Caminar junto a Simón no era lo mismo que caminar junto a
Guillermo.
Simón tenía un ritmo lento, guardaba silencio y estar junto
a él generaba una sensación de seguridad que no había experimentado hasta el
momento; Guillermo era como mi hermano y junto a él me sentía la persona más
fuerte y capaz del mundo pero no era lo mismo.
Llegamos al café que estaba a unas cuadras de la
Universidad y sorpresivamente Simón eligió la mesa en la que siempre me sentaba
a dibujar. Amalia, la camarera, se acercó enseguida para tomar nuestro pedido y
Simón la miro sorprendido cuando después de tomar su orden comenzó a alejarse
sin dirigirme una sola mirada. Por supuesto que la detuvo y no me gustó nada la
mirada de resentimiento que le echó al hablarle…
-
Ella también va a desayunar. – la voz de Simón
fue cortante y sentí mucho orgullo por Amalia al no demostrar sentirse
intimidada.
-
Lo sé. – la chica de pelo rosa y labios pintados
de azul me miró y guiño un ojo.
Simón la miro aún más confundido y cuando finalmente
estuvimos solos me miró inquisitivamente.
-
¿Siempre venís acá? – bueno, el chico era más
listo de lo que pensaba. Me gustó notar eso.
-
Si y siempre pido lo mismo.
-
¿Siempre?
-
Siempre.
Simón asintió y, sin pedir permiso, tomo mi mano que
estaba apoyada sobre la mesa. Sentí un cosquilleo en el estómago cuando su piel
hizo contacto con la mía pero lo ignore, no quería que pensara que me afectaba
tenerlo cerca; eso solo me convertiría en una chica como cualquier otra porque
estaba segura de que era de esos chicos que causaban un fuerte efecto en las
mujeres. Solo con ver su perfecto rostro podías deducirlo.
-
¿Qué haces? – pregunté cuanto apretó su agarre y
estiro mi brazo hasta que estuvo a su altura.
-
Nada. – sin mirarme y sin pedir permiso subió la
manga de mi sweater.
-
Eso que estás haciendo no está bien. – tire de
mi brazo para que lo soltara pero lo sostuvo con más fuerza.
-
¿Ayer? – sus ojos turquesa me taladraron y pude
ver reproche en ellos.
-
No es de tu incumbencia.
Tiré con más fuerza y pude soltarme. Simón no se vio muy
contento pero no dijo nada y se inclinó sobre la mesa para estar más cerca.
-
Esto es lo que va a pasar… – se inclinó aún más
y sus ojos claros que parecían brillar con la luz que entraba de afuera me obligaron
a guardar silencio - vamos a ser amigos, vamos a frecuentarnos y vas a dejar de
querer alejarme y poner el grito en el cielo cada vez que me tenes cerca. No me
interesa si eso te trae problemas con Ignacio o no, ya entendí que podes
cuidarte sola y justamente por eso no veo motivo para que no podamos continuar
con esto. – nos señalo a ambos – Puede que después terminemos odiándonos, que
no seamos compatibles, que pasada una semana ya no te quiera tener cerca pero
dudo eso y, francamente, me está haciendo falta un nuevo amigo, así que ya no
intentes alejarte. No vas a lograrlo.
-
¿Vos me queres hacer creer que te hacen falta
amigos? – sonreí. Esa parte había sido tan
ridícula.
-
Sí, necesito ampliar mi círculo. – volvió a
acomodarse en su lugar y me miro seriamente - Que me vea y actúe como si el
mundo me perteneciera no significa nada y vos más que nadie debería saber eso.
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