Salía de mi clase de química cuando lo vi.
Samuel estaba apoyado en la pared que estaba frente al
aula, tecleaba su teléfono, inmerso en la conversación que estaba teniendo con
quien quiera que fuese la persona del otro lado del aparato. Tuve unos cuantos
segundos para apreciar lo hermoso que era antes de que finalmente levantara la
vista y me notara.
-
¿Almorzamos?
-
Hola a vos también – suspiré - ¿Cómo era eso de
que ibas a darme espacio?, porque en este momento no se siente como si hubiese
mucho espacio entre nosotros.
-
¡Vamos! Tenes que darme algo de crédito, una
semana es suficiente tiempo para pasar alejados, ¿no te parece?
Suspiré y aunque no quería tener que admitirlo estaba en
lo cierto. Realmente extrañaba pasar tiempo con él, verlo diariamente, y como tampoco
podía dejar de recordar sus besos cada vez que me iba a dormir y se convertía
en el protagonista de todos mis sueños mantener distancia se estaba haciendo
difícil.
-
Está bien, almorcemos.
-
¿Enserio?
-
Si – sonreí – enserio.
La sonrisa de Sam fue más grande que la mía, estaba
realmente contento y sorprendido de que hubiese aceptado, así que solo me
relaje y seguí sus pasos hasta salir del edificio para buscar su auto. En el
camino hizo algo que me tomó desprevenida. Me tomo de la mano y eso hizo que
varias personas nos miraran. A Samuel todo el mundo lo reconocía, y aunque yo
pasaba mucho tiempo con él seguramente se estaban
preguntando sobre el asunto de las manos unidas. Quise soltarme, estuve a punto
de hacerlo, pero él me sostenía con fuerza y en el fondo tampoco quería hacerlo
así que solo trate de ignorar las miradas.
-
¿A dónde queres ir a almorzar?
-
A donde elijas va a estar bien.
-
¿Segura?
-
Siempre.
Sonreí y él me devolvió la sonrisa. Subimos a su auto y
no arrancó hasta que tuve el cinturón de seguridad puesto.
-
Sos un obsesivo del control. – observé cuando ya
estábamos tomando la primer calle.
-
Solo cuando algo me importa realmente. – me miró
un segundo antes de volver sus ojos a la ruta.
-
¿Sabes a donde vamos a ir?
-
Si, ya lo sé y creo que te va a gustar.
-
No lo dudo, siempre elegís los mejores lugares.
¿Te interesa la cocina?
Era una pregunta rara, pero la verdad era que Sam conocía
las mejores panaderías, patiserries, restoranes y casas de comida en la ciudad
y, según Ema, de cada lugar al que había viajado por eso había preguntado.
-
Si, la verdad es que me interesa mucho la
cocina. No se lo digas a nadie, pero soy muy buen cocinero también.
-
¿Enserio? – no quise sonar tan sorprendida, pero
solo imaginarme a Samuel cocinando me parecía extraño.
-
Si, enserio – sonrió – voy a cocinarte para
nuestra segunda cita para que puedas comprobarlo.
-
¿Segunda cita?
-
Claro, esta es la primera.
Abrí los ojos sorprendida y el aprovechó el semáforo en
rojo para girar un poco y poder mirarme. Sus ojos grises siempre me cautivaban
y la intensidad con la que me observaba en este momento no solo me ponía nerviosa,
sino que me provocaba ansias.
-
Te dije que no me iba a alejar mucho tiempo. Una
semana fue suficiente, ahora nos vamos a tomar esto enserio – suspiró – no
quiero asustarte, pero en verdad me gustas y quiero que esto funcione Oriel.
Podemos al menos intentarlo, ¿no te parece?
Tenía dos opciones, ir por lo seguro, como hacía siempre,
y alejarme antes de que alguien saliera lastimado (ese alguien era, muy
potencialmente, yo), o arriesgarme por primera vez y ver que podía salir de
esto porque, tenía que darle un poco de crédito, una relación con un chico como
Sam podía ser realmente genial. Y me gustaba, aparte estaba eso, estaba segura
de que me gustaba.
-
Sí, creo que deberíamos intentarlo. – me
arriesgué.
La sonrisa en los labios de Sam y el brillo en sus ojos
me hizo sentir cálida por dentro, pero eso no fue nada comparado a lo que me
hizo sentir cuando, de repente, se inclino sobre su asiento y me besó.
-
No te vas a arrepentir de esto – dijo sobre mis
labios – juro que va a ser perfecto – y volvió a besarme.