Era
evidente que la chica tenía un problema, pero si durante todo este tiempo no se
había abierto siquiera a decirme cual era su postre favorito estaba claro que
no iba a contarme que le pasaba. En cualquier otro momento o por cualquier otra
persona me hubiese alejado, estaba un poco cansado de buscar la forma correcta
de acercarme a Oriel, pero el problema era que no quería alejarme y tampoco
sabría cómo hacerlo. Ella ocupaba la mayor parte de mis pensamientos y cada vez
que estábamos juntos tenía la necesidad de saber todo lo que sentía, pensaba y
quería. ¿Extraño?, claro que sí, pero por otro lado el sentimiento y el deseo
que provocaba en mi era tan agradable y se sentía tan bien que no me importaba.
La
miré comer su tarta de arándanos con crema y sonreí.
-
Bueno,
ahora puedo estar seguro de que te gustan los arándanos. Lo voy a tener en
cuenta la próxima vez que tenga que elegir el postre.
-
Teniendo
en cuenta lo mucho que te esforzaste te voy a dar otro secreto – Oriel se
inclino sobre la mesa y acerco su cara a la mía. Sería un tonto si no
aprovechara la oportunidad y me acercara también. – Todo lo que tenga crema
también cuenta. - dijo muy bajito, como si estuviésemos compartiendo un
secreto.
Sonriendo
volvió a alejarse.
Estaba
totalmente arruinado. En dos segundos había podido sentir su perfume, el aliento
cálido de su boca y unas ganas dolorosas de besarla…
Quería
besarla, quería hacer mucho más que eso y sería estúpido de mi parte decir que
las ganas venían de ahora. Hacía semanas que quería muchas cosas de Oriel y
tener tan poco de ella me frustraba tanto que por eso canalizaba toda mi
energía entrenando y llenándola de libros, ropa y comida como lo hacía con mi
hermana. No me reconocía porque nunca había actuado de esta forma. Nunca había
hecho tanto por complacer a una chica sin obtener nada a cambio, sin que
formáramos parte de una relación que nada tenían que ver con la que compartía
con esta chica.
-
Oriel,
¿te puedo hacer una pregunta?
-
Depende.
-
¿De
qué?
-
De
que tan personal sea.
-
No
sabría medirla en una escala, pero igualmente voy a hacerla.
-
Está
bien, pero eso no quiere decir que vaya a contestarla.
-
Me
parece justo – suspire – ¿necesitas algo?, hay algo, lo que sea, que pueda
hacer por vos y que te ayude en este momento. A esta altura asumo que ya sabes
que mi padre es una persona muy influyente, nuestra familia lo es y por eso te
pregunto, porque no hay nada, nada que necesites y no pueda darte.
La
postura antes relajada de Oriel se tenso. Sus ojos me observaron con seriedad y
sus manos que descansaban sobre la mesa se convirtieron en dos puños. Era
evidente que la había molestado.
-
Se
quien es tu papá y no puedo decir que eso signifique algo para mí. No voy a
tomar lo que dijiste a mal porque no quiero arruinar la noche y entiendo que
tenes buenas intenciones pero voy a ser muy clara con esto. Hay muchas cosas
que no podes darme, infinitas porque, para tu sorpresa Samuel, el dinero y el
poder no lo resuelven todo.
-
Sé
que no, pero no podes negar que en este mundo resuelven muchas cosas.
Note enseguida
que mis palabras le molestaron, pero no dijo nada y se limito a mirar su plato.
Oriel
ya no toco su comida y aunque intenté que volviéramos a hablar aunque sea de
temas banales como lo habíamos hecho toda la noche cada intento fue un fracaso,
algo entre nosotros se había roto y me lamenté por haber sido tan idiota.
Salimos
poco después y como hacía frío me saque el sweater y se lo puse sobre los
hombros. Me gustaba saber que cuando me lo devolviera tendría su perfume…
-
Gracias.
– me dijo sonriendo. Por suerte ya no parecía tan enojada.
-
De
nada.
En el
camino de regreso ninguno de los dos dijo una palabra y era la primera vez que
el silencio con una chica no me resultaba incómodo. Oriel necesitaba espacio y
yo disfrutaba de estar libre del estrés de tener que preocuparme por hablar para
llenar huecos.
Para cuando
llegamos a los dormitorios sus ojos lucían cansados y tenía las mejillas rojas
por el frío. Se veía adorable y adorable era un adjetivo que nunca había
cruzado por mi cabeza al ver a una chica que no fuera Ema…
-
¿Lista
para descansar un poco?
-
Más
que lista – volvió a sonreír – gracias por la cena. Tenes una personalidad extraña
y a veces decís cosas que realmente me molestan pero estoy aprendiendo a que no
me resultes tan intimidante y saber que solo tenes buenas intenciones hace todo
más fácil. Sos un chico realmente increíble Samuel, tu hermana tenía razón.
Me quede parado como un estúpido mientras la
chica que estaba frente a mí se quitaba el sweater que le había dado, lo
apoyaba sobre mis hombros y se despedía dándome un beso en la mejilla.
Mucho
tiempo después de que Oriel desapareciera todavía seguía en el mismo lugar,
respirando su perfume, sintiendo su beso sobre mi piel e imaginando la mejor
forma para acercarme y hacer que finalmente las cosas entre nosotros no fueran
tan impersonales, porque si de algo estaba seguro era de querer que lo mío con
Oriel fuera personal, muy personal.
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