Fue
Simón quien rompió el silencio.
-
¡¿Qué
haces entrando así?! ¡la asustaste!
-
Perdón
– los ojos de Samuel me buscaron y se quedaron clavados en mí. – Lo siento, no
quise asustarte pero venia apurado y no pensé antes de entrar.
-
¡Claro
que no pensaste! – salí de detrás de Simón y lo enfrenté - ¿Quién te dio derecho a entrar así en una
habitación privada?
-
Es
la habitación de mi hermana.
Ya no
parecía tan arrepentido y de repente sus ojos ya no estaban en mí sino en Simón.
-
Pero
yo no soy tu hermana.
-
Eso
ya lo sabemos – volvió a mirarme – lo dejamos bien en claro hace unas horas,
¿no te parece?
Sentí
como las mejillas se me ponían rojas de la vergüenza y cerré los puños con
fuerza. Me estaba provocando, pero no fui yo quien respondió a su jugada, sino
Simón, que antes detrás de mí no perdió la oportunidad para volver a plantarse
como un escudo.
-
Calmate.
No te desubiques.
-
No
soy yo el que se está desubicando – los ojos grises de Samuel estaban fijos en
su mejor amigo y yo empezaba a sentir que nada de lo que estaba por venir
terminaría bien.
-
Como
siempre te estas precipitando, pero como te conozco voy a hacer caso omiso a tu
delirio.
-
Que
estés tocando a la chica que estuve besando hace apenas un par de horas no me
hace un delirante. No es que no lo hayamos compartido en el pasado, pero estaba
casi seguro de que esta vez no funcionaría. O al menos de que ella no se
dejaría.
Muchas
cosas estaban mal de lo que había dicho Samuel, pero la que había hecho que
saliera del escudo que Simón me ofrecía había sido su ofensa hacía mi persona.
Ellos podrían haber manejado los códigos que quisieran, pero yo no pensaba
quedar en el medio.
Me
acerque y le hice frente. Era mucho más alto que yo por lo que tuve que
erguirme en toda mi postura, pero eso no impidió que mi tono de voz sonara
helado.
-
Restractate.
Retractate ahora.
-
¿De
qué me tengo que retractar?
-
Sabes
bien de lo que hablo. Te estoy dando la oportunidad de que des marcha atrás.
Hacelo.
-
Agradezco
tu oportunidad, pero no tengo nada de que retractarme. Acabo de llegar y por
muy brusca que haya sido mi entrada no podemos pasar por alto el momento íntimo
que ustedes dos estaban viviendo.
-
Simón
es mi amigo, podemos vivir todos los momentos íntimos que querramos juntos,
pero vos no estás hablando de ese tipo de intimidad y tus insinuaciones son
ofensivas.
Los
ojos grises de Samuel eran fríos como el hielo. Sabía que estaba teniendo una
lucha interna, en los últimos meses había aprendido que no era una mala persona
y que en realidad todos esos malos modales que usaba se debían a quien era y lo
mucho que le costaba cuidar de su hermana y cargar el apellido y por eso quería
que se retractara, porque de no hacerlo solo estaría rompiendo la imagen
medianamente decente que comenzaba a tener de él...
-
Está
bien, lo lamento, me deje llevar, lo dije que no estuvo bien.
Suspire
aliviada. Samuel miró a su mejor amigo y voltee para ver a Simón que asentía
comprensivo.
-
Pero
ahora quisiera que hablemos – Samuel volvió a mirarme – solos.
-
No
creo que eso sea una buena idea – me mordí el labio – la realidad es que no
tenemos mucho de qué hablar y salvando el error que cometimos hace un rato no
hay nada que nos una. Nunca lo hubo. Yo solo soy la mejor amiga de tu hermana.
Hice
énfasis en mis últimas palabras y no corte el contacto visual para que le
quedara bien claro.
También
lo había dicho delante de Simón porque quería que también supiera que estaba
arrepentida de cómo había actuado esta noche. Dejarme llevar por un chico lindo
no era mi estilo y bajo ningún punto me parecía que estaba bien si encima ese
chico tenía novia.
-
Simón,
andate por favor.
-
Me
parece que Oriel no quiere…
-
Te
estoy diciendo que te vayas. Dejanos.
Samuel
abrió la puerta e invito a Simón a retirarse, voltee para mirarlo y él, con un
gesto de disculpas, me dejo sola con él.
No
podía creerlo, simplemente no podía creerlo…
-
¿Por
qué haces esto? Estar solos no es una buena idea, esto nos va a traer
problemas. – dije enojada.
-
¿Por
qué nos va a traer problemas?, no estamos haciendo nada malo. No hicimos nada malo.
Los
ojos de Samuel estaban fijos en mí y su mirada intensa solo me ponía más
nerviosa, me confundía. No podía dejarme llevar por su perfecta apariencia y
todas las cosas que había hecho por mí en los últimos meses porque al final perdería; yo, de todos, era la que más
tenía para perder. Su hermana era mi mejor amiga, mi única amiga, y su mejor
amigo me había confesado que sentía cosas por mí y aunque Simón me había
prometido que no me dejaría sola si las cosas entre Samuel y yo salían mal (que
era lo más seguro) sabía perfectamente que lado elegiría.
-
Lo
hicimos y lo estamos haciendo. Tenes novia y yo soy la mejor amiga de tu
hermana. Lo que paso en la fiesta fue un impulso, nada importante, lo mejor es
explicarle a Ema antes de que se entere por otros y se enoje con nosotros.
-
Primero,
no tengo novia, Helena no es nada mío. – dijo entre dientes - Segundo, no
tenemos nada que explicarle a Ema, probablemente no te diste cuenta pero hace
meses que ella está esperando que esto pase; si de algo tenemos que hablar es
de nosotros, de lo que sentimos el uno por el otro y lo que pensamos hacer al
respecto.
Abrí
los ojos sorprendida.
-
Nosotros
no sentimos nada por el otro – cerré los ojos e intente enfocarme – ese beso
fue algo del momento, nada importante, no quiero arruinar nada y
definitivamente con esto vamos a hacerlo. Tomemos distancia, por favor… no
quiero perder a Ema.
-
Esto…
esto es increíble, malditamente increíble.
Bueno,
si antes se estaba controlando ahora definitivamente estaba enojado.
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