31.5.17

Historia2 C11

Caminar junto a Simón no era lo mismo que caminar junto a Guillermo.
Simón tenía un ritmo lento, guardaba silencio y estar junto a él generaba una sensación de seguridad que no había experimentado hasta el momento; Guillermo era como mi hermano y junto a él me sentía la persona más fuerte y capaz del mundo pero no era lo mismo.  
Llegamos al café que estaba a unas cuadras de la Universidad y sorpresivamente Simón eligió la mesa en la que siempre me sentaba a dibujar. Amalia, la camarera, se acercó enseguida para tomar nuestro pedido y Simón la miro sorprendido cuando después de tomar su orden comenzó a alejarse sin dirigirme una sola mirada. Por supuesto que la detuvo y no me gustó nada la mirada de resentimiento que le echó al hablarle…
-          Ella también va a desayunar. – la voz de Simón fue cortante y sentí mucho orgullo por Amalia al no demostrar sentirse intimidada.
-          Lo sé. – la chica de pelo rosa y labios pintados de azul me miró y guiño un ojo.
Simón la miro aún más confundido y cuando finalmente estuvimos solos me miró inquisitivamente.
-          ¿Siempre venís acá? – bueno, el chico era más listo de lo que pensaba. Me gustó notar eso.
-          Si y siempre pido lo mismo.
-          ¿Siempre?
-          Siempre.
Simón asintió y, sin pedir permiso, tomo mi mano que estaba apoyada sobre la mesa. Sentí un cosquilleo en el estómago cuando su piel hizo contacto con la mía pero lo ignore, no quería que pensara que me afectaba tenerlo cerca; eso solo me convertiría en una chica como cualquier otra porque estaba segura de que era de esos chicos que causaban un fuerte efecto en las mujeres. Solo con ver su perfecto rostro podías deducirlo.
-          ¿Qué haces? – pregunté cuanto apretó su agarre y estiro mi brazo hasta que estuvo a su altura.
-          Nada. – sin mirarme y sin pedir permiso subió la manga de mi sweater.
-          Eso que estás haciendo no está bien. – tire de mi brazo para que lo soltara pero lo sostuvo con más fuerza.
-          ¿Ayer? – sus ojos turquesa me taladraron y pude ver reproche en ellos.
-          No es de tu incumbencia.
Tiré con más fuerza y pude soltarme. Simón no se vio muy contento pero no dijo nada y se inclinó sobre la mesa para estar más cerca.
-          Esto es lo que va a pasar… – se inclinó aún más y sus ojos claros que parecían brillar con la luz que entraba de afuera me obligaron a guardar silencio - vamos a ser amigos, vamos a frecuentarnos y vas a dejar de querer alejarme y poner el grito en el cielo cada vez que me tenes cerca. No me interesa si eso te trae problemas con Ignacio o no, ya entendí que podes cuidarte sola y justamente por eso no veo motivo para que no podamos continuar con esto. – nos señalo a ambos – Puede que después terminemos odiándonos, que no seamos compatibles, que pasada una semana ya no te quiera tener cerca pero dudo eso y, francamente, me está haciendo falta un nuevo amigo, así que ya no intentes alejarte. No vas a lograrlo.
-          ¿Vos me queres hacer creer que te hacen falta amigos? – sonreí. Esa parte había sido tan ridícula.
-          Sí, necesito ampliar mi círculo. – volvió a acomodarse en su lugar y me miro seriamente - Que me vea y actúe como si el mundo me perteneciera no significa nada y vos más que nadie debería saber eso.

8.5.17

Historia2 C10

Me quede dormida con la ropa puesta, sobe las sábanas deshechas. El frío y el sueño profundo hicieron que me despertara con todos los músculos agarrotados. Necesitaba un baño caliente y un café; junte ropa limpia, agarre una toalla y salí del cuarto camino a las duchas.
Había visto el reloj antes de salir por eso no me sorprendía que los pasillos y el baño de mujeres estuviesen desiertos. Nadie se despertaba un domingo a las ocho de la mañana; solo los muy estudiosos, y para ellos esta hora ya era tarde.
Me tome mi tiempo bajo el chorro de agua caliente y quise llorar de la impotencia cuando me vi las marcas en los brazos y el moretón, ahora azul, sobre las costillas. Era un desastre.
Estuve casi una hora en la ducha y solo volví al cuarto para dejar la ropa sucia y agarrar algo de plata.  
Estaba saliendo del edificio cuando sentí el celular vibrar dentro del bolsillo trasero de mis jeans.
* ¿Despierta a esta hora? Un domingo, ¿desayunamos juntos?
 Simón *
Me detuve en seco y leí el texto dos veces para comprobar que no estaba delirando…
-          ¿Muy espeluznante?
Del susto pegué un salto y deje caer el teléfono al piso.
Simón estaba frente a mí, sonriendo y mientras se agachaba a levantar mi teléfono me tome unos segundos para bajar la adrenalina…
-          Lo siento, no quise asustarte. – me extendió el celular - ¿Desayunamos?
-          ¡Por Dios Simón!, ¡¿Qué haces acá?! Esto se está volviendo extraño, me estas asustando…
Y lo decía enserio. De repente ya no tenía que preocuparme por Ignacio sino por este chico de ojos turquesa que se aparecía cada dos por tres en cualquier lugar en el que estuviese y además ¡¿Cómo diablos había conseguido mi teléfono?!
-          No tenes nada de qué preocuparte, solo salí a correr como lo hago todos los domingos a esta hora y te vi, no te estoy acosando.
Me detuve a mirar su ropa, estaba vestido con un joggin azul, remera blanca y tenía el pelo mojado por la transpiración. Me dio bronca darme cuenta de que aún con ese aspecto el chico lucía perfecto. Tan detestable…
-          Muy bien, puedo creer eso – dije al fin, intentando relajarme -  ¿Pero cómo conseguiste mi teléfono?, estoy segura de no habértelo dado.
-          Bueno, esa parte si puede hacerme quedar mal. Se lo pedí a una chica que conozco y está en tus clases…
Cerré los ojos y respire profundo. Yo no tenía amigos, solo compañeros con los que hacía grupos para los trabajos que obligatoriamente tenían que ser en equipo, y eso solo quería decir que Simón realmente había estado averiguando.
-          Eso está mal – lo mire seria – tan mal que no me salen las palabras para reprocharte. Dejame tranquila Simón, ya te lo dije ayer. No quiero tenerte cerca, solo me vas a traer más problemas.
-          Estas exagerando, solo quiero que seamos amigos. No podes negar que esta coincidencia nos está diciendo algo. ¿Por qué no queres tenerme cerca?
-          Ya te dije, entre vos y Guillermo solo van a empeorar las cosas y sé lo que estás haciendo. Te pensas que porque viste que una vez un chico me levanto la mano necesito que alguien me ayude pero no, no necesito a nadie. Lo que paso no es la gran cosa y ya deja de querer actuar como el héroe porque es patético y no va a resaltar tu masculinidad.
Estaba siendo cruel pero no importaba, Simón tenía que entender el mensaje.
Di media vuelta para irme, la mala noche y este peor comienzo de mañana me estaban afectando, pero para detenerme Simón me agarró el brazo y sostuvo con fuerza. Pegue un grito y sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas.
-          ¡¡Simón!!
-          ¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué paso?!
Me había agarrado por la muñeca que estaba lastimada y de la presión que había ejercido podía sentir como las heridas, frescas por la ducha, latían bajo el sweater.
Agotada, tenía que respirar profundo para contener el insulto y el dolor, apoye mi frente en su pecho. Simón se quedó quieto mientras yo me relajaba. Estaba invadiendo su espacio personal pero no me importaba y al parecer a él tampoco porque no me apartó hasta que estuve relajada y para eso solo apoyó sus manos en mis hombros y me alejo solo lo suficiente como para poder verme a la cara.
         -    ¿Qué paso?, ¿Qué hice?
         -     Nada – suspire – no fue nada. Ya está.
         -    ¡Y una mierda! – su grito me sobresaltó - ¿Qué paso?
Algo frustrada, ya conocía a Simón como para saber que no se detendría hasta que le contestara, me separé de él y me levante la manga del sweater. Sus ojos se abrieron ligeramente y sin pedir permiso tomo mi brazo como si fuera de cristal.
-          No es nada Simón, solo me dolió porque recién salgo de la ducha y la piel esta sensible, pero la mayor parte del tiempo no lo siento.
Sus ojos, ahora llenos de algo muy similar a la compasión, se clavaron en los míos. Era difícil mantener la mirada, sentía que me estaba viendo por dentro, que estaba descubriendo cada uno de mis secretos; pero eso era absurdo porque el chico no me conocía y en definitiva yo no tenía nada de qué avergonzarme.
-          Vamos a desayunar. Y no, no te estoy preguntando. – entrelazo sus dedos con los míos y tiro para que comenzara a caminar a su lado – Vamos.