Esta
tenía que ser la lección que la vida había guardado para mí. Por supuesto que
lo era, la ironía de esto era muy evidente como para no notarlo…
-
Te
estoy diciendo que a mi hermana no le importa, que no vas a perderla. Me
conoce, siempre vas a ser la victima ante sus ojos, creeme.
Y era
cierto, hasta lo había hablado con Ema, ella adoraba a esta chica y por nada
del mundo quería que yo lo arruinara, por eso me había tomado tanto tiempo
hacer algo. Por eso aún sabiendo lo que quería había intentado enfocarme en
otras cosas, tomar distancia.
No
iba a dejar que Oriel arruinara el momento una vez que me armaba de valor como
para confesarle lo que sentía.
Que me
muera ahora si no era la primer mujer a la que le hacía este planteo tan cursi
y solo lo hacía porque sabía que valía la pena...
-
Se
que en cuanto te aburras de esto me voy a quedar sola. – la voz de Oriel sonaba
dolida. Lejana. - No importa lo que diga Ema ahora, sos su hermano y todo este
tiempo que compartimos me mostro lo suficiente como para saber que tengo que
mantenerme alejada. No quiero ser la victima de nada. Ese no es mi estilo.
-
No quise decir eso, lo que quise decir fue
que…
-
No
importa lo que hayas querido decir, importa lo que dijiste y si usaste esa
palabra es por algo.
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