La vuelta fue tranquila. Simón parecía estar pensando en
algo importante y yo me encontraba muy cansada como para intentar forzar
conversación.
Llegamos al edificio de residencias y nos paramos bajo el
techo de entrada. Cada vez llovía más fuerte y aunque los dos estábamos
empapados no necesitábamos más agua sobre nuestra ropa.
-
Bueno, fue una buena cena – dije, un poco
incómoda. Odiaba esta parte. Jamás había cenado antes con otro chico que no fuese
Guillermo y ya podía decir que esta parte era difícil. – Gracias por la invitación.
-
Técnicamente no fue una invitación, lo hubiese
sido si me hubieras dejado pagar la cena.
-
Es lo mismo, sabes a lo que me refiero…
-
Lo sé, pero igual la próxima vez me gustaría
invitarte.
-
Está bien – suspire – tal vez la próxima te
deje.
Simón sonrió de una forma tan sincera que me sentí un
poco cautivada por él. Tenía ciertas actitudes que me atraían de una forma en
la que no me había sentido atraída antes por nadie. Eso era inquietante…
-
Me gustaría que me dejaras. Y más me gusta la
promesa de que lo vamos a volver a hacer. – Simón continúo sonriendo, pero
entonces su sonrisa se borro y de repente se puso serio – No quiero arruinar la
noche mencionando a Ignacio pero quiero saber cuándo fue la última vez que lo
viste. Y ver tus manos, los guantes no me dejaron verlas en toda la noche.
-
Mis manos están bien y sobre Ignacio no tengo
idea, ya ni recuerdo la última vez que lo vi.
Me encogí de hombros y después de esperar unos segundos
para no quedar muy evidente di media vuelta y me acerque a la puerta.
No era tonta y esperaba que Simón saliera con algo así;
estaba preparada y mi máscara siempre funcionaba, solo que esta vez algo paso
porque Simón me tomo por la muñeca impidiéndome avanzar. Estaba serio y sus
ojos, fijos en los míos, no tenían ese brillo habitual.
-
No sé cómo funcionará con el resto, pero yo no te
creo una palabra.
-
Me ofende que no me creas, te estoy diciendo la
verdad. – mentí.
-
Por supuesto que no lo estás haciendo, es tan
evidente que en cierto punto me da gracia. Decime cuando fue la última vez que
viste a Ignacio y mostrame tus manos.
Como si fuese una orden Simón puso sus palmas para arriba
e hizo un gesto para incitarme. Me quede quieta, inmóvil en mi lugar.
-
Tus manos. Ahora.
La rabia hirvió en mi interior como fuego. ¡¿Quién se
creía este chico que era?!
-
Dos veces nos vimos, ¡dos! ¿y ya te crees con
derecho a darme órdenes? Haceme el favor de ubicarte en tiempo y espacio Simón.
Me quite su abrigo de los hombros, se lo arroje al pecho
y aproveche el momento para dar media vuelta y entrar al edificio.
Hubiese sido una buena noche, si tan solo Simón no
hubiese presionado podría haber dicho que fue buena.
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