La mirada en el rostro de Merlina no era buena. Las
personas que solían descubrir quién era se tomaban el asunto con mucho
entusiasmo y, en muchas ocasiones, me había ayudado a obtener lo que quería de
forma más fácil y rápida.
Pero era evidentemente que con ella no sucedería ninguna
ambas. Parecía incomoda y nerviosa y eso que ni siquiera sabía quién era mi
padre en realidad; algo que agradecía completamente porque si se ponía así sin
saberlo realmente no quería imaginar cómo reaccionaría si se enteraba de que
era una leyenda del rock…
-
¿Segura que estas bien?
-
Sí, claro. – simulo una sonrisa que no pudo
engañarme. Estaba incómoda. - ¿Vamos?
Lo sabía. No la conocía pero de repente esta chica era
tan sencilla de leer para mí. La miraba a los ojos y sabía lo que estaba
sintiendo.
-
Si, vamos. ¿Queres que te acompañe a los
dormitorios o que caminemos un poco antes de volver?
-
Quisiera volver a los dormitorio, es tarde y
estoy cansada.
Asentí y en silencio los dos nos preparamos para salir a
la lluvia.
Quise pagar la cena pero Merlina no me dejó. Casi hace un
escándalo y solo se conformo cuando acorde que al menos podíamos pagar a
medias. Ninguna chica alguna vez me había hecho eso.
Afuera ni siquiera hizo un amague para abrigarse, solo se
puso la chaqueta y camino con calma bajo la lluvia. Yo tampoco había traído un
paraguas y aunque me estaba congelado no quería ser menos y me acople a su
paso.
No pude evitar aprovechar el momento para mirarla con
mayor detenimiento. Tenía la piel blanca enrojecida por el frío. Su pelo
castaño estaba pegado a su espalda y podía decirse que era largo ya que le
llegaba a la cintura. Era linda, realmente linda. Ojos grandes y oscuros,
labios rellenos y nariz pequeña. Alta, lo suficiente como para llegar a la
altura de mis hombros y eso era decir bastante, y por la forma en la que la
ropa se le pegaba al cuerpo era delgada. Tal vez en ese punto un poco demasiado
pero tenía peso en todos los lugares correctos. Sus piernas, por lejos, eran lo
que más me gustaba. Largas, siempre descubiertas cuando llevaba prendas cortas
y las gotas de lluvia resbalando sobre su piel solo me tentaban a estirar la
mano para poder…
-
¿No tenes frio? – la voz de Merlina me devolvió
a la realidad.
La miré. Era más que linda. Así, natural, era hermosa.
-
Un poco, pero ya casi llegamos. – contesté,
agradecido de que su voz me hubiese sacado de la dirección que comenzaban a
tomar mis pensamientos.
Aunque estaba empapado me saque el saco y lo puse sobre
sus hombros. Ella me miro sorprendida e iba a decir algo, pero pareció arrepentirse
porque se limito a asentir y regalarme una sonrisa como forma de
agradecimiento. Mire sus labios por un segundo y luego volví la mirada al
frente.
Quería ser amigo de Merlina. Ella necesitaba a alguien
como yo a su lado y yo me había propuesto que durara. No podía dejarme llevar
por impulsos o algo tan superficial como el deseo. Ella se merecía que lo
intentara. No podía fallere, no quería arruinar esto para ella; no quería
arruinar nada en su vida que ya parecía lo suficientemente arruinada sin
tenerme a mí en el medio.
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