Mierda.
La
chica llegaba de su trabajo y yo solo la presionaba con mis planteos, ¿Qué
diablos pasaba conmigo?, Oriel no tenía la culpa de que estuviese nervioso y
molesto porque hacía una semana que mi hermana me estaba ignorado y definitivamente
tampoco era alguien para mí como para estar controlando su maldito uniforme de
trabajo.
Escuche
como se movía dentro de la habitación y
volví a sentarme. Me merecía esperar afuera, me había pasado de la línea y lo sabía.
Simón tenía razón, la chica no era peligrosa. Tenía un trabajo, un verdadero
trabajo, no estaba buscando algo de mi hermana. Conmigo lejos y lo desesperada
que estaba Ema por conocer a alguien no le habría costado ningún esfuerzo
obtener lo que quisiera, una semana era más tiempo del que Ella había tenido
para que sus intenciones comenzaran a notarse.
Estaba
observando la puerta, imaginando como hubiese sido si me hubiese comportado y
ahora estuviese dentro con Oriel, cuando la escuché. Ema venía hablando por teléfono
pero apenas me noto se detuvo.
-
Disculpa
– le dijo a la persona del otro lado de la línea. Solo esperaba que no fuese
otro de sus chicos. – ahora no puedo seguir hablando, después te llamo.
Mi
hermana cortó la comunicación y se limito a cruzar los brazos mientras me
miraba con el ceño fruncido. Que no me hablara era peor a que hubiese comenzado
con gritos.
-
¿No
me vas a decir nada?
-
No
tengo nada para decirte – su tono de voz era frío. Me lo merecía, pero aún así
dolía como una perra.
-
Lo
lamento Ema, de verdad que si, fui un desagradable, no merezco que me perdones
pero lo necesito. – me pase las manos por el pelo y fui consciente de lo
desesperado de mi tono. Esto era malo – Sos mi hermana, te amo, necesito que me
perdones.
Ema
respiro profundo y dejó caer los brazos. No estaba saltando encima de mí pero
era un avance. Solo necesitaba que me perdonara y las cosas volverían a la
normalidad. Ella era todo lo que tenía.
-
Si,
sos desagradable, acostarte con Ella es de las cosas más bajas que has hecho – suspiro
– simplemente no puedo creer que lo hicieras. Consiguió lo que siempre había
buscado y eso es porque se lo diste – sus ojos se llenaron de lagrimas y el
corazón se me hizo pedazos. Mi hermana tenía razón, era una basura. Daba asco.
– la dejaste, dejaste que ganara, dejaste que me usara.
Y
rompió en llanto. No tuve que pensarlo, me acerque a ella y la envolví en un
abrazo. El hecho de que no intentara soltarse daba cuenta de lo dolida que
estaba.
No sé
cuánto tiempo Ema estuvo llorando en mis brazos ni cuantas veces llegue a
repetirle que lo sentía, pero en un momento ambos escuchamos una voz que
provenía del pasillo y nos separamos para ver quién era. Oriel nos miraba
avergonzada.
-
Chicos,
¿quieren entrar? – se hizo a un lado e hizo señas para que entráramos al cuarto
– puedo hacerles un té y dejarlos tranquilos para que sigan hablando adentro.
Creo que va a ser lo mejor, ¿no les parece?
Su
sonrisa insegura combinada con el tono suave de su invitación me gusto. No me
sorprendió que mi hermana se soltara de mi agarre para ir corriendo a colgarse
de ella. La chica pareció incomoda pero no por eso la soltó y muy delicadamente
entro a la habitación con Ema a cuestas.
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