El hielo no estaba haciendo efecto y el moretón violeta
que había aparecido sobre mis costillas se estaba agrandando…
No era que me molestara la marca, era que no quería que
continuara creciendo porque si no cuando Guillermo me tocara se daría cuenta. Era
un golpe nuevo y cualquier movimiento me generaba dolor. Podría intentar
zafarme de la cena pero Luca recién llegaba y conociendo al paranoico de mi
amigo sospecharía; me conocía lo suficiente como para sospechar.
Estaba sumergida en mi mundo cuando golpearon a la
puerta. Me puse una remera y me levanté de un salto. No sin antes hacer una
mueca de dolor, claro.
-
¿Guille? – pregunté.
-
No, Simón, ¿podes abrir la puerta por favor?
¿Simón?, ¿Qué Simón?
Estaba a punto de preguntar cuando recordé el episodio de
esta mañana. Solo que no podía tratarse de ese
Simón…
-
Soy el chico que conociste esta mañana. Podes abrirme,
no soy peligroso.
Suspiré. El chico era un poco idiota, no podía esperar
que porque él se autodefiniera yo creyera que en realidad no constituía una amenaza,
pero de todas maneras abrí la puerta.
¿Ahora quien era la idiota?
-
¿Qué haces vos acá? – entorne un poco la puerta
de mi cuarto y salí afuera. Encontrarme con esos ojos turquesa me impactó
nuevamente - ¿Me estas siguiendo?
El chico sonrió.
-
Seguir no es la palabra correcta, pero después
de nuestro primer encuentro averigüe en donde vivías porque me quede
preocupado. ¿Cómo estás?
Cerré los ojos un segundo y maldije por dentro. Esto era
peor de lo que pensaba.
-
Ya tuvimos esta conversación en la mañana. Aprecio
tu preocupación pero estoy bien y el hecho de que hubieses presenciado esa
escena con Ignacio no quiere decir que yo sea una damisela en apuros o que
necesite que me acoses para comprobar cómo me encuentro. Ni siquiera nos
conocemos y puedo cuidarme sola.
-
Yo no dije que fueras una damisela en apuros y
te puedo asegurar que no te estoy acostando, pero conozco a Ignacio y eso hace
que me preocupe. – sus ojos se entornaron suspicaces y me observo más
detenidamente - ¿Volvieron a verse?
-
No. – mentí descaradamente. Era buena mintiendo.
-
Permitime desconfiar de tu palabra. – sus ojos claros
brillaron – Lo expulsaron del equipo y dudo mucho que no te haya buscado
después de eso.
-
¡¿Ese fuiste vos?! ¡Dios, Simón ¿en que estabas
pensando?!
Cerré los puños con fuerza y dejé que la rabia me
invadiera. Ahora entendía las palabras de Ignacio y su enojo.
Esta estatua griega de ojos turquesa había hecho que lo
expulsaran del equipo de la Universidad y estaba segura de que sus acciones no
se habían limitado solo a eso…
-
¿Estás hablando enserio? –Simón me miro como si
estuviese loca – estaba pensando en vos, en lo que vi, en mantener a ese
violento fuera de radar.
-
No fue la gran cosa. Fue esa vez. Él era el problema
de mi compañera de cuarto y el hecho de que ahora ella no este no me convierte
en su reemplazo. No conozco al chico más que de haberlo visto dos veces y
solamente quiero que se aleje pero por tu culpa ahora seguramente no sea así. No
tenías porque meterte, ¡sos realmente increíble!
Sin medir las consecuencias di un golpe sobre la puerta
con mi puño cerrado y eso sorprendió a Simón que me miro preocupado. Yo, en su
lugar, me hubiese agradecido, le pegue a la puerta para no pegarle a él.
-
No vamos a discutir sobre esto – suspiro – menos
acá afuera. Dejame pasar.
-
No. No te conozco.
Por supuesto que mi respuesta fue ignorada olímpicamente
porque como si le hubiese dado confianza me tomo por los hombros para hacerme a
un lado y entro en la habitación.
-
¡¿Qué estás haciendo?!
Entre y cerré de un golpe. Iba a matarlo, si no se iba lo
mataría...
-
¿Realmente queres hablar sobre esto en el
pasillo, donde cualquiera puede escucharnos?
-
Mira Simón – respire profundo para calmarme –
quiero que te vayas así que deja de fingir que somos los mejores amigos y
andate de mi cuarto. Ahora.
Sus ojos claros quedaron clavados en los míos y no dijo
nada, ni una sola palabra.
No sé cuánto tiempo estuve hipnotizada por su mirada,
totalmente perdida en esos océanos celestes, cuando se movió y rompió el
hechizo.
Se acercó rápido y me quede quieta, esperando el golpe y
dispuesta a devolverlo, pero Simón no hizo nada como eso, sino que con la misma
confianza con la que se metió en mi cuarto tomo mis manos entre las suyas y las
puso a la altura de sus ojos.
-
¿Ignacio te hizo esto?
-
No, nadie me hizo esto. – me solté de su agarre
y retrocedí. Estaba muy cerca.
Simón se quedó un largo tiempo observándome y cuando creí
que finalmente iba a decir algo solo me esquivo y salió del cuarto.
Que se fuera así me tomó por sorpresa.
¡Ese chico era toda una pieza de arte!
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