Tenía
frío. Tenía tanto frío que se me habían ido las ganas de comer y lo único que quería
consumir era café.
Iba
por la segunda taza cuando una mano helada se apoyó en mi hombro haciéndome
saltar del susto.
-
¡Perdón!
No quise asustarte…
Estaba
asustada porque me había tomado desprevenida pero más estaba sorprendida por
verlo a él en este lugar y a esta hora…
-
Está
bien, no es nada – respire profundo para calmarme - ¿Qué haces acá?
No
pude frenar la pregunta por muy brusca que resultara.
Simón
no estaba vestido como si su idea hubiese sido salir a dar una vuelta para
terminar en una cafetería como esta. El traje azul marino que tenía daba una
idea muy precisa de eso.
-
Pasaba
con el auto y al frenar en el semáforo te vi. ¿Qué haces acá sola? –me miró con
mayor detenimiento – y así vestida. Hace frío.
Sin
darme tiempo a decir o hacer nada, se quito el saco y lo puso sobre mis hombros.
-
Esto
no es necesario – iba a sacarme el abrigo, pero Simón me lo impidió poniendo
sus manos sobre las mías.
-
Insisto,
quédatelo.
Suspire
y solo para que me soltara asentí. Simón era un chico lindo pero vestido así ya
resultaba intimidante. El pelo rubio le contrastaba mucho con el azul oscuro
del traje y los ojos turquesa eran de un color aún más claro de lo habitual.
-
Bueno,
gracias por el abrigo. Y respondiendo a tu pregunta estoy acá porque Ema y
Samuel tenían que arreglar sus problemas y necesitaban privacidad.
-
¿Simón
fue a ver a Ema? – asentí - ¿y te dejo salir así solo porque necesitaba hablar
a solas con ella?
-
No
– fruncí el ceño – ellos no me pidieron que me vaya pero necesitaban su
espacio. Además, ¿Por qué tendría Samuel que darme o no permiso para hacer
algo?
-
Eso
lo explica. – suspiro - Vamos que te llevo de nuevo a las habitaciones.
Y
como si debiera obedecerlo dio media vuelta y camino a la salida.
De
más está decir que yo ni siquiera me moví; al contrario, tome la taza de café
que ya estaba frío y me la lleve a los labios. Cuando Simón se dio cuenta de que
no lo seguía su expresión siempre amigable cambio a una mucha más seria. Se
acercó con paso firme y el seño levemente fruncido.
-
¿Qué
haces?
Tu tono de voz fue demandante, como si tuviera
el derecho. Y yo ni siquiera lo conocía, no realmente.
-
La
pregunta es qué haces vos. Agradezco que te hayas detenido al verme, aunque no
necesitabas hacerlo, y también te agradezco el gesto de prestarme tu abrigo –
el cual me quite y puse sobre la mesa – pero no por eso alguien te dio el
derecho o la confianza como para decirme que hacer.
Al
principio la expresión de Simón no dejo de ser seria, pero cuando se dio cuenta
de que su actitud me estaba molestando relajo la expresión.
-
Sé
que parece autoritario de mi parte pero estoy tratando de cuidarte. Es tarde,
hace frío, estás sola y digamos que lo que estas usando no es como para estar
caminando de noche de vuelta a los dormitorios.
-
¡Qué
les pasa a vos y a Samuel con mi uniforme! – grité. No pretendía ponerme así
pero ya me tenían al límite - ¡es solo un vestido y ni siquiera me queda tan
mal!
-
Nadie
dijo que te quedaba mal – sus ojos siguieron mi cuerpo hasta donde la mesa se
lo permitía – todo lo contrario y ese es el maldito punto. – suspiro – Por favor
Oriel, voy llegando tarde, si pudieras hacer esto por mí te lo agradecería.
-
Yo
no…
-
Por
favor, no me voy a ir hasta que vengas conmigo. No me hagas llegar tarde.
Los
ojos de Simón literalmente me suplicaron y eso fue muy injusto porque solo me hizo
sentir infantil e inmadura y ni siquiera era la que estaba equivocada. El chico
era experto en el arte de la manipulación.
-
Está
bien – suspire – pero que quede claro que yo no te lo pedí. Soy perfectamente
capaz de cuidarme sola.
-
Lo
sé, pero resulta que en esta situación no tenes porque hacerlo. Ahora vamos, se
me hace tarde.
Tuve
el impulso de preguntarle a donde iba, pero ese no era asunto mío así que
guarde silencio y asentí.
Simón
agarro el abrigo de la mesa y me guio afuera. Una vez en el exterior volvió a
ponerme el saco sobre los hombros y estaba por abrirme la puerta del auto para
que pudiera subir cundo alguien pronunció mi nombre.
-
¿Oriel?
Como
si me hubiesen amenazado Simón me tomo de la cintura para ubicarme a su espalda
y se paro frente a mí. Eso había sido tan exagerado que me dio vergüenza…
-
Hola
Max.
Mi
compañero de estadística nos miraba con curiosidad.
-
¿Cómo
estás? – se inclino un poco para poder verme -
No estaba seguro de que fueras vos pero por las dudas tuve el impulso de
acercarme y verificar.
Una
sonrisa dulce se formó en sus labios y como habían hecho Simón y Samuel, los
ojos de Máximo me recorrieron de pies a cabeza, o al menos lo que el cuerpo de Simón
dejaba al descubierto. No me estaba mirando de forma impertinente o intensa,
pero igualmente me sentí incómoda y me cerré el saco que tenía colgado de los
hombros; cuando me di cuenta de que era más largo que el vestido considere la
posibilidad de que en realidad los chicos tuvieran razón y el uniforme era una
buena razón para dejar el trabajo...
-
Nosotros
ya nos íbamos. ¿Vamos Oriel? – Simón me devolvió a la realidad.
-
Sí,
claro – le sonreí a Max con disculpas – Nos vemos en clase Max.
-
Nos
vemos Oriel.
Con
apuro, Simón me tomo de la mano y abriendo la puerta del auto casi me empujo
para subir aél.
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