Estar
en la misma habitación que Simón era difícil, la vergüenza me quemaba por
dentro aunque sabía que no había hecho nada malo; al menos no en teoría.
El
silencio era incómodo pero lo prefería a comenzar a decir cosas sin sentido que
solo me harían sentir más humillada.
Habíamos
estado así por lo menos veinte minutos, Simón sentado en mi cama mientras yo
doblaba toda la ropa que Ema había dejado tirada, cuando finalmente habló.
-
¿Cuánto
tiempo más vamos a hacer esto? – se había incorporado y me fruncía el ceño.
-
¿Hacer
qué?
-
Pretender
que no paso nada.
-
Es
que no paso nada – remarqué – y ya te dije que no tenes porque quedarte a hacerme
de guardaespaldas. Me trajiste sana y salva, podes volver a la fiesta Simón. No
necesito una niñera.
-
Y
yo no pretendo ser una, estoy acá porque quiero. Es más, quiero que hablemos,
deja de ordenar lo que no te corresponde y habla conmigo.
-
¿Y
de que queres hablar? ¿del desastre que acabo de armar? – solté el vestido que
tenía entre manos y lo miré enojada – porque honestamente me cuesta reproducir
la situación en mi mente, está bastante claro que lo que hice estuvo mal pero
si estas esperando el momento para tirármelo en la cara no lo desaproveches, es
este.
Cerré
los ojos y suspiré. No quería ser tan dura con Simón pero, de todas, su opinión
era la que más me importaba, por eso me dolía saber que su impresión sobre mi
seguramente había cambiado…
-
No
hagas esto – Simón se paró de golpe y me miro enojado – no lo conviertas en tu
desastre. Era algo que iba a pasar, todos lo sabíamos, solo lamento no haber
estado cerca para prevenir que sea en el peor momento.
-
Vos
no… - me detuve de golpe. ¿Había escuchado bien? - ¿Cómo que era algo que iba a
pasar y todos lo sabían?
-
Sam
te está siguiendo hace meses, tarde en notarlo porque esta vez fue diferente y
para cuando lo hice ya era demasiado tarde. Porque esta noche debería haber
sido yo y ambos lo sabemos.
Quede
como piedra. Era mucha información para procesar y los ojos claros de Simón no
me dejaban pensar con claridad. Solo podía estar de acuerdo con él en una cosa,
y esa cosa hacía que el corazón me latiera a toda prisa…
Simón
debería de haber ocupado el lugar de Samuel esta noche, siempre debería haber
sido Simón…
Al
comprender algo tan simple y que me resultaba tan natural como eso tuve que
romper el contacto visual y me di la vuelta.
¡Dios!
¡¿Cómo no me había dado cuenta antes?!
-
No
te sientas mal Oriel, no es como si ninguno de nosotros hubiese podido
evitarlo.
-
No
digas eso, yo podría haberme dado cuenta antes, podría haber hecho algo,
podría…
-
No,
conozco a Samuel desde que somos chicos y cuando quiere algo lo consigue. Sino
como pensas que me hice esto. – con una sonrisa me señalo la pequeña cicatriz
que tenía en la frente.
-
¡¿Y
eso que importa?! Yo no soy como un objeto que él pueda conseguir, solo cometí
el error de permanecer muy cerca, sabía que era peligroso y debería de haberlo
evitado, es mi culpa, yo cause esto.
-
No,
no pienses que lo podrías haber evitado porque era imposible. Creeme, yo lo sé
mejor que nadie y era el que más tenía para perder.
-
Lo
dudo. No soy tan especial. Creeme.
Voltee
para mirarlo a los ojos y que se diera cuenta. Sí, me quería a mi misma y tenía
muchas virtudes, pero tampoco era tan especial ni la chica que Simón merecía y
por mucho que lo deseara tampoco sentía por Simón otra cosa más que cariño de
hermanos.
-
No
soporto que te pongas en ese papel. Mostrando tanto ímpetu en cada oportunidad
que se te presenta pero cuando se trata de mí, cuando se trata de Sam simplemente
no tenes ni idea. – Simón se acercó y se agachó lo suficiente como para que sus
ojos quedaran a la altura de los míos – No podes pensar que alguien no te
merece. En todo caso debería ser al revés. Nosotros no te merecemos; al menos
se que yo no lo hago, pero igual quiero mantenerte cerca – sonrió – me haces
bien, gracias a vos soy mejor persona y te aseguro que no soy el único que
puede decir eso.
Esto
era tan típico de Simón. Siempre defendiéndome, haciéndome sentir bien,
diciéndome lo buena e increíble que él creía que era…
Porque
admitámoslo, no era ni la mitad de especial de lo que él decía pero resultaba reconfortante
que alguien pensara así de mí. Por eso lo necesitaba, por eso no podía
arriesgarme a perderlo, Simón se había vuelto parte esencial de mi vida; si
podía ver más allá de la atracción que sentía por él era porque lo necesitaba.
Jamás se lo admitiría a nadie, necesitar era una palabra que odiaba, pero tenía
que ser consciente de mis debilidades y aparentemente él era una.
No sé
que habrá visto Simón, si se habrá notado lo que estaba pensando, porque en un
instante lo tenía sobre mí, rodeándome con sus brazos. Al principio me
sorprendí, no estaba acostumbrada a los abrazos, pero hice un esfuerzo y me
relaje. Podía escuchar los latidos de su corazón que iban tan deprisa como los
míos.
-
Hubiésemos
sido increíbles juntos. – las palabras de Simón hicieron eco en su pecho.
-
Somos
increíbles ahora.
Escuché
su risa y me relaje. Todavía tenía un desastre que arreglar, pero saber que
contaba con algo sólido como mi amistad con Simón hacía todo más sencillo.
Mi
actuar de esta noche podría haberme dejado sola. No estaba segura de cuál sería
la reacción de Ema al enterarse sobre mi beso con su hermano, tenía a una chica
nada contenta conmigo que seguramente me estaba buscando y de Samuel se podía esperar
cualquier cosa, por eso no tenía más que sentirme agradecida de que Simón no me
dejara.
Me
estaba separando de Simón cuando la puerta se abrió con un golpe. Del susto
pegue un salto y Simón, que casi me tenía en brazos, me levanto, literalmente,
hasta ubicarme a su espalda. Estaba asustada, realmente asustada, pero igual me
sorprendí muchísimo cuando la figura de Samuel se materializo frente a
nosotros.
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