Estaba
soñando con patos cuando un fuerte golpe me despertó. Me incorporé tan deprisa
que sentí un dolor en el cuello que me hizo gemir.
-
¿Te
desperté? – Ema, que estaba del otro lado de la habitación, dejo lo que estaba
haciendo y se incorporo para mirarme - Lo siento, solo estaba buscando mis
botas de lluvia.
Todavía
dormida me corrí la maraña de pelo de la cara para verla volver a su tarea.
Una
cantidad considerable de zapatos ya estaban esparcidos por el piso y Ema seguía
sacando.
-
¿Llueve?
– pregunté.
-
No,
pero esta anunciado. Por cierto, no tenes muy buen aspecto. ¿Dormiste bien?
-
Tan
bien como vos lo hiciste.
Solo
había bastado una rápida mirada para notar sus ojeras.
Consciente
de que no podría volver a dormir me levanté y agarre mis cosas para bañarme.
Solo
tarde quince minutos y no me sorprendió encontrar la habitación aún más
desordenada. El lado positivo era que Ema había encontrado sus botas porque las
tenía metidas dentro de sus muy ajustados jeans rosados.
-
Botas
de lluvia y pantalones rosas, me gusta. – sonreí.
-
Gracias
– me sonrió de vuelta – creo que si necesito estar de buen humor tengo que usar
colores brillantes, de otra manera solo me deprimiría aún más.
-
Tiene
su lógica. – me puse el vestido estampado que había dejado preparado y comencé
a cepillarme el pelo mojado sintiendo los ojos de Ema sobre mí.
-
¿Vamos
a desayunar juntas?
Mientras
me ponía mis propias votas de lluvia, efectivamente estaba nublado, la mire.
Parecía preocupada.
-
Sí,
claro, ¿Por qué no?
-
No
sé, ayer te arrastre a una fiesta sin conocerte que encima terminó en una pelea
y yo llorando tan fuerte e histéricamente que no te deje dormir bien. No me
sorprendería que ya no quisieras tenerme cerca.
-
Ema,
por supuesto que vamos a desayunar juntas y seguramente vamos a compartir más
que eso. Sos mi compañera y ya me atrevo a decir que también mi amiga, lo que
paso ayer no fue nada. Todas las familias pelean.
Como
si hubiese dicho algo extraordinario los ojos de Ema se llenaron de lágrimas y,
sin previo aviso, se arrojó sobre mis brazos para abrazarme fuerte.
Me
quede rígida.
-
Lo
siento, es solo que me diste un gran alivio. – se separo tan abruptamente como
se había acercado - De verdad pensé que ya no querrías tener nada que ver
conmigo.
-
Eso
es ser muy exagerada, realmente lo de ayer no fue nada.
-
Bueno,
me alegro de que pienses así.
En
silencio terminamos de acomodar nuestras cosas y para cuando salimos de la
residencia ya estaba lloviendo. A mí no me molestaba la lluvia, pero Ema se
puso como loca y aparte de comenzar a saltar los charcos (lo cual era ridículo
porque tenía zapatos impermeables) saco de su mochila un paraguas que más bien
parecía una sombrilla; nos cubría a ambas.
-
¿Queres
un café de paso o tenes tiempo para que nos sentemos a comer algo?
-
No
puedo – miré mi horario. Tenía los minutos contados. – esta vez va a tener que
ser un café al paso. Si es que tengo tiempo para…
-
¿Simón?
Ema
se detuvo de golpe, pero yo estaba tan concentrada leyendo mi horario que no
tuve tiempo de reaccionar y ya sin la protección de su súper paraguas seguí
caminando bajo la lluvia hasta chocar con algo, o más bien alguien. Estuve a punto de caer al
suelo si no fuera porque dos manos grandes me agarraron de la cintura.
-
Bueno,
supongo que esta es la forma que vamos a tener siempre de cruzarnos.
Levanté
la vista para ver a un Simón muy sonriente. El chico tenía el pelo mojado por
la lluvia y eso hacía que su tono rubio pareciera más oscuro dándole a sus ojos
celestes mayor profundidad. De verdad era hermoso…
-
Simón
– repitió Ema que ya se había acercado a nosotros para cubrirnos del agua -
¿Qué haces acá?, te mando mi hermano ¿no es cierto?, te mando Samuel.
-
Sí,
pero también vine porque quería ver cómo estaban – mirándome fijamente, Simón
me soltó y se alejó un paso. – y por lo que veo no muy bien. No durmieron nada.
Mientras
Simón y Ema comenzaban un intercambio de palabras sobre lo poco que debería de
importarle a él nuestras horas de sueño, yo me hice a un lado y continúe con lo
que estaba haciendo.
Estaba
terminando de guardar los papeles que tenían las indicaciones a mis futuras
clases cuando sentí que alguien pronunciaba mi nombre.
-
¿Qué
paso? – miré a Ema y me di cuenta de que estaba conteniendo la risa.
-
Paso
que Simón se fue y no te diste cuenta.
Miré
a mí alrededor y comprobé que tenía razón.
-
¿Cuándo
se fue?
-
Hace
un momento. Te saludo pero vos nada. – rió – Creo que heriste su orgullo
masculino.
Dudaba
que así fuera, pero eso no detuvo a Ema que comenzó a reír más fuerte. ¿Qué era
tan gracioso? no saludar a alguien era grosero, no tenía nada de divertido. Al
parecer se dio cuenta de mi contrariedad porque contuvo la risa y respiro
profundo para calmarse.
-
No
entendes, ¿cierto?
-
No,
no le veo la gracia, me parece que más bien quede como una grosera. Podrían
haberme hecho un gesto para avisarme que se iba si estaba concentrada en otra
cosa.
-
Es
que eso fue lo gracioso Oriel. – suspiró – Jamás, nunca de los nunca, una chica
ignoro a Simón o, en el mismo caso, a mi hermano.
-
Pero
yo no lo ignoré, simplemente estaba haciendo otra cosa y por eso no me di
cuenta de que se iba.
-
Ese
es el punto. En lugar de quedarte mirándolo o estar atenta a lo que hacía te
enfocaste en otra cosa.
-
Bueno,
me alegro de que lo encuentres divertido, solo espero que Simón no lo haya
tomado a mal.
-
No
lo hizo, se dio cuenta de que directamente estabas concentrada en tus cosas. No
es como que estabas haciendo algo malo – se encogió de hombros – y ahora
vamos, busquemos ese café y corramos a
clases.
No hay comentarios:
Publicar un comentario