-
Ema,
de verdad estoy incómoda, creo que deberíamos volver para que pueda cambiarme y
sacarme el maquillaje que…
-
Estás
loca si pensas que voy a volver para que te saques ese vestido que te queda
hermoso. Ni lo sueñes, no va a pasar.
-
Ema
por favor…
-
No,
no vamos a volver. Lo digo enserio.
Y no
bromeaba, sin siquiera mirarme abrió la puerta del auto y se bajo, dejándome
sola.
Había
sido tan mala idea dejar que Ema me vistiera que casi tenía ganas de llorar de
lo incómoda que me sentía.
Apenas llegue después de la cena con su
hermano, Ema comenzó a parlotear sobre la fiesta que darían esta noche y sobre
el cuidado especial que debíamos tener a la hora de elegir atuendo. Ni siquiera
había escuchado la mitad de las cosas que dijo, estaba entusiasmada y gritó
tanto que no interrumpí su monólogo; eso
sumado al hecho de que no tenía idea sobre moda y lo que estaba diciendo solo
me llevo a escucharla mientras me duchaba y trataba de relajarme. Pero el
problema vino después, cuando apenas salí de la ducha y Ema me quito la bata
para ponerme un vestido tan ajustado que parecía una segunda piel. Al principio
creí que estaba jugando, que solo quería que nos probáramos ropa y tonteáramos
un rato, pero cuando quise sacármelo empezó a los gritos y descubrí que
mientras me bañaba había tenido el valor de meter toda mi ropa de salir en una
valija que estaba cerrada con candado.
Estaba
loca, tan loca que me dio miedo decirle algo y solo deje que siguiera
vistiéndome y peinándome. En ocasiones Ema era muy infantil y caprichosa y
durante los meses en que construimos nuestra amistad había aprendido que su
necesidad de que fuéramos un equipo a veces iba un poco más allá cuando juagaba
a que yo fuese su muñeca personal. No me molestaba porque sabía lo suficiente y
Ema jamás había tenido una amiga verdadera, por eso siempre la dejaba ser, solo
que esta noche había ido un poco lejos; bastante lejos teniendo en cuenta todas
las libertades que se había tomado con respecto eso de esconder mi ropa.
Para
ser justa el vestido era hermoso, de color natural, con media espalda baja y de
un largo decente, pero era realmente apretado y aunque había cortado el atuendo
con unas botas de caña alta negras todavía me sentía muy arreglada para la
ocasión; aunque solo tenía que ver a Ema, con su vestido rosa de gasa y
volados, para que el sentimiento lentamente se fuera desvaneciendo.
Solo
salí en busca de mi amiga cuando me sentí lista.
No me
sorprendí al ver la cantidad de autos que ocupaban la cuadra. Simón y Samuel
eran muy populares debido a quienes eran y al encanto personal que poseían, por
eso esta sería una fiesta concurrida. Cada chico y chica que formara parte del
círculo privilegiado de la Universidad estaría presente, de eso no me cabía
ninguna duda.
Ema
estaba en la puerta hablando con un Simón muy sonriente.
-
¡Y
ahí viene ella! – dijo cuando me vio caminar hacia ellos – finalmente decidida
a mostrarse al mundo…
-
¿Oriel?
Los
ojos turquesa de Simón se abrieron ligeramente al verme y no pase por alto la
mirada que le dio a mi atuendo. Se entretuvo con mis piernas y no fue hasta que
carraspeé que volvió a mirarme a los ojos.
-
Hola
Simón. – sonreí.
-
Hola
– sonrió de vuelta – perdona la mirada pero realmente me sorprendiste. Jamás te
había visto así. Tan…
-
¿Provocativa?
-
Esa
sería una palabra pare describirlo – asintió – aunque basta con ver tu cara
para que el ángel vuelva a la vida.
Puse
los ojos en blanco y me acerque al grupo. La puerta estaba abierta y se podía
escuchar la música sonar muy fuerte desde adentro.
-
¿Vamos
entrando? – Simón nos ofreció a cada una un brazo para escoltarnos - La verdadera acción se da en el patio, donde
solo un grupo privilegiado va a tener el placer de acceder y me encantaría que
entraran conmigo.
-
¡Claro
que vamos! – Ema dio un gritito de emoción que nos hizo reír.
-
¿Por
qué en el patio? – pregunté.
-
Sam
quería un sector en donde no hubiese tanto ruido y como nunca usamos el invernadero
se le ocurrió que podíamos organizar un anexo ahí.
-
¿Tienen
un invernadero?
Mire
a Simón sorprendida y él solo se limito a asentir sonriendo.
Nunca
había estado en la casa de los chicos de nuevo después de aquella fiesta que
termino en desastre y aunque ya en ese entonces me había parecido linda y
espaciosa recién ahora me daba cuenta de que “espaciosa” era un adjetivo que se
quedaba corto. La sala estaba llena de gente y todavía había espacio. Botellas
con bebidas de colores ocupaban la mesa ratona y las repisas y la música estaba
muy fuerte. Seguimos de largo para pasar por un comedor en donde había una mesa
larga de roble con sillas a juego pero todo estaba desordenado porque otro
grupo de personas jugaban para tomar. Pasamos por la cocina, en donde tanto la
mesada como la isla estaban llenas de vasos y bebidas, y seguimos hasta salir
por una puerta trasera que daba a un patio inmenso. Suspiré al ver el
invernadero del que Simón hablaba. Estaba en el centro y lo habían decorado con
decenas de lucecitas de navidad…
-
Esto
es increíble Simón, realmente hermoso.
-
Gracias
– contestó Ema en su lugar – fui yo quien les prohibió que se deshicieran del
invernadero, estos dos dementes querían demolerlo.
-
Pero
no lo hicimos – Simón miro a Ema y le saco la lengua – y aunque casi no lo
usamos tenemos un jardinero que se ocupa de mantener lo que hay adentro.
-
Con
eso Simón te quiere decir que no tiene ni idea de cuáles son las plantas que lo
habitan. – Ema puso los ojos en blanco – Y la verdad chicos que esta conversación
ya me aburrió, voy a buscarme algo para tomar, ya que nadie se ofreció. – los
ojos celestes de Ema taladraron a Simón – Yo traigo algo Oriel, no te
preocupes.
-
No
Ema, eso no...
El
resto de la oración quedo en la nada porque Ema ya se había ido. Lo último que
vi de ella fue un pedazo del tul rosa antes de que se perdiera entre el resto
de los invitados amontonados en la puerta del invernadero.
-
Sé
que no vas a tomar lo que Ema te traiga – Simón se ubico delante mío - ¿Queres
que te traiga limonada de la cocina?
-
¿Qué
bebida con alcohol se mezcla con limonada?
-
Ninguna
– rió – pero tenemos cajas en la heladera y más en la alacena para consumo
diario. Para esta noche compramos solo bebida alcohólica pero sé que vos no
consumís nada de eso.
-
Sos
un sol – sonreí – te agradezco Simón y
sí, acepto un poco de limonada.
-
Enseguida
vuelvo.
Mire
a Simón alejarse y no pude evitar pensar en lo bien que se veía esta noche.
Estaba completamente vestido de negro y por eso la ropa oscura hacía buen
contraste con su pelo rubio y sus ojos claros como el océano.
Muchas
veces me había preguntado si sentía algo por Simón, incluso me había esforzado
por sentirlo porque en ocasiones me parecía percibir que él estaba interesado
en mí y durante los meses que compartimos juntos no solo descubrimos que
teníamos los mismos gustos sino que había encontrado en él una persona
increíblemente buena y generosa, pero aún en este momento, viéndolo tan hermoso
y queriéndolo tanto, no podía mentirme porque no sentía nada. Absolutamente
nada que no pudiese compararse con el cariño que le tenía a Ema.
Lástima,
sentir algo por Simón hubiese sido tan sencillo…
-
¿Oriel?
Se me
puso la piel de gallina y el corazón se me detuvo solo de oír su voz.
Lentamente
voltee y no pude evitar ponerme colorada al ver los ojos grises de Samuel
clavados en los míos.
-
Hola
Samuel – sonreí. Tenía que calmarme, no podía dejar que el hermano de mi mejor
amiga de a momentos me pusiera así de nerviosa. - ¿Cómo estás?
-
Estaba
bien hasta que te vi – apretó la mandíbula y pude notar como los músculos de
sus brazos se tensaban - ¿Qué haces acá?, así vestida…
-
Creí
que estaba invitada – me encogí de hombros – y sobre la ropa me la presto Ema.
Bueno, más bien me obligo a usarla.
-
Voy
a matarla, juro que cuando la vea voy a matarla. Vamos.
Sorprendiéndome,
Samuel me tomo de la mano y me llevo con él hacía adentro.
-
¿A
dónde vamos?
-
A
buscarte algo para ponerte sobre ese vestido – me miro de reojo – y
preferentemente que sea largo. Esas botas solo resaltan más el largo de tus
piernas
Samuel
siempre se había comportado protector conmigo y desde su primer comentario, aún
antes de que profundizáramos nuestra relación, sobre mi uniforme de trabajo
había entendido que la ropa era muy importante para él, pero eso no justificaba
que se comportara así y sabía cómo detenerlo. Lo había estado haciendo durante
las últimas semanas, conocía el proceso.
-
Estas
exagerando. – me detuve y lo obligué a detenerse. Ya estábamos en el segundo
piso y por suerte no había nadie que presenciara la escena – Se que esta ropa
no es mi estilo y es bastante provocativa, pero es solo por esta noche y para
complacer a Ema, no es nada.
-
Si
es – sus ojos grises me recorrieron de pies a cabeza – no voy a poder estar
cuidándote todo el tiempo y creeme cuando te digo que vestida así vas a
necesitar tenerme cerca.
-
¡¿Para
qué?!, ¿Para qué alejes a cada chico que quiera acercarse a hablarme? – puse
los ojos en blanco – por favor Samuel, puedo cuidarme sola y en definitiva no
estaría mal que intentara socializar un poco, es tiempo de que empiece a
ampliar mi circulo, no puedo estar siempre dependiendo de ustedes.
Y lo
decía enserio. Si no estaba con Ema, pasaba tiempo con Simón y si no era él era
Samuel a quien tenía cerca. No podía limitarme a relacionarme con tres personas
que, encima, tenían mucha más historia juntos de la que yo jamás compartiría
con ellos. Ni siquiera había hablado con Max en la última semana y hacía tiempo
que nuestras sesiones de estudio solo se habían limitado a eso, estudio.
-
Y
una mierda – la voz dura de Samuel me devolvió a la realidad. Estaba enojado
pero ¿Por qué?, no había hecho nada malo.
-
¿Qué
te pasa?, ¿Por qué te pones así?
-
Porque
con nosotros estás bien, no necesitas a nadie más. Conmigo es suficiente.
“Conmigo”…
Y
entonces lo entendí.
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