Después
de pasar las dos últimas horas con Ema debería haber supuesto que su hermano
viviría en una casa como esta. Ya al subirme a su auto, del cual no sabía el
modelo pero estaba segura de que costaba más que mi casa, una sensación de
inseguridad se había asentado en mi estómago. Pero ahora, ahora solo deseaba
estar de vuelta en el dormitorio…
El
chico al que estaba abrazando Ema era realmente, pero realmente, como esos
protagonistas de películas para adolescentes. Ni siquiera lo podía ver bien
porque su hermana le cubría medio cuerpo pero ese era justamente el punto. Ema
era alta como yo, que por ser mujeres no debía ser considerado poca cosa, pero
el ya le doblaba el ancho con su espalda y le sacaba al menos una cabeza. Sus
ojos se habían cruzado con los míos por apenas dos segundos y había bastado
solo eso para remarcar el celeste, casi gris, que de ninguna manera podía ser
natural…
-
Hola,
soy Simón, amigo del hermano de Ema y, por consiguiente, su amigo también.
Totalmente
sorprendida miré al chico que había dado un paso hacia mí. De los nervios no lo
había visto antes, pero era tan o más lindo que el hermano de Ema… si es que
eso era humanamente posible.
-
Hola.
– dije con la voz ahogada. Nunca había sido buena hablando con chicos – Soy
Oriel, la nueva compañera de Ema.
-
Oriel…
- sonrió. Tenía la dentadura tan perfecta que me recordó mi pequeña montura en
las paletas. – Me gusta.
-
Gracias.
– sonreí de vuelta e inmediatamente sentí mis mejillas prenderse fuego de la
vergüenza. Y eso que ni siquiera estábamos teniendo una conversación real.
-
¿No
es encantadora? – dijo Ema una vez que soltó a su hermano.
-
¿Encantadora?
– preguntó Simón – Bueno, no es esa la primer palabra que se me cruza al verla
pero sí, puedo decir que lo es.
-
Me
parece un poco perturbador que los dos hablen de la chica como si no estuviese
presente. – la voz masculina me puso nerviosa – Por cierto, soy Samuel, Sam. El
hermano de Ema.
Ya
sin poder evitarlo miré al chico que estaba frente a mí.
Hermoso
era un adjetivo que no calificaba porque Samuel era esos chicos que ni en un
millón de años mirarían a chicas tan sencillas como yo pero que definitivamente
valían la pena desperdiciar uno o dos sueños. Sonreía mostrando su dentadura
también perfecta y me miraba con interés; pero con ese interés que denota
confianza más que otro tipo de sentimiento.
Me
resultaba vagamente familiar pero estaba segura de que no lo conocía así que
solo le devolví la sonrisa e hice un asentimiento.
-
Me
alegro de conocerte, tú hermana no dejo de hablar de vos en todo el camino.
-
¿Enserio?
– miró a Ema con tanto cariño que me hizo anhelar, y no por primera vez, tener
un hermano – Espero que solo cosas buenas.
-
Por
supuesto que solo cosas buenas – dijo ella con seriedad – Sos de mi familia,
insultarte de cualquier forma sería insultarme a mí.
Su
hermano rodo los ojos y la abrazo por los hombros. Un poco incómoda por estar
mirando lo que parecía una muestra de afecto privada miré al chico que seguía
frente a mí.
Simón
me miraba con una sonrisa.
-
¿Estas
bien? – la expresión confusa de mi rostro debió decirle que no tenía idea porque
preguntaba eso porque enseguida agrego – Hablo de la caída, esta noche cuando
entrabas al edificio de las chicas te diste un golpe bien fuerte…
¡Ay
diablos!
Mientras
el fuego corría de mi cuello hacia mis mejillas finalmente lo recordé. Por eso
el hermano de Ema me había resultado tan conocido, había sido el chico lindo
que me había ayudado a pararme después de tan penoso espectáculo…
-
Sí,
estoy bien. No fue nada.
-
No
pareció nada.
Miré
al hermano de Ema con seriedad. Hacia un esfuerzo por no reírse de mí y eso me
pareció un poco extraño dado que me había ayudado amablemente apenas unas horas
atrás.
-
Pero
lo fue. – dije con un encogimiento de hombros.
-
Voy
a creer en tu palabra. – dijo Simón – Ahora, chicas, ¿quieren algo para tomar?,
porque hace cinco minutos que llegaron y todavía no les ofrecimos nada.
-
¡Sí!
– grito Ema con entusiasmo – Yo quiero algo, pero no se qué así que podes
sorprenderme.
-
Sorpresa
será – me miró – ¿Y vos Oriel?, ¿queres algo o puedo sorprenderte como a Em?
-
En
realidad…
-
Sorprendela.
– dijo Ema por mí – Y si sos tan amable de alcanzarnos nuestros vasos a la pista
de baile te lo voy a agradecer Simón.
-
Por
supuesto.
Con
una sonrisa en el rostro, Simón dio media vuelta para perderse entre la gente.
Mientras lo observaba alejarse sentí como la mano de Ema se cerraba en mi
muñeca para jalarme hacia el centro de la sala.
-
No
quiero bailar Ema.
-
Lo
sé, pero yo quiero hacerlo y realmente apreciaría que me acompañaras. Nunca me
divierto en estas fiestas y significaría mucho para mí hacerlo esta vez.
-
Estas
haciendo trampa, dudo que alguien pueda decirte que no cuando pones esa cara.
Ema
sonrió y se ubico frente a mí para comenzar a moverse al compás de la música.
No era una buena bailarina pero la imité.
-
Es
cierto, nadie puede, pero ese es el punto. – Ema suspiró y de repente dejó de
bailar – Gracias por acompañarme Oriel, apenas nos conocemos y ya puedo decir
que sos de esas chicas.
-
¿Esas
chicas?
-
Esas
chicas que valen la pena.
Con
una sonrisa genuina Ema tomo mis manos y me hizo dar una vuelta. Reí por la
sorpresa y como después no me soltó solo continuamos bailando de forma algo
infantil pero tan divertida que no quise detenerme.
Hacía
mucho tiempo que no salía, un par de años a decir verdad, y querer estar en
casa con mis padres me había consumido tanto que apenas recordaba como
socializar. Pero con Ema era sencillo, ella parecía tan decidida a hacer una
amiga y yo necesitaba tanto de una que simplemente haría que funcione.
Estaba
riendo de una extraña vuelta de Ema cuando pasaron una mano por mi cintura. No
soportaba que me tocaran sin mi permiso y menos personas que no conocía así que
voltee un poco sobresaltada para encontrarme con un Simón muy sonriente.
-
No
pretendía asustarte – dijo mientras me extendía un vaso transparente lleno de
liquido amarillo – Para vos.
Tome
el vaso con desconfianza mientras intentaba descubrir porque sonreía tanto.
-
¿Y
el de Ema?
-
Su
hermano se encargo de ella.
Con
un gesto Simón señaló hacia mis espaldas. Voltee para descubrir a Ema bailando
con su hermano que no paraba de reír mientras la observaba fascinado. Una
punzada de celos me atravesó al verlos juntos. Siempre había querido un hermano,
tener a alguien para compartirlo todo...
-
Bueno…
gracias.
-
De
nada.
Intenté
sonreír, pero el chico me ponía tan nerviosa que me limité a mirar el contenido
del vaso antes de llevármelo a la boca con desconfianza.
-
No
tiene nada, lo juro – volvió a sonreír. Como que comenzaba a darme cuenta de
que lo hacía demasiado. – Jamás trataría de envenenar a la amiga de Ema.
-
Bueno
– me encogí de hombros – supongo que solo debo confiar en tu palabra.
-
Supongo
que vas a tener que hacerlo.
Sin
mirarlo a la cara volví a beber y me gire para echar un vistazo a la fiesta que
se desarrollaba a nuestro alrededor. La bebida en mi vaso no tenía gusto a
alcohol y eso me hizo dudar así que a regañadientes volví a mirar al chico que
seguía junto a mí.
-
¿Qué
es esto? – le mostré el vaso con un gesto.
-
Limonada.
No le puse una gota de alcohol, por tu expresión supuse que no querrías.
Esta
vez fui yo la que sonreí. El chico comenzaba a gustarme. Era observador.
-
Supusiste
bien. Gracias.
-
Un
placer complacer.
Me
reí de su truco de palabras y note que por primera vez me estaba relajando a la
hora de entablar conversación con un chico. Esto era bueno, estaba bien y me
gustaba.
-
¿Queres
que bailemos?
Bueno,
hasta ahí había llegado mi buena suerte. Simón me miraba expectante y yo
realmente lamentaba lo que estaba a punto de hacer.
-
No,
gracias.
-
¿Es
porque no me conoces? Porque te puedo asegurar que no te voy a hacer nada, creí
que el jugo te daría una pista.
-
Lo
sé, no es eso – suspiré. Esto era tan humillante. – es solo que no lo hago nada
bien y bailar con chicos me pone… nerviosa.
Hubiese
esperado que Simón se riera o me mirara como si pensara que quería hacerme la
difícil, pero no hizo ninguna de las dos cosas. Se limitó a asentir y a
inclinarse un poco más cerca. Me intimidó, pero no me moví del lugar y continué
mirándolo a los ojos. Eran de un color turquesa increíble.
-
Me
gusta tu honestidad, es valiente y habla de tu madurez, pero opino que lo
intentes y me des una oportunidad. ¿Qué decís?
Y ahí estaba de nuevo, esa sonrisa inmensa que
era muy compradora. Tenía que doler sonreír tanto…
-
Está
bien, pero no me hago cargo si arruino tu reputación, te advertí que no era
buena.
-
Creeme,
no hay reputación que cuidar.
Me
sorprendió su respuesta, parecía un chico amable y decente, y hubiese
preguntado algo si no fuera porque enseguida me tomo de la mano y me ubicó más
al centro de lo que funcionaba como pista de baile.
Bailar
con Simón era… interesante. Se había dado cuenta casi enseguida que no debía
tocarme y me daba espacio, eso me gusto mucho. Me pedía que imitara sus
movimientos más ridículos y como a mí me divertía y no me importaba hacer el
ridículo porque no conocía a nadie le seguí el juego. Era realmente divertido.
Creo
que íbamos por la cuarta canción, lo cual me sorprendía porque había asumido
que se cansaría de pasar tanto tiempo conmigo, cuando escuchamos un grito. No
me hubiese sorprendido tanto si no fuera porque lo reconocí eseneguida. Ema.
Simón
también se dio cuenta porque sin decir una palabra escaneó la sala para
buscarla. Había mucha gente, pero él era alto y no necesitaba esforzarse para
ver entre los invitados. Comenzó a avanzar por entre las personas que seguían
bailando y tomando ignorando la situación y yo lo seguí.
Había
sido tan descuidada al dejar a Ema sola para bailar con Simón…
Y mi
remordimiento solo crecía a medida que nos acercábamos porque era evidente, por
los gritos, que estaba llorando.
Para
cuando finalmente los ubicamos la escena no era nada linda de ver. Ema, su
hermano y una chica a la que jamás había visto, estaban todos juntos al lado de
la puerta del patio. Media docena de personas los rodeaba observando la
situación y fue Simón quien sacó a todos los que estaban curioseando para
darles privacidad. Quería acercarme a Ema para consolarla pero no éramos tan
cercanas y no sabía bien que pasaba como para entrometerme así que me limite a camuflarme
en la pared y esperar a que Simón regresara. Suponía que él sabría cómo
arreglar esto; en verdad lo esperaba porque Ema comenzaba a gritar de nuevo y
más lágrimas comenzaron a surcar sus mejillas.