi hombro. Esta vez no me asusté, sabía quién era.
-          ¿Quién es él?
Voltee para ver a Luca y sonreí para tranquilizarlo, miraba a Simón como si quisiera arrancarle los ojos.
-          Simón, un compañero de la Universidad. ¿Ya están las bebidas?
-          Si, hace un rato largo. – los ojos de Luca dejaron de taladrar a Simón y se suavizaron al verme - ¿Vamos?, el concierto esta por empezar.
-          Sí, vamos. Nos vemos Simón.
Solo lo miré un segundo antes de que Luca me tomara de la mano para arrastrarme con él, pero ese segundo fue suficiente para distinguir la expresión de molestia y desconcierto en la cara de Simón.