El
dijo lo que yo ya sabía.
Si caía
en la tentación de permitirme salir con Samuel las cosas terminarían mal y mi
papel se reduciría a la pobre víctima.
Cada chica
que había desfilado ante mis ojos en los últimos meses había terminado formando
parte de una colección y yo ni siquiera me parecía a ninguna de ellas. Era tan
común y corriente que nadie dudaría de rotularme como el experimento. Ni siquiera
quedaría como un recuerdo de la colección, sino como la excepción fallida.
-
Quiero
que te vayas. – dije al fin, tratando con todas mis fuerzas de parecer segura.
-
No
me voy a ir hasta que me permitas hablar sobre esto. Imagino lo que debes estar
pensando y quiero retractarme de haber usado esa palabra, nosotros…
-
No
hay ningún nosotros – lo interrumpí – quiero que te vayas y me dejes tranquila
porque no me interesas. Nada de lo que tengas para decirme me interesa.
-
No
puedo creer eso.
¡Mierda!
Samuel
era demasiado confiado en si mismo y tenía tanta seguridad al hablar que si yo
no jugaba fuerte no iba a dar marcha atrás. Iba a tener que jugar con la
crueldad y eso nunca terminaba bien…
-
No
te voy a negar que me atraes – puse los ojos en blanco. Esa era una obviedad –
pero eso no cambia nada. No tenemos nada en común y como la apariencia no es lo
único que me importa hasta ahí llega lo que siento por vos.
-
Sé
que no estás siendo sincera, compartimos lo suficiente como para saber que me
estas ocultando algo.
-
¡No
te estoy ocultando nada! – grité - Crees
que me conoces pero no es así; sin embargo yo si te conozco y muy bien. Como
dijiste, compartimos lo suficiente como para saber que no tengo que
involucrarme en esto. Podrá haber una lista interminable de chicas esperando a
que las mires pero no es mi caso, me respeto lo suficiente como para eso.
Los ojos grises de Samuel antes cálidos y casi suplicantes se oscurecieron
de repente y cada músculo de su cuerpo se tensó.
Sabía que lo que estaba a punto de decir era ir muy lejos pero ya era tarde
como para dar marcha atrás
-
Chicos como vos solo significan problemas –
dije – y sin importar lo lindo que seas y lo imponente de tu apellido para mí
nada va a empañar las cosas que se, lo que vi mientras vos creías que no estaba
prestando atención, así que no mientas. Esto – nos señale a ambos – es una
mentira y vos y yo lo sabemos bien.
Tardo en contestar, los ojos grises de Samuel
me taladraron lo que para mi fueron minutos y minutos eternos de nervios y
agonía, pero cuando finalmente rompió el silencio la mirada de desprecio que me
dio ya me parecía suficiente…
-
Tenes toda la razón. Además, no es como si
valieras tanto esfuerzo.
El impacto de sus palabras tardo en llegar y para cuando sentí la vergüenza
Samuel ya se había ido dando un portazo.
Me quede inmóvil, en el mismo lugar en donde me había dejado, al menos diez
minutos, haciendo un esfuerzo bastante considerable para contener las lágrimas…
“No es como si valieras tanto esfuerzo”
Eran esas palabras las que dolían porque a esto me refería cuando decía que
jugar con la crueldad era peligroso, volvía como un espejo.
Pensar que la amabilidad, los momentos divertidos, los gestos y la persona
compasiva y sensible que había demostrado ser Samuel el último tiempo podían
llegar a ser una mentira resultaba impactante porque ahora entendía que tal vez
todo había formado parte del “esfuerzo” por ver hasta donde llegaba, hasta
donde lo dejaba ir.
¿Siempre me había estado poniendo a prueba?
Me sentía estúpida por no haber pensado en esa posibilidad antes y me
asustaba pensar en cómo enfrentar a Ema cuando finalmente apareciera, por eso hice
un esfuerzo para componerme y dejar de auto compadecerme ya que era muy
consciente de que eso no ayudaría en nada.
Además tenía 19 años, podía permitirme equivocarme de vez en cuando,
¿cierto?
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