Dolía, pero no por eso faltaría a mi clase de pintura.
Solo me detuve para hacer una pasada rápida por el dormitorio, tomar un
analgésico y una botella de agua.
El aula de pintura quedaba en el subsuelo, casi todas las
materias de arte se daban ahí, por eso tuve que apurarme para llegar a tiempo.
Como siempre, en la puerta del aula me estaba esperando
Guillermo.
-
¡Ey! –todavía no había llegado y ya lo tenía
corriendo hacía mi - ¡¿Qué te paso en la cara?!
-
Dios – cerré los ojos molesta - ¿se nota tanto?
-
Por supuesto que se nota – mi mejor amigo tomo
un mechón de mi pelo entre sus dedos y suspiro – esto no es suficiente para
cubrirlo.
-
Bueno, lo que sea, no importa, con las horas se
irá deshinchando.
Me separé de él y camine a clase. Me ubique donde siempre
y comencé a sacar mis pinceles mientras lo esperaba.
-
¿Y?, ¿vas a contarme que paso?
-
En realidad no es tan interesante. Me encontré
con el novio de mi compañera de cuarto y las cosas no salieron muy bien.
Guille se acomodó los lentes y comenzó a imitar mis movimientos
mientras acomodaba sus propios materiales.
-
Te hago dos correcciones, la primera, ex
compañera de cuarto y la segunda ex novio.
-
Que correcciones son tan relevantes…
Ambos nos miramos al mismo tiempo y reímos.
-
Volviendo a lo que importa, por ‘no muy bien’
¿te referís a que termino golpeándote?
-
Exactamente. Y la verdad es que para lo
intimidante que luce no pega tan fuerte.
-
Claro, porque eso es un tremendo alivio – Guille
dejo lo que estaba haciendo y me tomo de la muñeca con suavidad - ¿ahora sí podemos
ir a hacer la denuncia?
-
¿Estás loco? – lo mire y me solté – mi compañera
ya tenía una de estas – señale la marca en mi mejilla – cuando lo denuncio y
mirala ahora.
-
Ya no comparten habitación, esa es una pregunta
tramposa.
-
Exactamente.
Mi mejor amigo comenzó a murmurar una lista de motivos
por los cuales debería denunciar a Ignacio, pero yo ya no lo estaba escuchando
y aunque la profesora no había llegado comencé a pintar sobre el lienzo que
tenía enfrente, necesitaba terminar esta pintura y no dejaría que una discusión
con un chico que tenía serios problemas de temperamento me desconcentrara.
La clase fue tranquila. La profesora llego tarde por lo
que no le molesto que la mitad de nosotros ya hubiésemos empezado. Mi amigo se
detuvo después de una hora de balbuceos y para cuando salimos ya había dejado
el tema atrás; me conocía lo suficiente como para saber que si no lo hacía
terminaría alejándome.
-
¿Vamos a comer algo?
-
Me leíste la mente – lo miré – necesito azúcar.
-
Lo sabía. Pero no vayamos al comedor, vamos al
café que queda a unas cuadras.
Asentí y cargando todos nuestros materiales salimos del
edificio.
Lloviznaba, por eso para cuando llegamos al café los dos
teníamos el pelo mojado y la ropa húmeda.
-
Odio este clima, empaña mis lentes.
-
Lo sé – sonreí – pero te ves adorable justo
ahora y a Luca le encantaría que le mandara una foto.Si tan solo me dejaras...
-
Ni lo sueñes, me veo espantoso.
-
Vos y yo tenemos ideas muy diferentes sobre lo
que espantoso quiere decir.
-
Si – me miro de arriba abajo – la tenemos.
Comencé a reír y Guille me miro mal. Odiaba cuando me
reía tan fuerte y por eso fingía no conocerme y yo aprovechaba esos momentos de
molestia que lo distraían para hacer lo que quería.
Mientras hacía su pedido le saque una foto y se la mande
a su novio.
-
Se lo que hiciste – dijo mientras dejaba sus
cosas en una mesa – y te detesto por eso.
-
No me detestas, me amas más intensamente.
Guille puse los ojos en blanco y justo en ese momento su
teléfono comenzó a sonar. Era la canción de Luca y las mejillas de mi mejor
amigo se pusieron rojas de la vergüenza.
Me sacó la lengua antes de contestar, gesto que me
pareció muy infantil y grosero teniendo en cuenta que solo estaba recibiendo el
llamado gracias a la foto que le había tomado.
Guillermo y Luca se sumergieron en una conversación que
duro cuarenta minutos en donde las cosas cursis y privadas que se decían me
obligaron a perderme en mi propio mundo.
Termine mi tarta de chocolate, el café cargado que había
pedido y me puse a dibujar, todo mientras ellos seguían conversando...
-
¡Ey!, Merlina
Mire a Guille y note que ya no tenía el celular en la
mano.
-
¿Terminaste? – pregunté.
-
Si, ¿vos?
-
También. – cerré el cuaderno y comencé a meter
los lápices en la cartuchera - ¿Vamos?
-
Si, vamos, está lloviendo más fuerte y se hace
tarde.
Efectivamente,caía una cascada del cielo. Guille comenzó
a contarme sobre la conversación con Luca porque sabía que en algún momento
había dejado de prestar atención y me gustó saber que el próximo fin de semana
estaría visitándonos.
-
Me preguntó cómo estabas y le conté sobre el
incidente de hoy...
-
¿Por qué hiciste eso? es algo privado.
-
Dijo que cuando venga va a solucionarlo –
ignorando mi comentario, Guille abrió la puerta del edifico de residencias.
-
Eso no suena para nada bien y ya sabes que yo
sola puedo hacerme cargo de este problema que ni siquiera es mi problema en
primer lugar.
-
Si, lo sabemos, pero eso no quita que si alguien
quiere ayudarnos aceptemos su ayuda. Luca está preocupado y no va a dejar de
querer involucrarse. Te quiere, tenes que dejarlo que te ayude o vas a herir
sus sentimientos.
-
Me quiere porque te ama a vos. – suspiré - Tenes
mucha suerte.
-
Si, la tengo, y vos también de que haya
encontrado a alguien tan increíble como yo que sabe lo valiosa y especial que
sos.
Tenía que reconocer que mi mejor amigo era el mejor. Emocionada
por sus palabras me trepé a su espalda y así seguimos todo el trayecto de
vuelta a mi dormitorio, el llevándome a caballito mientras reía de los
comentarios ocurrentes que le susurraba al oído sobre la gente que pasaba cerca
de nosotros y nos miraba.
Para cuando llegamos quiso entrar conmigo. Estábamos
empapados así que agarre unas toallas y mientras él se secaba yo me senté
frente al espejo de cuerpo entero para mirarme la cara.
-
No esta tan mal… – había agarrado un poco de
hielo de la mini heladera que Sara me había regalado antes de venir a la
Universidad.
-
Si lo está; esta más hinchado y morado – sonrió
– aunque sé que no queres oír eso.
-
Gracias.
Ahora fui yo quien le saco la lengua y mientras mi amigo
se cambiaba la remera (mi habitación estaba llena de su ropa y demás
pertenencias) me saqué los guantes y comencé a limpiarme las heridas.
-
¿Puedo quedarme esta noche?
-
No creo que eso sea buena idea – lo miré – en
algún momento vas a tener que volver a tu casa, a tu rutina.
-
¿Y qué pasa si no quiero volver a mi rutina y
quiero seguir pegado a la tuya?
-
Esto. – le mostré mis manos y Guillermo suspiro
– No estás ayudando, solo me pone más nerviosa que estés dejando de lado tus
cosas para acompañarme a todos lados.
-
Evidentemente no estoy haciendo muy bien mi
trabajo si hoy paso eso. – señalo el golpe.
-
No tenes ningún trabajo. – apreté la mandíbula
con fuerza y lo miré seriamente. Esto tenía que terminar – Ignacio no es una
gran amenaza, dudo que vuelva a acercarsedespués de la escena de hoy y en algún
punto vas a tener que aceptar que ya no tengo nueve y no necesito un guardaespaldas.
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