Si
Anabella no paraba de hablar me iba a dar dolor de cabeza.
-
Por
favor Oriel, solo quiero saber a dónde va Simón cuando sale, no te cuesta nada
darme ese pedacito de información...
-
Simón
no sale Ana, al menos no últimamente y definitivamente si lo hace no conmigo.
-
No
puede ser, yo ya lo había visto antes y es totalmente un chico de fiestas; eso
sumado a que al igual que el otro chico es prácticamente tu sombra no me cierra.
-
Bueno,
lamento desilusionarte pero no tengo nada de información para darte. Nada. –
enfatice la última palabra.
-
Es
eso o que vos y Simón están en algo y por eso no queres compartir nada conmigo.
-
No
seas ridícula Ana,
Mi
compañera de trabajo me miro con rencor y termino de vestirse para luego salir
dando un portazo. Como Ema, Anabella era una reina del drama y estaba empeñada
en acercarse a Simón y entendía porque creía que entre nosotros había algo,
Simón era hermoso y compartíamos mucho tiempo juntos, pero nosotros solo éramos
amigos y además yo no tenía herramientas para ayudarla en ese terreno. Sí,
teníamos mucha confianza, pero no por eso me metía en su vida sentimental y
dudaba mucho que quisiera que lo hiciera.
Termine
de quitarme la ropa de trabajo y salí para buscar mis cosas. Samuel estaba detrás
del mostrador, con mi abrigo y mi cartera colgando de su brazo.
-
¿Estas
lista? – me pregunto.
-
Si,
ya podemos irnos.
Si
bien no había vuelto a verlo después de ser testigo de su demostración pública
de afecto con Helena bien sabía que Samuel era un chico que si decía algo más
tarde lo haría, por eso no estaba nada sorprendida porque hubiese vuelto para
que vayamos a cenar.
-
¿Hablaste
con Ema?
-
Si,
le dije que vendría a buscarte para cenar y le pregunte si quería acompañarnos
pero me dijo que ya tenía otros planes.
-
¿Y
Simón?
-
Simón
no pudo venir porque está ocupado organizando la fiesta de esta noche.
-
¿Hoy
hacen una fiesta?
Samuel
abrió la puerta para dejarme pasar y mientras subíamos a su auto me explicó que
a último momento ambos habían decidido organizar algo en su casa para dar
comienzo a las vacaciones de invierno; eso explicaba porque Simón no me había
comentado nada esta tarde. Aunque siempre cabía la posibilidad de que no
hubiese querido decírmelo.
-
Ya
veo – sonreí – estoy segura de que la van a pasar increíble. Solo fui a una
fiesta organizada por ustedes pero estuvo muy buena.
-
Hablas
como si no fueras a venir a esta... – Samuel encendió el motor y me miró de
reojo - ¿Tenes otros planes?
Reí
por su pregunta. ¿Qué otros planes podía tener yo si no eran quedarme en el
dormitorio leyendo o mirando alguna película?
-
No,
es solo que no asumí que estuviese invitada.
-
Por
favor Oriel – los puños de Samuel se volvieron blancos por la presión que
ejerció en el volante – por supuesto que estás invitada. Siempre tenes que
considerar que tanto Ema como vos forman parte del grupo. Nosotros estamos juntos.
Sus
palabras me sorprendieron. “Nosotros estamos juntos”, sonaba tan íntimo y
determinante que sentí como un nudo se formaba en mi estómago de los nervios y
la ansiedad.
Pero
tenía que calmarme, esa frase no quería decir lo que insinuaba, no era tan
literal como parecía…
-
Bueno,
está bien, lo voy a tener en cuenta para la próxima vez.
-
Espero
que así sea. Además de que tenemos que borrar el desastroso recuerdo de cómo
terminaron las cosas la noche en que nos conocimos, no quiero que ese siempre
sea el recuerdo que venga a tu mente cuando alguien te pregunte como nos
conocimos.
-
Nadie
me pregunta cómo nos conocimos – reí – y técnicamente la primera vez que nos vimos
no fue en esa fiesta, sino en el pasillo, unas horas antes, cuando tropecé como
la persona sin equilibrio que soy.
-
No
hables así de vos misma. Pero tenes razón, ese fue nuestro primer encuentro. Te
veías tan adorable… avergonzada, pero aún así adorable.
“Adorable”,
¿Qué le pasaba a Samuel hoy?
Sentí
calor en mis mejillas y estaba segura de que tenía la cara roja como un tomate.
-
A
eso me refiero – freno en un semáforo y me miro – me gusta cuando te pones
colorada, es tan genuino, tan natural.
-
Solo
estas empeorando la vergüenza…
-
Lo
sé.
Samuel
sonrió y sus ojos grises como los de un lobo al acecho se quedaron fijos en los
míos por lo que pareció una eternidad. Ya no sonreía y podía sentir como en mi
cuerpo miles de hormigas invisibles comenzaban a hacerme cosquillas desde la
punta de los pies hasta la cabeza. ¿Qué me pasaba?
Una
bocina nos saco del trance. El semáforo cambio a verde y tuvimos que avanzar.
Pude
respirar con normalidad cuando sus ojos grises ya no estuvieron sobre mí y
volvieron al camino.
-
Para
la próxima – dijo de golpe. Habíamos estado unas cuadras en silencio. – no
tenes que mandar a alguien a atendernos porque estoy con alguien, podes
acercarte e interrumpir cuando quieras. Estas primero, no lo olvides.
Sabía
que se refería a que había enviado a Anabella a atenderlos después de ser
testigo de su escena con Helena, pero no dije nada y asentí porque me estaba
mirando, esperando una respuesta. Por supuesto que nunca interrumpiría ninguna
de sus citas, pero no pensaba ponerme a discutir sobre eso y su tono de voz
había sido muy determinante como para atreverme a armar una conversación sobre
eso.
-
Entonces,
¿ya decidiste dónde queres cenar?
-
Eso
es fácil – sonreí emocionada. Samuel conocía los mejores lugares. – A donde vos
quieras.
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