El
lugar que Ema había elegido era muy elegante y mi ropa no tenía nada que ver
con el ambiente, destacaba como un tigre en el medio del océano.
Samuel
consiguió una mesa para los tres enseguida y no por primera vez tuve la
impresión de que la gente, al tratarlos, se comportaba de forma especialmente
servicial y sobreactuada. Todavía no sabía mucho sobre Ema o su familia pero
había visto lo suficiente como para deducir que eran gente importante. Incluso
Max, cuando nos vio juntas por primera vez, asumió que ya sabía todo sobre ella
aunque enseguida se dio cuenta de mi asombro de que la reconociera; Ema no
compartía ninguna de nuestras clases y ni siquiera su área de estudio estaba en
la misma parte de la Universidad.
-
¿Ya
saben que quieren cenar?
-
No
todavía – Ema me miro - ¿Vos Oriel?
-
No
tengo mucha hambre, una ensalada va a estar bien. – sonreí y me estire para
agarrar mi limonada.
-
No
– Samuel cerró su carta y me miro fijamente – Tenes que comer algo más
contundente. Una ensalada no es alimento.
Fruncí
el seño y deje el vaso sobre la mesa.
-
Pero
no tengo hambre.
-
Eso
no importa – ignorándome volvió a abrir la carta y dejo de prestarme atención –
Voy a pedir por ambos y espero que al menos comas la mitad del plato.
-
Samuel,
eso no es…
-
No
discutamos. – me miro a los ojos por un segundo y volvió a la carta - ¿Ya estas
lista Ema?
Completamente
anonadada por la situación mire a Ema que miraba a su hermano entre confundida
y conteniendo la risa.
-
Si,
ya lo sé, podes llamar al camarero.
Era
increíble, Ema ni siquiera había intercedido y yo estaba tan sorprendida que
solo me quede mirando como Samuel pedía un plato de pasta para compartir y se
lo explicaba de esa forma al camarero que nos miro con una sonrisa cómplice,
asumiendo que éramos pareja o algo. Claro que me sentí halagada, que alguien
pensara que un chico como Samuel podía estar conmigo era un poco increíble,
pero apenas estuvimos solos reaccioné…
-
No
me gusta que me digan que hacer. – mire al chico a los ojos y trate de no descontrolarme
mucho – Se muy bien cómo alimentarme y soy perfectamente capaz de tomar mis
propias decisiones. No voy a comer porque no tengo hambre.
Samuel
me había estado mirando serio y escucho mis palabras sin interrumpir pero
apenas termine de hablar se inclino sobre la mesa y como estábamos enfrentados
y él era muy alto eso hizo que la distancia que nos separara fuera poca. Tuve
el impulso de retroceder pero no lo hice, sabía que me estaba desafiando, a su
manera trataba de intimidarme.
-
Imagino
que sos capaz de decidir sola y entiendo que no tengas hambre pero eso no
implica que yo me preocupe y decida hacer algo. No dudo de tu capacidad para
cuidarte pero me parece que uno a veces esta tan inmerso en otras cosas que
necesita de otros. Sos amiga de mi hermana y eso significa que tu bienestar
también es importante para mí. Lamento si te ofendí pero voy a ser yo quien se
sienta ofendido si no tocas la comida que con empeño elegí para nosotros.
Esos
ojos y ese discurso fueron como un baldazo de agua fría. Su respuesta había
sido tan educada y coherente que negarme me transformaría en la inmadura e
irracional de la conversación y bastó una rápida mirada a Ema para notar que
ella estaba tan sorprendida como yo para participar de esto y ponerse de mi
lado.
-
Bueno,
agradezco tu preocupación y si es importante para vos entonces voy a comer, pero
te pido que no vuelvas a hacerlo – forcé una sonrisa, odiaba que me acorralaran
en mi propio juego.
-
Gracias
– Samuel sonrió y volvió a reclinarse en su asiento – pero lamentablemente no
puedo prometerte eso.
Apreté
la mandíbula con fuerza y guarde silencio.
-
Bueno,
eso fue interesante. – Ema finalmente hablo y cuando la miré note que miraba a
su hermano con los ojos brillantes. Si estaba feliz o molesta no lo sabía.
-
Interesante
va a ser que me cuentes que estuviste haciendo todos estos días en los que no
nos vimos. – Samuel le sonrió con cariñó y estiro su mano sobre la mesa para
tomar la de ella.
-
Sí,
yo también lo creo…
Y con
una sonrisa sincera Ema comenzó con un relato detallado sobre la semana que
estuvo distanciada de su hermano. En varias ocasiones Ema me nombro o hizo
referencia a las cosas que hacíamos juntas como ir a la biblioteca, correr o estudiar
al aire libre, y en esos momentos Samuel clavaba sus ojos grises en los míos
como si estuviese tratando de averiguar algo. Siempre le sostuve la mirada
aunque lo que realmente quería era esconderme debajo de la mesa y desaparecer.
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