Entendí
que esa frase significo tanto para mí que tenía que alejarme y buscar el modo
de poner distancia.
“Conmigo
es suficiente”… solo repetir sus palabras en mi mente me anudaba los nervios y
me provocaba ansiedad y eso estaba mal. Tan mal que parecía estar bien y ese
era el problema; por eso me arme de coraje y lo enfrenté. Cortaría con esto
ahora, era lo mejor para ambos, pero sobre todo para mí.
-
Te
repito, nadie te dio el derecho de decirme lo que tengo o no que hacer, eso
dejalo para Ema, yo no soy ella.
-
Lo
sé, se perfectamente que no sos mi hermana.
Aún
con los ojos echando fuego Samuel me miró de arriba abajo. Me puso muy nerviosa
pero no se lo demostré, él no era nadie para mí; nadie.
-
Entonces
dejame en paz. Dejame tranquila Samuel… por favor.
Mis
últimas palabras habían sonado más suplicantes de lo que pretendía, pero es que
realmente necesitaba que el chico me diera espacio, esto de seguirme y cuidarme
como si fuésemos algo me estaba alterando. Jugaba con mi mente, no lo quería
cerca porque cada vez me sentía más segura en su presencia y eso era peligroso,
no debía permitirme depender de nadie; mucho menos de alguien como Samuel.
Por
suerte se dio cuenta de que había ido demasiado lejos porque sus facciones
cambiaron enseguida y algo muy parecido a la preocupación y al arrepentimiento
reemplazo el enojo. Por eso me sorprendí cuando, de golpe, se acercó tan rápido
que me hizo retroceder hasta chocar contra la pared. Apoyó sus manos a los
costados de mi cabeza y se inclinó hasta estar a mi altura.
Abrí
los ojos del susto y me alteré al darme cuenta de lo cerca que estaba.
-
No
quiero, no quiero ni puedo dejarte tranquila. Lo intento, pero por mucho que me
esfuerce no puedo.
-
Eso…
eso no tiene sentido, yo puedo cuidarme sola – suspiré. Tenía que alejarse y
ya, no me gustaba la situación en la que nos encontrábamos. No me gustaba ni un
poco. – y alejate por favor, estas demasiado cerca.
Samuel
cerró los ojos y respiro profundo, pero no se movió. Un poco asustada,
realmente estaba comenzando a asustarme, puse las palmas de mis manos sobre su
pecho y ejercí un poco de presión para moverlo; no mucha, sabía que no era
peligroso, lo único que pretendía era que se tomara en serio lo de alejarse.
Mi
contacto hizo que abriera los ojos y supe porque. La mitad de su camisa blanca
estaba abierta y mis manos heladas habían tocado su piel. Inmediatamente las
saque y las escondí en mi espalda.
-
Lo
siento, es que en verdad necesito que te muevas. Alguien puede vernos y
malinterpretar esto.
Sus
ojos grises me observaron con mayor intensidad y sin previo aviso todo su
cuerpo estuvo pegado al mío con tanta fuerza que mi espalda dolió al ser
presionada contra la pared.
-
Eso
que acabas de hacer… – suspiró y cerró los ojos con fuerza – me tocaste.
-
Lo
sé, lo sé y lo siento pero…
-
Demasiado
tarde.
Entonces
su boca estuvo sobre la mía.
Me
quedé estática, completamente inmóvil y sorprendida, y me sorprendí aún más
cuando mi corazón comenzó a latir muy rápido y mis rodillas se debilitaron
cuando, en un movimiento suave, los brazos de Samuel rodearon mi cintura para
acercarme. Todas las partes de nuestros cuerpos se tocaron en los lugares
correctos y me estremecí al cerrar los ojos.
Dios,
se sentía tan bien…
Con
un gemido Samuel me incito a abrir la boca y profundizo el beso, tuve que
rodear su cuello con mis manos porque estaba segura de que si no me agarraba de
algo me caería...
Por
primera vez estaba disfrutando de un beso cuando un grito nos sobresaltó a
ambos.
-
¡¿Qué
crees que estás haciendo?! ¡Estúpida puta!
La
chica rubia con la que había visto a Samuel en el café, Helena creo que era su
nombre, estaba frente a nosotros y si bien lucia como una muñeca con su
impecable pelo hecho un moño y el vestido dorado ceñido al cuerpo, tenía la
cara tan desfigurada del odio que me impresionó.
Y lo
que hizo me tomó tan desprevenida que no lo vi venir. La chica tenía un vaso
tranparente con un contenido de color rojo intenso que, de un momento a otro,
estuvo estampado sobre mi vestido. Parte de la bebida había alcanzado a Samuel
que había sido más rápido al darse cuenta de sus intenciones y aunque intentó
cubrirme fracasó olímpicamente.
Mire
mi vestido manchado de rojo y luego a la chica que estaba frente a mí, con una
expresión de satisfacción digna de fotografía. Sabía que esto terminaría mal y
aunque quería gritarle y arrancarle cada uno de sus perfectos pelos me limite a
mirarla con cara de nada, completamente shokeada con la situación.
-
¡Qué
carajo crees que estás haciendo Helena! ¡¿Te volviste loca?!
-
¡¿Loca
yo?! ¡Loco vos que estas con esta estúpida!, besándote en el medio de un
pasillo en el que cualquiera puede verlos sin importarte lo que piensen de mi,
¡voy a matarla, juro que voy a matarla!
-
¡PARA!
– Samuel se acercó a ella rápidamente porque se me venía encima - ¡QUE PARES TE
DIGO!
El
grito de Samuel me devolvió a la realidad. Dejé de mirarme el vestido y los
mire a ellos, él estaba intentando interponerse mientras ella se contorsionaba
contra su cuerpo para poder alcanzarme. Esto era tan dramático y ridículo que
no podía creer que estuviese sucediendo. Era tan humillante...
Iba a
hablar, tenía que hacer o decir algo, defenderme por mi misma, cuando dos
brazos fuertes me rodearon por la cintura y me levantaron por el aire hasta que
estuve de espaldas. Pegue un grito del susto y estaba por golpear al que se
había atrevido a agárrame así cuando los ojos claros de Simón se clavaron en
los míos. Mi grito había asustado a Samuel que de repente estaba junto a
nosotros…
-
¡¿Qué
haces?! – le demandó a su amigo con furia.
-
Tratando
de ayudarte – lo miró mal y luego me miró. Su expresión se suavizo al mirarme
pero no por eso parecía contento. – me la llevo.
-
No,
no te la llevas a ningún lado.
Samuel
intento agarrarme pero yo me alejé. No sabía dónde estaba la rubia loca pero si
él me tocaba solo empeoraría las cosas. Lo sabía.
-
Me
quiero ir con Simón. – dije de golpe. Mis primeras palabras después de aquel
beso. Entre el beso y el desastre parecía que había un mar de tiempo.
-
No.
Te vas conmigo. – Samuel parecía enojado, pero no me iba a echar atrás. No
entendía lo que acababa de pasar entre nosotros pero por nada del mundo quería
ser parte de otra escena.
-
No,
si no me voy con Simón me voy sola. – cerré los ojos con fuerza y respire
profundo para calmarme. Perder los nervios frente a otros nunca era buena idea.
- Mírenme – con un ademán abarque mi
vestido – soy un desastre y no quiero que Ema me vea así, se va a preocupar y
voy a tener que darle una explicación que no tengo. Me quiero ir y me voy a ir
sola. Sin vos.
Samuel
me miró por un momento, indeciso, pero algo en mi expresión debió disuadirlo de
lo que estaba por decir o hacer porque en lugar de dirigirse a mí le habló a su
amigo.
-
Podes
llevarla y hago responsable de lo que pueda pasarle. Esta a tu cargo ahora.
Como
si fuese una amenaza Samuel miró intensamente a Simón y, sin agregar nada más,
dio media vuelta y se fue. Me quedé mirando el lugar por el que había
desaparecido hasta que sentí una mano sobre la mía. Reaccioné y miré a Simón.
-
Vamos,
salgamos de acá antes de que se arrepienta.
No
dije nada y asentí. Tome la mano que Simón me extendía y le permití que me
acercara para envolverme en un abrazo. Sabía lo que pretendía, teníamos que
volver al piso de abajo y cruzar un mar de gente y así podría evitar que todos
vieran el desastre que era mi vestido. En silencio me pegue a él agradeciendo
que siempre fuese tan considerado y se comportara como el hermano que nunca
había tenido.