-
¡Estás
bien!, Dios me alegro tanto de que estés bien…
Ema,
como la reina del drama que era, corrió a abrazarme.
-
Claro
que estoy bien Ema, solo salía a tomar un café, no a meterme en una jaula llena
de leones.
-
Con
ese vestido caminar por las calles a esta hora es como meterse en una jaula
llena de leones.
El
comentario de Samuel me cayó tan mal que solo me limite a mirarlo con rencor.
Si hablaba no estaba segura de poder controlarme.
-
Bueno,
ahora que Oriel está en su habitación con Ema mi misión ya está cumplida y
puedo irme tranquilo. Nos vemos más tarde chicos.
Simón
saludo a su amigo, le dio un beso en la mejilla a Ema y, sorprendiéndome, para
despedirse me abrazo. Sabía que tenía que ser cuidadosa porque era amigo de
Samuel pero algo en Simón me daba confianza y no me había parecido que me
abrazaba de una forma coqueta sino más bien fue un abrazo fraternal.
Una
vez que quede sola con los hermanos las cosas se pusieron un poco incómodas.
Samuel no dejaba de mirar a su hermana como si fuese el sol que había vuelto a
encontrar y Ema se había sumergido en su celular completamente ajena a lo que
la rodeaba.
Estaba
buscando la mejor forma de buscar una nueva excusa para irme cuando la voz de
Samuel cortó el silencio.
-
Me
parece que ahora que quedamos los tres tendríamos que salir a comer algo, ¿Qué
les parece?
Ema,
con una expresión de emoción tremenda, dejó el celular a un costado y miro a su
hermano.
-
¡Sí!
Si, tenemos que ir, vamos.
-
Excelente
– Samuel le sonrió y sus ojos se posaron en mí – ¿Queres cambiarte antes de
salir?
¿Me
estaba hablando a mí?
-
Por
supuesto que estas invitada, estaba hablando de los tres.
Como
si hubiese leído mi mente Samuel dijo aquello e increíblemente dibujo una
sonrisa muy parecida a la de su hermana. Me quede congelada un buen tiempo,
contemplando su belleza y la rareza de que, por primera vez, el chico me
mostrara una sonrisa amable y genuina al mismo tiempo. Era muchísimo más lindo
cuando se relajaba de esa forma.
-
¡Dale
Oriel!, cambiate y vamos – sacándome del trance Ema se puso frente a mí –
Ponete unos jeans y salgamos, por favor, ¿sí?
No
quería, realmente no quería meterme en el medio de los hermanos que finalmente
acababan de resolver sus problemas, pero la expresión de Ema y la invitación
tan amable de Samuel me dijeron que no podía decir que no.
-
Sí,
claro, enseguida me cambio y salimos.
Sonreí
y tomando un poco de ropa que había sobre la cama me metí al baño. Se
escuchaban cuchicheos del otro lado de la puerta pero apenas prendí la ducha
las voces de apagaron.
Me di
una ducha rápida, me puse un par de jean, la remera más cerrada que tenía en el
guardarropa y un buzo bien grande que no dejara nada al descubierto. No era que
tuviese mucho que ocultar pero después de recibir tantos comentarios sobre el
vestido que usaba como uniforme sentía que taparme era lo mejor que podía
hacer.
Para
cuando salí del baño Ema ya se había cambiado también y a diferencia de mi
atuendo ella había optado por algo mucho más colorido y estilizado.
-
¿Lista?
-
Sí,
claro – mire mi ropa y después la de ella - ¿Pero segura que puedo salir así?,
estas muy arreglada y yo…
-
Estas
perfecta – Samuel me interrumpió – Vamos.
No me
atreví a contradecirlo, los ojos grises de Samuel me miraron directamente al
decir aquello así que asentí y los seguí afuera.
Como
si se hubiese dado cuenta de que pretendía ir al margen, Samuel se acercó a mí
y me puso en el medio de los dos. Su mano quedo posada en mi cadera y el
escalofrío que sentí me hizo contener la respiración.
-
¿A
dónde quieren ir?
Ema
mencionó un lugar de comida que no conocía y por lo que parecía tampoco quedaba
cerca.
-
Vamos
a ir en mi auto entonces – Samuel me miro - ¿estás de acuerdo Oriel o preferís
ir a otro lugar?
-
A
donde ustedes quieran está bien y, por cierto, gracias por invitarme, en verdad
no tenían por qué hacerlo.
-
No
digas eso, sos mi amiga y todo este tiempo estuviste soportando mi locura por
culpa de mi hermano. Te mereces tanto como yo que nos compense por eso.
-
No
digas eso Ema, no fue así y nadie tiene que compensarme por nada.
-
Ema
tiene razón. Además, esta es mi forma de agradecerte que hayas estado con mi
hermana mientras yo no podía.
Nuevamente
Samuel me miraba intensamente, eso sumado al hecho de que su mano seguía
apoyada en mi cadera hizo que el corazón comenzara a latirme muy rápido. Sentí
que mis mejillas se calentaban de la vergüenza porque estaba segura de que era
evidente que me ponía nerviosa y no quería que lo notara. Pero se notaba,
estaba segura de que si porque con una sonrisa Samuel rompió el contacto visual
para que finalmente puediese respirar con normalidad.
¡Dios!
Esto no estaba funcionando, tenía que soltarme de su agarre y crear un poco de
distancia. El chico ya no me miraba con desconfianza y toda esa calidez y
amabilidad que desprendía me estaba afectando así que aproveché que estábamos
cerca de la puerta y me adelanté rápidamente para abrirla. La marca que su mano
había dejado seguía ahí pero al menos no estaba tan cerca.
Llovía,
y aunque no tuvimos que caminar una gran distancia hacia el auto Ema igual casi
se vuelve loca por las pocas gotas de lluvia que mojaron su pelo.
-
Vamos
Ema, no seas tan dramática y subí. – con una sonrisa su hermano le abrió la
puerta del asiento de atrás.
-
No
soy dramática, solo muy cuidadosa con mi estética.
Ema
subió y enseguida Samuel se acerco a la puerta del copiloto y la abrió para mí.
-
¿Vamos?
– me miró sonriendo.
-
Puedo
ir atrás así compartís un poco más con Ema y…
-
Nada
de eso, subí, dale que te estás mojando.
Suspire
y obedecí. Cuando se inclino para cerrar la puerta acercó su rostro al mío y a
pesar de que sus ojos grises en contraste con la oscuridad de la noche eran impactantes, fueron sus palabras las que me dejaron sin aliento…
-
Me
gusta más esta ropa. – sonrió – Me deja más tranquilo.
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