27.10.16

C25

Entendí que esa frase significo tanto para mí que tenía que alejarme y buscar el modo de poner distancia.
“Conmigo es suficiente”… solo repetir sus palabras en mi mente me anudaba los nervios y me provocaba ansiedad y eso estaba mal. Tan mal que parecía estar bien y ese era el problema; por eso me arme de coraje y lo enfrenté. Cortaría con esto ahora, era lo mejor para ambos, pero sobre todo para mí.
-          Te repito, nadie te dio el derecho de decirme lo que tengo o no que hacer, eso dejalo para Ema, yo no soy ella.
-          Lo sé, se perfectamente que no sos mi hermana.
Aún con los ojos echando fuego Samuel me miró de arriba abajo. Me puso muy nerviosa pero no se lo demostré, él no era nadie para mí; nadie.
-          Entonces dejame en paz. Dejame tranquila Samuel… por favor.
Mis últimas palabras habían sonado más suplicantes de lo que pretendía, pero es que realmente necesitaba que el chico me diera espacio, esto de seguirme y cuidarme como si fuésemos algo me estaba alterando. Jugaba con mi mente, no lo quería cerca porque cada vez me sentía más segura en su presencia y eso era peligroso, no debía permitirme depender de nadie; mucho menos de alguien como Samuel.
Por suerte se dio cuenta de que había ido demasiado lejos porque sus facciones cambiaron enseguida y algo muy parecido a la preocupación y al arrepentimiento reemplazo el enojo. Por eso me sorprendí cuando, de golpe, se acercó tan rápido que me hizo retroceder hasta chocar contra la pared. Apoyó sus manos a los costados de mi cabeza y se inclinó hasta estar a mi altura.
Abrí los ojos del susto y me alteré al darme cuenta de lo cerca que estaba.
-          No quiero, no quiero ni puedo dejarte tranquila. Lo intento, pero por mucho que me esfuerce no puedo.
-          Eso… eso no tiene sentido, yo puedo cuidarme sola – suspiré. Tenía que alejarse y ya, no me gustaba la situación en la que nos encontrábamos. No me gustaba ni un poco. – y alejate por favor, estas demasiado cerca.
Samuel cerró los ojos y respiro profundo, pero no se movió. Un poco asustada, realmente estaba comenzando a asustarme, puse las palmas de mis manos sobre su pecho y ejercí un poco de presión para moverlo; no mucha, sabía que no era peligroso, lo único que pretendía era que se tomara en serio lo de alejarse.
Mi contacto hizo que abriera los ojos y supe porque. La mitad de su camisa blanca estaba abierta y mis manos heladas habían tocado su piel. Inmediatamente las saque y las escondí en mi espalda.
-          Lo siento, es que en verdad necesito que te muevas. Alguien puede vernos y malinterpretar esto.
Sus ojos grises me observaron con mayor intensidad y sin previo aviso todo su cuerpo estuvo pegado al mío con tanta fuerza que mi espalda dolió al ser presionada contra la pared.
-          Eso que acabas de hacer… – suspiró y cerró los ojos con fuerza – me tocaste.
-          Lo sé, lo sé y lo siento pero…
-          Demasiado tarde.
Entonces su boca estuvo sobre la mía.
Me quedé estática, completamente inmóvil y sorprendida, y me sorprendí aún más cuando mi corazón comenzó a latir muy rápido y mis rodillas se debilitaron cuando, en un movimiento suave, los brazos de Samuel rodearon mi cintura para acercarme. Todas las partes de nuestros cuerpos se tocaron en los lugares correctos y me estremecí al cerrar los ojos.
Dios, se sentía tan bien…
Con un gemido Samuel me incito a abrir la boca y profundizo el beso, tuve que rodear su cuello con mis manos porque estaba segura de que si no me agarraba de algo me caería...
Por primera vez estaba disfrutando de un beso cuando un grito nos sobresaltó a ambos.
-          ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Estúpida puta!
La chica rubia con la que había visto a Samuel en el café, Helena creo que era su nombre, estaba frente a nosotros y si bien lucia como una muñeca con su impecable pelo hecho un moño y el vestido dorado ceñido al cuerpo, tenía la cara tan desfigurada del odio que me impresionó.
Y lo que hizo me tomó tan desprevenida que no lo vi venir. La chica tenía un vaso tranparente con un contenido de color rojo intenso que, de un momento a otro, estuvo estampado sobre mi vestido. Parte de la bebida había alcanzado a Samuel que había sido más rápido al darse cuenta de sus intenciones y aunque intentó cubrirme fracasó olímpicamente.
Mire mi vestido manchado de rojo y luego a la chica que estaba frente a mí, con una expresión de satisfacción digna de fotografía. Sabía que esto terminaría mal y aunque quería gritarle y arrancarle cada uno de sus perfectos pelos me limite a mirarla con cara de nada, completamente shokeada con la situación.
-          ¡Qué carajo crees que estás haciendo Helena! ¡¿Te volviste loca?!
-          ¡¿Loca yo?! ¡Loco vos que estas con esta estúpida!, besándote en el medio de un pasillo en el que cualquiera puede verlos sin importarte lo que piensen de mi, ¡voy a matarla, juro que voy a matarla!
-          ¡PARA! – Samuel se acercó a ella rápidamente porque se me venía encima - ¡QUE PARES TE DIGO!
El grito de Samuel me devolvió a la realidad. Dejé de mirarme el vestido y los mire a ellos, él estaba intentando interponerse mientras ella se contorsionaba contra su cuerpo para poder alcanzarme. Esto era tan dramático y ridículo que no podía creer que estuviese sucediendo. Era tan humillante...
Iba a hablar, tenía que hacer o decir algo, defenderme por mi misma, cuando dos brazos fuertes me rodearon por la cintura y me levantaron por el aire hasta que estuve de espaldas. Pegue un grito del susto y estaba por golpear al que se había atrevido a agárrame así cuando los ojos claros de Simón se clavaron en los míos. Mi grito había asustado a Samuel que de repente estaba junto a nosotros…
-          ¡¿Qué haces?! – le demandó a su amigo con furia.
-          Tratando de ayudarte – lo miró mal y luego me miró. Su expresión se suavizo al mirarme pero no por eso parecía contento. – me la llevo.
-          No, no te la llevas a ningún lado.
Samuel intento agarrarme pero yo me alejé. No sabía dónde estaba la rubia loca pero si él me tocaba solo empeoraría las cosas. Lo sabía.
-          Me quiero ir con Simón. – dije de golpe. Mis primeras palabras después de aquel beso. Entre el beso y el desastre parecía que había un mar de tiempo.
-          No. Te vas conmigo. – Samuel parecía enojado, pero no me iba a echar atrás. No entendía lo que acababa de pasar entre nosotros pero por nada del mundo quería ser parte de otra escena.
-          No, si no me voy con Simón me voy sola. – cerré los ojos con fuerza y respire profundo para calmarme. Perder los nervios frente a otros nunca era buena idea. -  Mírenme – con un ademán abarque mi vestido – soy un desastre y no quiero que Ema me vea así, se va a preocupar y voy a tener que darle una explicación que no tengo. Me quiero ir y me voy a ir sola. Sin vos.
Samuel me miró por un momento, indeciso, pero algo en mi expresión debió disuadirlo de lo que estaba por decir o hacer porque en lugar de dirigirse a mí le habló a su amigo.
-          Podes llevarla y hago responsable de lo que pueda pasarle. Esta a tu cargo ahora.
Como si fuese una amenaza Samuel miró intensamente a Simón y, sin agregar nada más, dio media vuelta y se fue. Me quedé mirando el lugar por el que había desaparecido hasta que sentí una mano sobre la mía. Reaccioné y miré a Simón.
-          Vamos, salgamos de acá antes de que se arrepienta.
No dije nada y asentí. Tome la mano que Simón me extendía y le permití que me acercara para envolverme en un abrazo. Sabía lo que pretendía, teníamos que volver al piso de abajo y cruzar un mar de gente y así podría evitar que todos vieran el desastre que era mi vestido. En silencio me pegue a él agradeciendo que siempre fuese tan considerado y se comportara como el hermano que nunca había tenido. 




26.10.16

C24



-          Ema, de verdad estoy incómoda, creo que deberíamos volver para que pueda cambiarme y sacarme el maquillaje que…
-          Estás loca si pensas que voy a volver para que te saques ese vestido que te queda hermoso. Ni lo sueñes, no va a pasar.
-          Ema por favor…
-          No, no vamos a volver. Lo digo enserio.
Y no bromeaba, sin siquiera mirarme abrió la puerta del auto y se bajo, dejándome sola.
Había sido tan mala idea dejar que Ema me vistiera que casi tenía ganas de llorar de lo incómoda que me sentía.
 Apenas llegue después de la cena con su hermano, Ema comenzó a parlotear sobre la fiesta que darían esta noche y sobre el cuidado especial que debíamos tener a la hora de elegir atuendo. Ni siquiera había escuchado la mitad de las cosas que dijo, estaba entusiasmada y gritó tanto que no interrumpí  su monólogo; eso sumado al hecho de que no tenía idea sobre moda y lo que estaba diciendo solo me llevo a escucharla mientras me duchaba y trataba de relajarme. Pero el problema vino después, cuando apenas salí de la ducha y Ema me quito la bata para ponerme un vestido tan ajustado que parecía una segunda piel. Al principio creí que estaba jugando, que solo quería que nos probáramos ropa y tonteáramos un rato, pero cuando quise sacármelo empezó a los gritos y descubrí que mientras me bañaba había tenido el valor de meter toda mi ropa de salir en una valija que estaba cerrada con candado.
Estaba loca, tan loca que me dio miedo decirle algo y solo deje que siguiera vistiéndome y peinándome. En ocasiones Ema era muy infantil y caprichosa y durante los meses en que construimos nuestra amistad había aprendido que su necesidad de que fuéramos un equipo a veces iba un poco más allá cuando juagaba a que yo fuese su muñeca personal. No me molestaba porque sabía lo suficiente y Ema jamás había tenido una amiga verdadera, por eso siempre la dejaba ser, solo que esta noche había ido un poco lejos; bastante lejos teniendo en cuenta todas las libertades que se había tomado con respecto eso de esconder mi ropa.
Para ser justa el vestido era hermoso, de color natural, con media espalda baja y de un largo decente, pero era realmente apretado y aunque había cortado el atuendo con unas botas de caña alta negras todavía me sentía muy arreglada para la ocasión; aunque solo tenía que ver a Ema, con su vestido rosa de gasa y volados, para que el sentimiento lentamente se fuera desvaneciendo.
Solo salí en busca de mi amiga cuando me sentí lista.
No me sorprendí al ver la cantidad de autos que ocupaban la cuadra. Simón y Samuel eran muy populares debido a quienes eran y al encanto personal que poseían, por eso esta sería una fiesta concurrida. Cada chico y chica que formara parte del círculo privilegiado de la Universidad estaría presente, de eso no me cabía ninguna duda. 
Ema estaba en la puerta hablando con un Simón muy sonriente.
-          ¡Y ahí viene ella! – dijo cuando me vio caminar hacia ellos – finalmente decidida a mostrarse al mundo…
-          ¿Oriel?
Los ojos turquesa de Simón se abrieron ligeramente al verme y no pase por alto la mirada que le dio a mi atuendo. Se entretuvo con mis piernas y no fue hasta que carraspeé que volvió a mirarme a los ojos.
-          Hola Simón. – sonreí.
-          Hola – sonrió de vuelta – perdona la mirada pero realmente me sorprendiste. Jamás te había visto así. Tan…
-          ¿Provocativa?
-          Esa sería una palabra pare describirlo – asintió – aunque basta con ver tu cara para que el ángel vuelva a la vida.
Puse los ojos en blanco y me acerque al grupo. La puerta estaba abierta y se podía escuchar la música sonar muy fuerte desde adentro.
-          ¿Vamos entrando? – Simón nos ofreció a cada una un brazo para escoltarnos -  La verdadera acción se da en el patio, donde solo un grupo privilegiado va a tener el placer de acceder y me encantaría que entraran conmigo.
-          ¡Claro que vamos! – Ema dio un gritito de emoción que nos hizo reír.
-          ¿Por qué en el patio? – pregunté.
-          Sam quería un sector en donde no hubiese tanto ruido y como nunca usamos el invernadero se le ocurrió que podíamos organizar un anexo ahí.
-          ¿Tienen un invernadero?
Mire a Simón sorprendida y él solo se limito a asentir sonriendo.
Nunca había estado en la casa de los chicos de nuevo después de aquella fiesta que termino en desastre y aunque ya en ese entonces me había parecido linda y espaciosa recién ahora me daba cuenta de que “espaciosa” era un adjetivo que se quedaba corto. La sala estaba llena de gente y todavía había espacio. Botellas con bebidas de colores ocupaban la mesa ratona y las repisas y la música estaba muy fuerte. Seguimos de largo para pasar por un comedor en donde había una mesa larga de roble con sillas a juego pero todo estaba desordenado porque otro grupo de personas jugaban para tomar. Pasamos por la cocina, en donde tanto la mesada como la isla estaban llenas de vasos y bebidas, y seguimos hasta salir por una puerta trasera que daba a un patio inmenso. Suspiré al ver el invernadero del que Simón hablaba. Estaba en el centro y lo habían decorado con decenas de lucecitas de navidad…
-          Esto es increíble Simón, realmente hermoso.
-          Gracias – contestó Ema en su lugar – fui yo quien les prohibió que se deshicieran del invernadero, estos dos dementes querían demolerlo.
-          Pero no lo hicimos – Simón miro a Ema y le saco la lengua – y aunque casi no lo usamos tenemos un jardinero que se ocupa de mantener lo que hay adentro.
-          Con eso Simón te quiere decir que no tiene ni idea de cuáles son las plantas que lo habitan. – Ema puso los ojos en blanco – Y la verdad chicos que esta conversación ya me aburrió, voy a buscarme algo para tomar, ya que nadie se ofreció. – los ojos celestes de Ema taladraron a Simón – Yo traigo algo Oriel, no te preocupes.
-          No Ema, eso no...
El resto de la oración quedo en la nada porque Ema ya se había ido. Lo último que vi de ella fue un pedazo del tul rosa antes de que se perdiera entre el resto de los invitados amontonados en la puerta del invernadero.
-          Sé que no vas a tomar lo que Ema te traiga – Simón se ubico delante mío - ¿Queres que te traiga limonada de la cocina?
-          ¿Qué bebida con alcohol se mezcla con limonada?
-          Ninguna – rió – pero tenemos cajas en la heladera y más en la alacena para consumo diario. Para esta noche compramos solo bebida alcohólica pero sé que vos no consumís nada de eso.
-          Sos un sol – sonreí – te  agradezco Simón y sí, acepto un poco de limonada.
-          Enseguida vuelvo.
Mire a Simón alejarse y no pude evitar pensar en lo bien que se veía esta noche. Estaba completamente vestido de negro y por eso la ropa oscura hacía buen contraste con su pelo rubio y sus ojos claros como el océano.
Muchas veces me había preguntado si sentía algo por Simón, incluso me había esforzado por sentirlo porque en ocasiones me parecía percibir que él estaba interesado en mí y durante los meses que compartimos juntos no solo descubrimos que teníamos los mismos gustos sino que había encontrado en él una persona increíblemente buena y generosa, pero aún en este momento, viéndolo tan hermoso y queriéndolo tanto, no podía mentirme porque no sentía nada. Absolutamente nada que no pudiese compararse con el cariño que le tenía a Ema.
Lástima, sentir algo por Simón hubiese sido tan sencillo…
-          ¿Oriel?
Se me puso la piel de gallina y el corazón se me detuvo solo de oír su voz.
Lentamente voltee y no pude evitar ponerme colorada al ver los ojos grises de Samuel clavados en los míos.
-          Hola Samuel – sonreí. Tenía que calmarme, no podía dejar que el hermano de mi mejor amiga de a momentos me pusiera así de nerviosa. - ¿Cómo estás?
-          Estaba bien hasta que te vi – apretó la mandíbula y pude notar como los músculos de sus brazos se tensaban - ¿Qué haces acá?, así vestida…
-          Creí que estaba invitada – me encogí de hombros – y sobre la ropa me la presto Ema. Bueno, más bien me obligo a usarla.
-          Voy a matarla, juro que cuando la vea voy a matarla. Vamos.
Sorprendiéndome, Samuel me tomo de la mano y me llevo con él hacía adentro.
-          ¿A dónde vamos?
-          A buscarte algo para ponerte sobre ese vestido – me miro de reojo – y preferentemente que sea largo. Esas botas solo resaltan más el largo de tus piernas
Samuel siempre se había comportado protector conmigo y desde su primer comentario, aún antes de que profundizáramos nuestra relación, sobre mi uniforme de trabajo había entendido que la ropa era muy importante para él, pero eso no justificaba que se comportara así y sabía cómo detenerlo. Lo había estado haciendo durante las últimas semanas, conocía el proceso.
-          Estas exagerando. – me detuve y lo obligué a detenerse. Ya estábamos en el segundo piso y por suerte no había nadie que presenciara la escena – Se que esta ropa no es mi estilo y es bastante provocativa, pero es solo por esta noche y para complacer a Ema, no es nada.
-          Si es – sus ojos grises me recorrieron de pies a cabeza – no voy a poder estar cuidándote todo el tiempo y creeme cuando te digo que vestida así vas a necesitar tenerme cerca.
-          ¡¿Para qué?!, ¿Para qué alejes a cada chico que quiera acercarse a hablarme? – puse los ojos en blanco – por favor Samuel, puedo cuidarme sola y en definitiva no estaría mal que intentara socializar un poco, es tiempo de que empiece a ampliar mi circulo, no puedo estar siempre dependiendo de ustedes.
Y lo decía enserio. Si no estaba con Ema, pasaba tiempo con Simón y si no era él era Samuel a quien tenía cerca. No podía limitarme a relacionarme con tres personas que, encima, tenían mucha más historia juntos de la que yo jamás compartiría con ellos. Ni siquiera había hablado con Max en la última semana y hacía tiempo que nuestras sesiones de estudio solo se habían limitado a eso, estudio.
-          Y una mierda – la voz dura de Samuel me devolvió a la realidad. Estaba enojado pero ¿Por qué?, no había hecho nada malo.
-          ¿Qué te pasa?, ¿Por qué te pones así?
-          Porque con nosotros estás bien, no necesitas a nadie más. Conmigo es suficiente.
“Conmigo”…
Y entonces lo entendí. 

24.10.16

C23

Simón estaba cerrando nuestras habitaciones con llave para cuando llegue a casa.
Había sacado todas las cosas de valor o que pudieran terminar rotas y tanto la cocina como la sala estaban llenas de botellas de bebidas blancas y cerveza.
-          Bastante organizado teniendo en cuenta el poco tiempo que tuviste para organizar esto.
Mi mejor amigo me miro y mientras me arrojaba la llave de mi cuarto pasó de largo hasta la cocina.
-          Solo tuve que hacer dos llamados y todo estuvo listo. Lo único que hice fue meter todo en el armario que está debajo de la escalera y asegurarme de cerrar las habitaciones del segundo piso. No pienso ocuparme de otra cosa.
-          Con eso es suficiente Simón, no seas tan paranoico.
-          La precaución no tiene porque ser paranoia. ¿Cómo te fue en la cena?
-          Bien, mucho mejor de lo que hubiese deseado inclusive…
-          ¿Y eso?
-          Todavía me cuesta creer que Oriel sea tan perfecta. No creo que eso sea natural, no creo que ella sea natural.
-          ¿Estás hablando enserio?
La mirada enojada de Simón me dio a entender que tendría que ser más cuidadoso al elegir las palabras para expresarme. Mi mejor amigo le había tomado mucho cariño a la chica y así como yo me comportaba con Ema él era muy protector y posesivo con Oriel.
-          No me malinterpretes, parece natural y no puedo encontrar una sola grieta que rompa la imagen que tiene pero me cuesta creer que sea real. Conocí docenas de chicas y ninguna se comporto nunca como ella. ¿No te suena eso un poco raro?
-          No, creo que nunca antes te habías tomado la molestia de pasar tiempo con una chica en el pasado, no de esta manera y por eso sobredimensionas lo que Oriel representa. Es realmente especial y no debe haber muchas como ella pero no es perfecta Sam, nadie lo es.
No estaba de acuerdo con Simón en eso, Oriel era perfecta para mí, pero sí tenía razón cuando decía que nunca antes me había preocupado por pasar tiempo con ninguna de las chicas con las que había salido. Lo había intentado en los últimos meses, después de conocer a una chica como Oriel había sentido la necesidad de comparar, pero aún no aparecía nadie que fuera como ella o, en su defecto, que me hiciera sentir lo que me hacía sentir.
-          Va a ser mejor que vayas a bañarte, en un par de horas va a empezar a llegar la gente y no quiero tener que soportar a Helena solo porque ambos sabemos que ella va a ser la primera en aparecer.
-          Helena no es tan mala…
-          El hecho de que tengas que usar el “tan” ya te da una idea de lo equivocado de esa declaración.
Mire a Simón tan mal como pude y subí a darme una ducha. Tenía que sacarme de la cabeza el recuerdo de la cena con Oriel y lo bien que la habíamos pasado. Me hacía reír, era suave en sus tratos y tenía mucho tacto para tratar con la gente. Jamás me había pedido nada y eso era todo un logro para una persona que formaba parte de mi círculo. En las últimas semanas la había subido a un pedestal y tenía que calmarme y, como había dicho Simón, tener en cuenta que era una chica como cualquier otra.
Cerré los ojos bajo el chorro de agua fría y pensé en Helena. La reacción de mi cuerpo tenía que ser provocada por ella, no por otra chica y menos, muchísimo menos, por Oriel.  



22.10.16

C22



Si Anabella no paraba de hablar me iba a dar dolor de cabeza.
-          Por favor Oriel, solo quiero saber a dónde va Simón cuando sale, no te cuesta nada darme ese pedacito de información...
-          Simón no sale Ana, al menos no últimamente y definitivamente si lo hace no conmigo.
-          No puede ser, yo ya lo había visto antes y es totalmente un chico de fiestas; eso sumado a que al igual que el otro chico es prácticamente tu sombra no me cierra.
-          Bueno, lamento desilusionarte pero no tengo nada de información para darte. Nada. – enfatice la última palabra.
-          Es eso o que vos y Simón están en algo y por eso no queres compartir nada conmigo.
-          No seas ridícula Ana,
Mi compañera de trabajo me miro con rencor y termino de vestirse para luego salir dando un portazo. Como Ema, Anabella era una reina del drama y estaba empeñada en acercarse a Simón y entendía porque creía que entre nosotros había algo, Simón era hermoso y compartíamos mucho tiempo juntos, pero nosotros solo éramos amigos y además yo no tenía herramientas para ayudarla en ese terreno. Sí, teníamos mucha confianza, pero no por eso me metía en su vida sentimental y dudaba mucho que quisiera que lo hiciera.
Termine de quitarme la ropa de trabajo y salí para buscar mis cosas. Samuel estaba detrás del mostrador, con mi abrigo y mi cartera colgando de su brazo.
-          ¿Estas lista? – me pregunto.
-          Si, ya podemos irnos.
Si bien no había vuelto a verlo después de ser testigo de su demostración pública de afecto con Helena bien sabía que Samuel era un chico que si decía algo más tarde lo haría, por eso no estaba nada sorprendida porque hubiese vuelto para que vayamos a cenar.
-          ¿Hablaste con Ema?
-          Si, le dije que vendría a buscarte para cenar y le pregunte si quería acompañarnos pero me dijo que ya tenía otros planes.
-          ¿Y Simón?
-          Simón no pudo venir porque está ocupado organizando la fiesta de esta noche.
-          ¿Hoy hacen una fiesta?
Samuel abrió la puerta para dejarme pasar y mientras subíamos a su auto me explicó que a último momento ambos habían decidido organizar algo en su casa para dar comienzo a las vacaciones de invierno; eso explicaba porque Simón no me había comentado nada esta tarde. Aunque siempre cabía la posibilidad de que no hubiese querido decírmelo.
-          Ya veo – sonreí – estoy segura de que la van a pasar increíble. Solo fui a una fiesta organizada por ustedes pero estuvo muy buena.
-          Hablas como si no fueras a venir a esta... – Samuel encendió el motor y me miró de reojo - ¿Tenes otros planes?
Reí por su pregunta. ¿Qué otros planes podía tener yo si no eran quedarme en el dormitorio leyendo o mirando alguna película?
-          No, es solo que no asumí que estuviese invitada.
-          Por favor Oriel – los puños de Samuel se volvieron blancos por la presión que ejerció en el volante – por supuesto que estás invitada. Siempre tenes que considerar que tanto Ema como vos forman parte del grupo. Nosotros estamos juntos.
Sus palabras me sorprendieron. “Nosotros estamos juntos”, sonaba tan íntimo y determinante que sentí como un nudo se formaba en mi estómago de los nervios y la ansiedad.
Pero tenía que calmarme, esa frase no quería decir lo que insinuaba, no era tan literal como parecía…
-          Bueno, está bien, lo voy a tener en cuenta para la próxima vez.
-          Espero que así sea. Además de que tenemos que borrar el desastroso recuerdo de cómo terminaron las cosas la noche en que nos conocimos, no quiero que ese siempre sea el recuerdo que venga a tu mente cuando alguien te pregunte como nos conocimos.
-          Nadie me pregunta cómo nos conocimos – reí – y técnicamente la primera vez que nos vimos no fue en esa fiesta, sino en el pasillo, unas horas antes, cuando tropecé como la persona sin equilibrio que soy.
-          No hables así de vos misma. Pero tenes razón, ese fue nuestro primer encuentro. Te veías tan adorable… avergonzada, pero aún así adorable.
“Adorable”, ¿Qué le pasaba a Samuel hoy?
Sentí calor en mis mejillas y estaba segura de que tenía la cara roja como un tomate.
-          A eso me refiero – freno en un semáforo y me miro – me gusta cuando te pones colorada, es tan genuino, tan natural.
-          Solo estas empeorando la vergüenza…
-          Lo sé.
Samuel sonrió y sus ojos grises como los de un lobo al acecho se quedaron fijos en los míos por lo que pareció una eternidad. Ya no sonreía y podía sentir como en mi cuerpo miles de hormigas invisibles comenzaban a hacerme cosquillas desde la punta de los pies hasta la cabeza. ¿Qué me pasaba?
Una bocina nos saco del trance. El semáforo cambio a verde y tuvimos que avanzar.
Pude respirar con normalidad cuando sus ojos grises ya no estuvieron sobre mí y volvieron al camino.
-          Para la próxima – dijo de golpe. Habíamos estado unas cuadras en silencio. – no tenes que mandar a alguien a atendernos porque estoy con alguien, podes acercarte e interrumpir cuando quieras. Estas primero, no lo olvides.
Sabía que se refería a que había enviado a Anabella a atenderlos después de ser testigo de su escena con Helena, pero no dije nada y asentí porque me estaba mirando, esperando una respuesta. Por supuesto que nunca interrumpiría ninguna de sus citas, pero no pensaba ponerme a discutir sobre eso y su tono de voz había sido muy determinante como para atreverme a armar una conversación sobre eso.
-          Entonces, ¿ya decidiste dónde queres cenar?
-          Eso es fácil – sonreí emocionada. Samuel conocía los mejores lugares. – A donde vos quieras.

17.10.16

C21

Pero me sentía incómoda y en este momento nada me parecía tan malo como tener que acercarme a Samuel y a su acompañante. Lo había visto con chicas antes, pero nunca había tenido que interactuar con él mientras estaba con alguien y eso me ponía nerviosa. Ridículo, pero imposible de evitar.  
-          Oriel, ¿Cómo estás? – Samuel se puso de pie apenas estuve lo suficientemente cerca y, sorprendiéndome, me dio un abrazo.
-          Hola – sonreí – estoy bien, ¿vos? – me incline un poco y mire a la chica que me miraba confundida - ¿ustedes?
-          Bien también, gracias por preguntar.
El abrazo no duro mucho, apenas me contesto Samuel se separo, pero bastaron esos segundos para sentirme cálida, doblemente incómoda y confundida. No quería que se me notara ninguna de esas emociones, por eso dibuje la misma sonrisa falsa que utilizaba para atender a cada cliente y tome la libreta del bolsillo del delantal para cortar el contacto visual…
-          ¿Ya saben que van a pedir?
-          Si, sabemos. – por primera vez la chica hablo, y a pesar de ser hermosa su tono de voz era muy agudo para no resultar molesto.
-          Genial, ¿Qué querían?
-          Dos café con leche, una magdalena de limón y una galleta de avena.
-          Por favor. – agregó Samuel.
-          Enseguida les traigo el pedido chicos.
-          Espera – Samuel me tomo del brazo para detenerme - ¿Comiste?
-          Si, hace un rato.
-          Estas mintiendo – sonrió – agrega lo que quieras al pedido y antes de irme quiero ver que lo estés comiendo.
-          Estoy trabajando – dije entre dientes, molesta por su intromisión – cuando salga voy a cenar abundantemente, no te preocupes.
-          Perfecto, nos vemos en la cena.
Y soltándome me dio un empujoncito para incitarme a avanzar.
Como una zombi camine a la cocina. Pegue el pedido en la pizarra y volvía a salir para seguir atendiendo.
Atendí tres mesas más y eso me relajo lo suficiente como para darme cuenta que la actitud de Samuel no tenía nada de extraño. Él siempre era invasivo y en ocasiones simpático también y aparte del abrazo no había hecho nada que no hubiese hecho en el pasado. Habíamos cenado juntos muchas veces y la mayoría solía invitarse solo por eso no tenía porque parecerme extraño que se comportara como siempre aún en presencia de otra chica. Samuel me veía como a Ema, por eso seguía actuando así.
El pedido estuvo listo 20 minutos después y para cuando volví a la mesa con las cosas la expresión de molestia de la chica rubia no auguraba nada bueno. Habían estado susurrando por lo bajo pero cuando finalmente estuve junto a ellos se callaron.
-          Acá tienen las cosas – comencé a depositar todo sobre la mesa– perdón por la demora pero hay mucha gente y los chicos de la cocina no dan a basto.
-          ¿Para hacer una galleta y una magdalena?
-          Helena…
El tono de advertencia en la voz de Samuel no me paso desapercibido, pero la chica, aparentemente llamada Helena, lo ignoro y continuó clavando sus ojos celestes en mí.
-          A decir verdad si – me encogí de hombros – la magdalena esta recién horneada. No sé quién de los dos la pidió pero apenas la pruebe se va a dar cuenta.
-          Perfecto, nada mejor que una magdalena recién horneada. – Samuel me miró y sonrió. Le devolví la sonrisa.
-          Necesito edulcorante y no hay más, ¿me traes o tengo que ir a buscarlo?
-          “Por favor” Helena, siempre se dice por favor.
-          Es verdad, lo siento – Helena miro a Samuel y le sonrió con dulzura. No solía pensar mal de la gente pero todo en esta chica parecía falso.
-          Ahora les traigo edulcorante.
-          Gracias Oriel.
Miré a Samuel y asentí. No tenía porque agradecerme, era mi trabajo y la mayoría de las personas se comportaban como Helena, pero era agradable encontrarse con alguien que sabía de modales y como emplearlos.
Estaba volviendo con los sobres de edulcorante pero al verlos me detuve. Helena agarraba el rostro de Samuel con ambas manos mientras se daban un apasionado beso.

11.10.16

C20

-          ¿Segura que este libro te parece la decisión correcta?, no es un poco… ¿perturbador?
Miré a Simón y reí.
-          Todos los libros de Poe son perturbadores, ese es el punto.
-          Justamente, teniendo la posibilidad de elegir, ¿por qué vas a seleccionar justo ese género?. Para esparcimiento, ¿no preferís lectura un poco más ligera?
-          Todo depende.
-          ¿De qué?
-          De cómo me sienta en ese tiempo de esparcimiento.
Comprendiendo mis palabras Simón solo se limitó a asentir y volver a agarrar el libro de su lugar. Lo puso sobre la pila que yo ya había separado y descansaba sobre la barra de la biblioteca.
En los últimos meses Simón se había compartido en un buen compañero de estudio y, a decir verdad, de todo lo demás también. Como Samuel había dejado de molestarme y ya no estaba encima de mí como al comienzo, ahora su mejor amigo podía acercarse y después de haber compartido tantas horas y tantos almuerzos con Simón podía decir que ya era mi amigo también.
-          ¿Alguna novedad de tu mamá?, ¿volvieron a hablar después del episodio?
-          No, no atiende su teléfono pero estoy segura de que es porque ya no tiene señal en donde sea que esté.
Me encogí de hombros tratando de lucir indiferente pero Simón me conocía mejor, por eso se acercó y rodeo mis hombros en un abrazo.
-          No te preocupes, ambos sabemos que en cuanto pueda va a comunicarse. Te ama Oriel y también sos todo lo que ella tiene, no lo olvides.
Tratando de ignorar el nudo que se me había formado en la garganta miré los ojos increíblemente celestes de Simón y sonreí.
Seguimos eligiendo libros durante una hora más hasta que se hizo tarde para la clase a la que él tenía que asistir y mi trabajo.
Simón me dejó en la cafetería y después de prometer volver a buscarme siguió a su clase. Entre, salude a mis compañeros de trabajo y me encerré en el baño para empleados para poder ponerme el uniforme. Mientras me abrochaba el vestido no pude dejar de pensar en Simón y como se había vuelto tan importante para mí.
Hacía dos meses de la llamada de mamá para comunicarme su decisión de vender todo para irse de viaje y ya se cumplía uno de que sus planes se hubiesen concretado. Fue justamente el día en el que ella llamó para informarme que estaba todo listo para su partida que me quebré y Simón me encontró en un pasillo de la Universidad, temblando y llorando como una nena de jardín. No había tenido tiempo de esconderme en el baño como la perdedora que era y Simón, junto a un amigo que por suerte actuó como si no hubiese visto nada, me vio justo a tiempo. Al principio la vergüenza que sentí me hizo tener algo así como un ataque de pánico, pero Simón se comportó tan tranquilo y comprensivo que no pude más que soltarle todo y contarle cual era mi problema. Lo raro era que parecía entenderme, se preocupaba y jamás me miraba extrañó cuando decía lo preocupada que estaba porque mamá se hubiese ido sin mí y lo sola que me sentía de no tener a donde volver. Mamá se había asegurado de que una muy buena cantidad de dinero quedara resguardada en el banco para que, a su regreso, nos pusiéramos en busca de mi nuevo departamento y sabía que podía usar el dinero en caso de emergencia pero la plata no era el problema y Simón, que parecía tenerlo todo, lo entendía bien.
Había podido formar un vínculo tan estrecho con Simón gracias a que Samuel había dejado de asfixiarme y mentiría si digo que me sorprendió que cumpliera su promesa. Todavía seguía comprando cosas para Ema y para mí y muchas veces se había acercado a nuestra habitación para ver como estábamos o si necesitábamos algo, pero aparte de eso no lo veía. No teníamos contacto y por muy aliviada que me sentía de no tener la presión de alguien que me vigilara todo el tiempo también me resultaba extraño. Era como si, irónicamente, en el fondo extrañara que alguien se preocupara tan irracionalmente por mí. Pero lo tenía a Simón y él verdaderamente era un gran amigo; más de una vez había querido hablar con Ema pero ella parecía tener sus propios problemas y a veces era tan dramática que me daba miedo preocuparla de sobremanera, eso y que seguramente si le decía algo iría corriendo a contárselo a su hermano.
Termine de cambiarme y salí para comenzar a ayudar a mis compañeros. Todavía tenía unos minutos antes de que mi horario comenzara pero el café estaba lleno y Anabella parecía necesitar mi ayuda.
-          Oriel, gracias al cielo que estás acá – mi compañera de pelo rizado apoyo la bandeja llena de vajilla sucia sobre la barra y me miró con ojos cansados - ¿te importaría atender la mesa 10?, estoy atrasada con dos pedidos y si no los llevo en menos de cinco minutos estoy segura de que van a quejarse…
-          Claro, no hay problema. Y anda despacio, después vas a tener una migraña del horror si seguís presionándote así.
-           Habla la chica que no se presiona para nada…
Anabella puso los ojos en blanco y con una sonrisa desapareció por la cocina.
Agarre un delantal colgado del mostrador y mientras lo ataba en mi cintura camine a la sección de lectura. Las mesas con dos cifras estaban ubicadas un poco más alejadas de la puerta, en un sector lleno de sillones y cómodas mesas que les permitían a los estudiantes estar más cómodos si venían a estudiar.
Estaba a unos pocos pasos de la mesa que me tocaba atender cuando lo vi. Samuel ocupaba la mesa y no estaba solo, una llamativa chica rubia estaba sentada junto a él.
Me costó un poco acomodar la imagen en mi mente pero cuando sus ojos grises chocaron con los míos y una sonrisa genuina se dibujo en sus labios simule la sorpresa y también sonreí. Samuel acompañado de una chica no tenía porque resultarme extraño y definitivamente no tenía porque sentirme incómoda… ¿cierto?