El camino a su departamento fue tranquilo, casi no
hablamos y para cuando llegamos pude ver a Luca sentado en la fachada del
edificio…
-
¿Por qué no entraste? – Guille soltó mi mano y
corrió los pocos pasos que lo separaban de su novio. Prácticamente se le colgó para
abrazarlo.
-
No me gusta entrar cuando no estás en tu casa,
me resulta invasivo.
Cuando se separaron, Luca beso sus labios y sonriendo se
separó de él para acercarse a mí y abrazarme.
-
El concepto de invasión desaparece si te di tu propia llave.
-
No importa, no me gusta entrar si no estás. –
Luca se separo de mí y me miro detenidamente – Quería esperarlos. ¿Cómo están?
-
Ahora que estas con nosotros, perfectamente. –
contesté.
Guillermo sonreía y supe que sobraba cuando Luca, al
separarse de mí, tomo su mano y lo acercó a él.
-
¿Cómo estas Merlina? – los ojos de Luca me
escanearon.
-
Estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Vos? –
sonreí y escondí mis manos por debajo de las mangas de sweater.
-
¿Hoy?, increíblemente contento – le sonrió a
Guille y volvió a mirarme – pero no creo que estés siendo sincera conmigo. ¿Cómo
va ese golpe? – rápidamente miro mi mejilla, en donde ahora solo había una
pequeña marca rosa - ¿Ese chico volvió a aparecer?
-
Como si Guillermo no te hubiese mantenido al
tanto durante toda la semana… – suspire – Estoy perfectamente bien y el golpe
ya ni siquiera se nota. Ignacio no volvió a aparecer y honestamente creo que va
siendo hora de que todos superemos esto. Es más, en este preciso instante yo me
voy a ir a la biblioteca y los voy a dejar solos. – sonreí abiertamente. Ese,
para mí, era un buen plan.
-
No creo que esa sea una muy buena idea… -
comenzó Luca, pero en cuanto Guillermo vio mi cara lo interrumpió.
-
Bueno, por esta vez podemos dejarla sola. Un par
de horas no le hacen daño a nadie. Pero esta noche cenamos todos juntos ¿les
parece?
Luca me miro indeciso, pero al darse cuenta de que le
sostenía la mirada y estaba realmente tranquila se relajó. Agradecía que mi
amigo hubiese intercedido por mí; lo hacía porque sabía que necesitaba espacio
y también porque él mismo lo necesitaba, ser mi sombra seguramente ya lo estaba
agotando.
-
Está bien. – Luca suspiró – No es que quiera asfixiarte
Merlina – se acercó y me dio un abrazo – pero estar lejos y que sea Guille
quien me cuenta las cosas hace que me preocupe mucho, no quiero que nada pase
mientras no estoy.
-
No te preocupes Luca, te entiendo – me separe de
él y sonreí – todo es culpa de tu novio que no puede con su drama y la forma
que tiene de exagerar las cosas.
-
¡Ey, estoy acá parado!
-
Lo sé. – le saque la lengua y antes de que pudiese
devolverme el infantil gesto di media vuelta y me alejé.
Camino a la biblioteca me compre un café y mientras caminaba
pensé en Guillermo y en Luca.
Era increíble lo mucho que se parecían y lo distintos que
eran a la vez.
Guillermo estudiaba música, su sueño era ser profesor y
tocar el piano en conciertos al aire libre, era alto, un poco desgarbado y por
muy atractivos que fuesen sus rasgos (eran tan delicados como los de una mujer)
no dejaba de tener un look bohemio con sus inmensos lentes y ropa desalineada;
su novio, por otro lado, era un jugador de hockey que solo iba a la Universidad
porque ese era el mejor camino para convertirse en jugador profesional. Era
amable y divertido como Guille, pero su estilo intimidante no se parecía en
nada al de mi amigo. Sonreí al cerrar los ojos y ver la imagen de los dos
juntos. Increíblemente distintos y, sin embargo, dos gotas de agua.
Llegue a la biblioteca pensando en ellos y solo me detuve
cuando tuve que concentrarme en buscar el libro de pintura antigua que
necesitaba. La biblioteca estaba casi vacía, por eso me tarde más de la cuenta
ya que no pude encontrar a nadie que pudiese ayudarme.
Estaba tratando de llegar a un estante, maldiciendo al idiota
que se le había ocurrido poner mi libro tan alto, cuando sentí algo en mi
espalda. No llegue a distinguir que era porque inmediatamente me voltearon con
fuerza. Trastabille y estuve a punto de caer pero un par de brazos me lo
impidieron.
-
Ya era hora de que te dejaran sola.
Ignacio….
-
¿Se puede saber que queres ahora? – intenté
alejarme pero me sostenía con fuerza - ¿En serio vamos a hacer esto de nuevo?
ya viste como terminó la última vez…
-
Conmigo fuera del equipo de la Universidad y una
reputación arruinada. ¿Acaso tenes la más mínima idea de quienes son mis
padres? – respiro profundo para calmarse, era evidente que estaba comenzando a
perder los nervios - Esto va a arruinar
todos mis planes y es por tu culpa.
-
¿Mi
culpa? – reí – Claramente no es mi culpa que no puedas controlar tus impulsos
de neandertal.
Esta vez tiré con más fuerza y logré soltarme. Claro que me
choque con la estantería que estaba detrás, pero cualquiera cosa era mejor a
tenerlo cerca.
-
Me tenes tan
cansado. – cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz con fuerza – Quería
que me dijeras en donde estaba Diana y si tan solo me hubieses ayudado las
cosas no habrían terminado así. – volvió a mirarme y no pase por alto el
destello lunático de sus ojos.
Tenía que concedérselo, el chico era un poco
espeluznante.
-
Te lo dije mil veces, no sé en donde está y
aunque lo supera no te lo diría, era su compañera de cuarto y no soy ciega.
Esto – señale mi mejilla – no es nada comparado a lo que vi en ella.
-
¡Entonces como puede ser que hayas sido tan
estúpida!
Su grito, junto al hecho de que se acercara tan de golpe,
me asusto. Intenté no demostrarlo pero sabía que no había tenido mucho éxito…
-
Me vas a ayudar a volver a entrar al equipo y
vas a borrar esos rumores que esparciste porque si no te juro que voy a hacer
de tu vida un infierno. Con Diana me controlaba, tenía que hacerlo, pero en tu
caso ya no tengo nada que perder.
Al terminar de decir aquello impactó directamente su puño
en mi estómago.
No lo vi venir, pero debería de haber supuesto que
buscaría dejar más claro su mensaje. Me quede sin aire y sentí un dolor fuerte
en las costillas que me lleno los ojos de lágrimas pero no me moví de mi lugar.
Mis brazos rodearon la zona golpeada pero me quede recta sin dejar de mirarlo
directamente a los ojos.
El chico no se quedo después de eso y no fue hasta que
estuve sola que me permití doblarme del dolor y dejar caer las lágrimas que
había estado conteniendo. No lloraba porque estaba asustada, lloraba por el
golpe; era orgánico, mi cuerpo se estaba quejando.
Me tome unos minutos para calmarme y para cuando ya casi
no me dolía agarre la cartera que había quedado en el piso y salí de ahí.
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