Perfecto…
Tal vez demasiado perfecto.
Hacía una semana que mi relación con Sam había pasado de
“amigos” a algo un poco más serio y aunque había disfrutado cada minuto a su
lado comenzaba a preocuparme que en ningún momento pareciera querer bajar el
ritmo a lo que sea que estuviésemos construyendo.
Había escuchado los rumores que empezaron a circular
sobre nosotros; la mitad de la Universidad creía que yo era otra estúpida que
había caído en sus redes y la otra mitad solo no podía creer que estuviésemos
juntos. Pero ese no era el problema, estaba preparada para escuchar tonterías,
el problema era que Sam se había
encargado de dejar muy en claro que estábamos intentando algo demasiado rápido.
La primera vez que me beso en público fue en la puerta de
mi clase de cálculo, el día posterior a nuestra primer cita. Me dejo tan
sorprendida como a mis compañeros por eso esa misma noche tuvimos una discusión
al respecto; o más bien fue yo quien tomó todo el asunto como una discusión
porque Sam se limito a asentir en todo momento y a pedirme disculpas aunque yo
sabía perfectamente que no estaba arrepentido en lo absoluto. Fue muy claro que
no se arrepentía cuando al día siguiente volvió a hacer lo mismo.
No era que me molestaba que Sam hiciera pública nuestra
“relación” (de la cual desconocía totalmente el título), era que me ponía
nerviosa exponer algo tan rápidamente cuando ni siquiera sabía que podía salir
de todo esto. Me preocupaba que cuando las cosas terminaran (lamentablemente no
podía superar la sensación de que todo acabaría pronto) yo quedaría tan expuesta
que para ese entonces los comentarios probablemente si comenzarían a afectarme.
Sam había estado con muchas chicas en los meses en que nos conocimos y aunque
con ninguna se había paseado tan abiertamente como conmigo era de conocimiento
público que no era un chico muy estable… siempre había mirado con cierta pena a
cada chica que se había colgado de su brazo por unas semanas y justamente por
eso me aterraba que alguien me estuviese mirando de la misma forma ahora.
Trataba de poner distancia pero era difícil, sobretodo en
momentos como este, cuando salía de la Universidad y él estaba ahí, esperándome
bajo su paraguas azul marino con una sonrisa preciosa dibujada en sus perfectos
labios.
Dios… estaba tan
acabada.
-
Hola. – me saludo cuando estuve lo
suficientemente cerca.
-
Hola Sam – sonreí y no tuve que moverme porque él
enseguida se inclino para besarme.
Un beso bajo la lluvia. Podía tachar eso de mi lista de
momentos románticos que me gustarían vivir.
-
¿Lista para una tarde de lluvia y merienda?
-
Siempre estoy lista para una tarde de merienda.
Reí y sentí el mismo escalofrío de siempre cuando Sam
tomo mi mano para caminar juntos.
Veníamos conversando de trivialidades. Sam me comentaba
sobre un difícil proyecto que tenía que terminar para el próximo lunes, cuando
algo, o más bien alguien, se interpuso en nuestro camino.
Me sorprendí un poco, aunque tal vez no debería haberme
sorprendido tanto, cuando distinguí a Helena bajo un paraguas rosa y un
conjunto muy ajustado haciendo juego. En otra persona tanto uso del color
probablemente hubiese resultado ridículo, pero la chica era lo suficientemente
linda como para lucir cualquier cosa.
-
Hola Sam.
-
Helena – la voz de Sam fue dura y no pase por
alto el apretón que le dio a mi mano - ¿Cómo estás?
-
No tan bien como vos – Helena miro nuestras
manos unidas y después sus ojos celestes se clavaron en los míos - ¿todo bien
Oriel?
-
Sí, todo bien.
Intente sonreír pero me resultó imposible. La chica me
generaba desconfianza y tenía motivos. El vestido arruinado en el armario de
Ema era uno de ellos.
-
Me alegro. – y volvió sus ojos a Sam – Ayer me
dejaste esperando y no te caracterizas por ser una persona impuntual. El sábado
no lo fuiste.
Si antes Sam me sostenía la mano con fuerza ahora
literalmente me la estaba estrujando. Hice una mueca de dolor y me solté. Él me
miro arrepentido pero inmediatamente sus ojos volvieron a la chica que estaba
frente a nosotros.
-
Te dije que no iba a ir, no sé que estas
buscando con esto pero deja de ser tan infantil.
-
No estoy buscando nada, solo te cruce y quería
saber porque me habías dejado plantada ayer, después de todo fuiste vos quien
organizo la cita en primer lugar. – Helena me miró y el brillo en sus ojos me
hizo retroceder – Oriel lo entiende, ¿cierto?, no puede esperar que te quedes
todo el tiempo con ella, un chico como vos tiene otras necesidades. – suspiro –
En fin, nos vemos por ahí chicos. Que tengan una linda tarde.
Y con una inmensa sonrisa de satisfacción dio media
vuelta y se fue caminando despacio, como si estuviese caminando por una
pasarela y la lluvia no fuera más que decorado.
Me quede mirando el lugar en donde Helena había
desaparecido hasta que sentí algo frío rozar mi mano. Levanté la vista y ahí
estaba la prueba de delito, los ojos grises de Sam me pedían disculpas por
adelantado y se sentía tan mal; es decir, solo habían pasado dos semanas.
Había esperado que durara más tiempo…
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