Los gritos de Ema se escuchaban desde mi cuarto y por
mucho que quisiera concentrarme en el libro de texto que tenía enfrente sabía
que hasta que no se detuviera no podría hacerlo. No podía culparla, estaba
enojada con Sam por haberse metido en una de sus citas. Samuel se pasaba en
protector y Ema había llegado a la edad en la que tendría que darle su espacio
o las cosas se arruinarían para ambos.
Cerré el libro, no tenía caso seguir intentándolo, tome
mi billetera, una campera y salí del cuarto.
Pase por la habitación de Sam y me encogí al sentir los
gritos aún más fuertes. La chica sabía cómo elevar el tono de forma amenazante.
Afuera estaba helado, pero aún así no quería usar el
auto. El viento frío me haría bien y tenía que ir acostumbrándome al clima
porque en breve comenzaban los entrenamientos a campo abierto.
Tenía ganas de salir, de ver a alguien y disfrutar de una
salida, pero la gente que conocía y con la cual quería pasar el tiempo estaba
ocupada con sus dramas como para salir conmigo a distraerse.
En momentos como este me daba cuenta de lo selectivo y
cerrado que era. Sí, conocía gente a montones, pero mi único amigo era Sam y
recientemente Oriel se había unido a la corta y patética lista. No disfrutaba
estar en grupo a menos que fuera con ellos y estaba seguro de que eso no decía
nada bueno sobre mí; sobretodo teniendo en cuenta con la cantidad de chicas que
había conectado en el último año.
¿Me convertía eso en un chico de veinte años patético y
raro?, si, lo hacía, y superficial también pero no podía evitarlo, no era como
si mi apellido me diera muchas opciones de todas formas…
Estaba revisando mi lista de contactos, tendría que
elegir a alguien que me ayudara a pasar el rato y algo de compañía femenina
parecía ser la opción más indicada, cuando se interpusieron en mi camino. Seguí
con la mirada el par de piernas esbeltas y largas y no pude evitar sonreír al
encontrarme con su cara. No recordaba el nombre de la chica, pero de solo verla
había calentado gran parte de mi cuerpo y eso era lo que importaba…
-
¿Cómo estas Simón?
-
Perfectamente ahora que nos vemos, ¿vos?
Sabía que si la chica no estuviese tan maquillada podría
haber distinguido el rubor de sus mejillas porque sus ojos se iluminaron al
darse cuenta de que mi actitud había cambiado y no era tan indiferente como la
última vez que nos habíamos visto.
-
Muy bien – sonrió - ¿ibas a algún lado?
-
Pensaba ir a comer algo. ¿Queres hacerme
compañía en la cena?
-
¿Me estas invitando a cenar?
-
Si.
Su sonrisa perfecta se ensanchó aún más y aunque no
estaba convencido de lo que estaba haciendo igual disfrute que dijera que si.
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