2.1.17

C33

Debería de haber supuesto que la promesa de Samuel de mantenerse lejos no duraría mucho.
Para darle un poco de crédito no estaba en mi habitación porque me buscaba, pero igual lo encontré en mi cama, revisando mis cosas, cuando volví hace unos minutos de la biblioteca.
-          Hola – dije y sentí como, inmediatamente, mis mejillas se calentaron de la vergüenza.
-          Hola – él sonrió como nunca antes lo había visto sonreír y cerró el libro de anotaciones que había estado usando ayer en la noche.
Podría haberle dicho alfo por haberse atrevido a abrir uno de mis cuadernos, pero en lugar de eso estuvimos mirándonos a los ojos lo que me pareció una eternidad, o al menos habrá sido un buen minuto porque ambos nos sobresaltamos cuando la puerta del baño se abrió y por ella salió Ema.
-          ¡Oriel!, ¡llegaste!, ya me estaba preocupando.
-          No es tan tarde..
-          Para volver sola de la biblioteca lo es.
Ignore el comentario de Samuel y me acerque a mi escritorio para dejar los libros que traía.
-          Entonces – dijo Ema - ¿vamos a salir o no?
-          Si, vamos a salir, solo tenes que decidir dónde y nos vamos cuando estés lista.
-          ¡Perfecto! – Ema me miró - ¿venís?
-          No – sonreí – pero gracias por la invitación.
Por el rabillo del ojo pude ver que Samuel estuvo a punto de decir algo, pero se contuvo y eso le hizo ganar un par de puntos. Que se esforzara por no presionar ya era algo.
-          Qué lástima – dijo Ema – me hubiese encantado que nos acompañaras.
-          Lo sé, y de verdad te agradezco la invitación Ema, pero tengo mucho que leer para esta semana y estoy cansada.
-          ¿Muy cansada?
Miré a Samuel.
-          Lo suficiente.
-          ¿Pero ya comiste algo?
-          Si, ya comí. – puse los ojos en blanco y me quede donde estaba, apoyada contra el escritorio.
No pensaba acercarme a mi cama hasta que él saliera de ella.
-          Estas mintiendo – Samuel volvió a sonreír – pero no te preocupes, te vamos a traer algo para que cenes cuando volvamos. – miro a su hermana - ¿lista Ema?
-          Lista.
Ema contenía la risa y eso me hizo sentir aún más avergonzada. Mis mejillas se volvieron a poner de color rojo y cuando Samuel se acercó para saludarme y besó mi mejilla tuve que contener la respiración. Su perfume era tan rico… 

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