Estuve
entre los brazos de Sam lo que parecieron horas, aunque probablemente hayan sido
solo unos pocos minutos, por eso cuando me soltó tan de golpe el frío me golpeó
con fuerza.
-
¡¿En
dónde diablos estabas?! ¿sabes la preocupación que tenía?, no contestaste tu
teléfono, nadie te vio salir, tampoco viniste directo a los dormitorios, ¿Qué
estabas haciendo? ¡¿Cómo pudiste hacerme algo así?
-
Me
estas lastimando...
De
golpe Sam me soltó. Mientras me gritaba reproches seguramente no se había dado
cuenta pero me tenía agarrada de los brazos muy fuerte. Se lo notaba
arrepentido, pero no por eso la intensidad de sus ojos grises había bajado.
Había reproche en ellos, mucho, mucho reproche.
-
No
creí que tuviese que avisarle a nadie que me iba. Fui a dar una vuelta por el
centro, no fue nada grave. Lamento haberte preocupado pero no creí que
necesitara avisarte.
-
Por
supuesto que necesitas avisarme. Jamás había estado tan asustado por alguien
como cuando no te encontré en el bar y al preguntar nadie sabía dónde estabas
ni te había visto salir. No podes irte sola Oriel, no podes hacerme una cosa
así. Estamos juntos. Entendelo de una vez, vos y yo estamos juntos y eso
significa que tenes que considerarme cada vez que des un movimiento.
-
Nosotros
no estamos juntos. – apreté la mandíbula con fuerza y lo miré mal – No lo
estamos; y si fueras honesto con vos mismo admitirías que no notaste mi
ausencia porque estuviste hablando con Helena apartado del grupo. No es de mi
incumbencia lo que hayas compartido con ella pero no podes hacerme ningún
reproche después de eso.
-
Te
equivocas. Si es de tu incumbencia; todo lo que yo haga y te moleste o te llame
la atención lo es. Estaba apartado con Helena porque no quería armar un
escándalo ni exponerte a uno al momento de aclararle que no podía tratarte así.
Helena es una chica difícil y peligrosa, si no le dejaba en claro algunas cosas
te iba a seguir provocando y creeme cuando te digo que sabe como generar
momentos difíciles para otros.
-
Te
creo, fui testigo de uno de ellos.
Los
ojos de Sam brillaron de la vergüenza.
Ahora
él era un chico tan transparente para mí...
Eso
era un poco increíble. Samuel siempre me había resultado un misterio, pero
desde que las cosas habían cambiado entre nosotros había aprendido a leer su
estado de ánimo en sus ojos. Eran increíblemente expresivos y estaba segura de
que él me permitía verlo porque quería. Se trataba de nosotros y había hecho
algo para levantar la barrera que lo separaba del mundo solo para que yo supiese
que no estaba mintiendo.
Eso
hacía todo tan sencillo, tan real y daba tanto miedo…
-
Tenes
razón. – respire profundo e intente calmarme. Estaba siendo inmadura y lo sabía
– Tendría que haber confiado en vos y no haberme alejado así. Estuvo mal no
decirle a nadie donde estaba pero creeme que esa parte no fue apropósito, es
solo que nunca antes tuve que dar explicaciones por nada y me cuesta entender
que tal vez ahora tenga que hacerlo.
-
Lo
sé. – Sam dio un paso hacia mí y tomo mis manos entre las suyas. Estaban
heladas. – Pero ahora me tenes a mí, nos tenes a nosotros. Ema, Simón… todos
estábamos muy preocupados. Lo nuestro va enserio Oriel y si no empezas a
abrirte y a entenderlo dudo que funcione. Voy a dar todo de mí pero tenes que
dejarme entrar, no dejes que el miedo te venza. Sos una chica fuerte, no voy a
permitir que la inseguridad arruine esto. – miro nuestras manos unidas y
suspiro – Te voy a dar lo que necesitas para que confiés en mi pero no me dejes
afuera. Simplemente no lo hagas.
Cuando
sus ojos volvieron a enfocarse en los míos creí que el mundo temblaba a mis
pies.
Sin
pensarlo rodee su cuello, acerque sus labios a los míos y lo bese. Sentí la
sonrisa de Sam sobre mi boca y eso fue todo, supe que no había vuelta atrás.