No es
que no creyera en la palabra de mi mejor amigo, pero me costaba imaginar que
Ema estuviese bien dado que ayer habíamos tenido una de nuestras peores peleas.
Mi hermana era una reina del drama y todos sabían eso.
-
No
te estoy mintiendo Sam, estaba bien, no había dormido mucho pero aparte de eso
tuvo la energía suficiente como para echarme por haberme aparecido de repente.
-
Eso
no quiere decir que estuviese bien, esta sola y necesita que alguien la
consuele porque sé cómo es Ema y el hecho de que no haya colapsado ahora no
quiere decir que no vaya a hacerlo.
-
Primero,
no está sola – Simón cerró el libro que estaba leyendo y me miró – esta con
Oriel. Segundo, tu hermana ya no tiene cinco años como para que estés
analizando sus colapsos. Y tercero… bueno, no tengo un tercero, pero con el uno
y el dos creo que completamos el cuadro.
Cerré
mi propio libro de texto y comprobé que el profesor no estuviese cerca antes de
inclinarme sobre Simón. Mi amigo no era idiota, pero se estaba comportando como
uno. Sabía lo protector que era con mi hermana y ayer había arruinado nuestra
relación a lo grande, tenía que tomarse esto enserio.
-
Mi
hermana siempre va a tener cinco para mí y la conozco lo suficiente como para
saber que tiene una personalidad retroactiva, que vos la veas bien ahora no
quiere decir que más tarde las cosas sigan así. Y sobre esa chica, Oriel,
todavía no sabemos nada sobre ella. Para mi sigue siendo la nueva perra que
sabe quién es mi hermana y solo busca algo de ella.
-
Esa
perra de la que hablas fue la que se llevo a tu hermana hecha un desastre ayer
en la noche porque vos estabas tan caliente que no te importo buscar algo con
su peor enemiga. Esa perra es la que durmió mal porque Ema seguramente se la
pasó llorando, y esa misma perra es la que esta mañana la tenía sonriendo
mientras la acompañaba a clases. Así que no seas tan hipócrita – suspiro y se
reclino sobre su asiento – tene más respeto, Oriel no es como Ella. Ni como
ella ni como ninguna de las anteriores.
-
¿Qué
te hace decir eso?
Simón
volvió a abrir su libro de texto y me sorprendió que se tomara su tiempo para
contestar. No era la gran pregunta y en realidad se la había hecho porque asumí
que no tendría nada que contestar. Ninguno de nosotros la conocía.
-
Me
ignoró, esta mañana, cuando la vi, me ignoro.
-
¿Cómo
que te ignoro?
-
Eso
– tomo un resaltador y comenzó a trazar líneas sobre la hoja que supuestamente
estaba leyendo – antes de irme me despedí de ellas y ni siquiera levanto la
mirada para saludarme. No se dio cuenta.
-
No
– fruncí el ceño – lo hizo apropósito. Seguramente era para llamar tu atención
y…
-
No.
– Simón me interrumpió y ya parecía cansado de hablar del tema – No se dio
cuenta. Estaba concentrada en otra cosa y no nos notó; inclusive cuando Ema se
puso a gritarme se alejó para darnos privacidad. La miré en más de una ocasión
y no estaba escuchando. No sabes lo que eso hizo reír a Ema. Nunca la había
visto tan satisfecha y si no fuera porque se lo que significa para ella me
hubiese sentido ofendido.
Mi
amigo siguió leyendo y subrayando su texto pero yo fui incapaz de volver a
abrir mi libro.
¿La nueva amiga de mi hermana era en realidad una “amiga”?, eso
era nuevo. Yo no era tan ingenuo como Simón y todavía creía que todo podía
tratarse de una metodología de la chica para hacerse la interesante o mantener
un perfil bajo hasta tener confianza suficiente, pero de todas maneras eso la
hacía diferente.
Cerré
los ojos y me hundí en la silla. Recordé el rubor que ocupo sus mejillas en
cada una de las ocasiones en las que hablamos y no lo dude, era diferente.
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