Me quede dormida con la ropa puesta, sobe
las sábanas deshechas. El frío y el sueño profundo hicieron que me despertara
con todos los músculos agarrotados. Necesitaba un baño caliente y un café; junte
ropa limpia, agarre una toalla y salí del cuarto camino a las duchas.
Había visto el reloj antes de salir por eso
no me sorprendía que los pasillos y el baño de mujeres estuviesen desiertos.
Nadie se despertaba un domingo a las ocho de la mañana; solo los muy estudiosos,
y para ellos esta hora ya era tarde.
Me tome mi tiempo bajo el chorro de agua
caliente y quise llorar de la impotencia cuando me vi las marcas en los brazos
y el moretón, ahora azul, sobre las costillas. Era un desastre.
Estuve casi una hora en la ducha y solo
volví al cuarto para dejar la ropa sucia y agarrar algo de plata.
Estaba saliendo del edificio cuando sentí
el celular vibrar dentro del bolsillo trasero de mis jeans.
* ¿Despierta a esta hora? Un domingo,
¿desayunamos juntos?
Simón *
Me detuve en seco y leí el texto dos veces
para comprobar que no estaba delirando…
-
¿Muy espeluznante?
Del susto pegué un salto y deje caer el
teléfono al piso.
Simón estaba frente a mí, sonriendo y
mientras se agachaba a levantar mi teléfono me tome unos segundos para bajar la
adrenalina…
-
Lo siento, no quise asustarte. –
me extendió el celular - ¿Desayunamos?
-
¡Por Dios Simón!, ¡¿Qué haces
acá?! Esto se está volviendo extraño, me estas asustando…
Y lo decía enserio. De repente ya no tenía
que preocuparme por Ignacio sino por este chico de ojos turquesa que se aparecía
cada dos por tres en cualquier lugar en el que estuviese y además ¡¿Cómo
diablos había conseguido mi teléfono?!
-
No tenes nada de qué preocuparte,
solo salí a correr como lo hago todos los domingos a esta hora y te vi, no te
estoy acosando.
Me detuve a mirar su ropa, estaba vestido
con un joggin azul, remera blanca y tenía el pelo mojado por la transpiración. Me
dio bronca darme cuenta de que aún con ese aspecto el chico lucía perfecto. Tan
detestable…
-
Muy bien, puedo creer eso – dije al
fin, intentando relajarme - ¿Pero cómo
conseguiste mi teléfono?, estoy segura de no habértelo dado.
-
Bueno, esa parte si puede hacerme
quedar mal. Se lo pedí a una chica que conozco y está en tus clases…
Cerré los ojos y respire profundo. Yo no
tenía amigos, solo compañeros con los que hacía grupos para los trabajos que obligatoriamente
tenían que ser en equipo, y eso solo quería decir que Simón realmente había
estado averiguando.
-
Eso está mal – lo mire seria – tan
mal que no me salen las palabras para reprocharte. Dejame tranquila Simón, ya
te lo dije ayer. No quiero tenerte cerca, solo me vas a traer más problemas.
-
Estas exagerando, solo quiero que
seamos amigos. No podes negar que esta coincidencia nos está diciendo algo.
¿Por qué no queres tenerme cerca?
-
Ya te dije, entre vos y Guillermo
solo van a empeorar las cosas y sé lo que estás haciendo. Te pensas que porque
viste que una vez un chico me levanto la mano necesito que alguien me ayude
pero no, no necesito a nadie. Lo que paso no es la gran cosa y ya deja de
querer actuar como el héroe porque es patético y no va a resaltar tu
masculinidad.
Estaba siendo cruel pero no importaba,
Simón tenía que entender el mensaje.
Di media vuelta para irme, la mala noche y
este peor comienzo de mañana me estaban afectando, pero para detenerme Simón me
agarró el brazo y sostuvo con fuerza. Pegue un grito y sentí como los ojos se
me llenaban de lágrimas.
-
¡¡Simón!!
-
¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué paso?!
Me había agarrado por la muñeca que estaba
lastimada y de la presión que había ejercido podía sentir como las heridas,
frescas por la ducha, latían bajo el sweater.
Agotada, tenía que respirar profundo para
contener el insulto y el dolor, apoye mi frente en su pecho. Simón se quedó
quieto mientras yo me relajaba. Estaba invadiendo su espacio personal pero no
me importaba y al parecer a él tampoco porque no me apartó hasta que estuve
relajada y para eso solo apoyó sus manos en mis hombros y me alejo solo lo
suficiente como para poder verme a la cara.
- ¿Qué paso?, ¿Qué hice?
- Nada – suspire – no fue
nada. Ya está.
- ¡Y una mierda! – su grito me
sobresaltó - ¿Qué paso?
Algo frustrada, ya conocía a Simón como
para saber que no se detendría hasta que le contestara, me separé de él y me
levante la manga del sweater. Sus ojos se abrieron ligeramente y sin pedir
permiso tomo mi brazo como si fuera de cristal.
-
No es nada Simón, solo me dolió
porque recién salgo de la ducha y la piel esta sensible, pero la mayor parte
del tiempo no lo siento.
Sus ojos, ahora llenos de algo muy similar
a la compasión, se clavaron en los míos. Era difícil mantener la mirada, sentía
que me estaba viendo por dentro, que estaba descubriendo cada uno de mis
secretos; pero eso era absurdo porque el chico no me conocía y en definitiva yo
no tenía nada de qué avergonzarme.
-
Vamos a desayunar. Y no, no te
estoy preguntando. – entrelazo sus dedos con los míos y tiro para que comenzara
a caminar a su lado – Vamos.
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