29.9.16

C17




¿Qué le pasaba a mamá que de repente había decidido deshacerse de todo lo que teníamos para irse y dejarme atrás?
Estaba impactada, completamente sorprendida por la decisión que, irónicamente, mamá me había comunicado por teléfono unas horas atrás…
Quería poner en venta la casa, deshacerse de los muebles, comprar un departamento más pequeño para mí y con el resto del dinero irse a Europa por seis meses… ¡seis malditos meses!
¿Cómo podía esperar algo así si hablábamos todos los días y jamás me había comentado siquiera que estuviese pensando en hacer un viaje?; mucho menos que pensaba vender todo lo que teníamos para “comenzar de nuevo”.
 Durante la conversación me había aclarado que el departamento que compráramos sería nuevo y lo pondría a mi nombre pero eso no podía importarme menos. Pensar en dividir los bienes que teníamos no estaba en mis planes, ¡jamás lo había estado!
Sabía que para mamá sería difícil estar sola pero no me había dado una idea hasta ahora de cuanto porque era evidente que todo este plan desquiciado se le había ocurrido porque no tenía a nadie. Porque no me tenía a mí y ahora yo tampoco la tendría a ella.
No era que se lo reprochara, ni siquiera había tenido el valor de decirle que todo me parecía un poco desquiciado por teléfono, pero querer deshacerse de lo que nos pertenecía e irse lejos me parecía descabellado, imposible, riesgoso…
¿Qué haría sola tan lejos?, ¿Cómo podría tener control sobre lo que necesitaba si habría un océano para separarnos?, ¿Qué serían de nuestras cosas?, ¿Quién se quedaría con nuestra casa?, ¿Qué pasaría conmigo cuando no tuviera a donde volver?, a quien volver...
Tenía miles de preguntas y comenzaba a sentir miedo y el miedo no era algo que hubiese experimentado en el pasado. No sabía cómo manejarlo. Tenía miedo a quedarme sola, tenía miedo de necesitar a mamá y que ella no estuviera, tenía miedo de que ella me necesitara, miedo a no tener la casa que conocía bien… siempre había querido dejar todo atrás pero saber que no había nada hacia donde volver era otra cosa. La red de seguridad ya no estaba, había desaparecido y yo era una persona que necesitaba redes. Las construía y vivía por ellas, siempre había sido así.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no escuché las voces y los golpes hasta que fueron muy fuertes. Me incorporé como un resorte y miré hacia la puerta cerrada con llave…
-          ¿Oriel?, ¿estás bien?, soy Sam…
Aturdida mire a mí alrededor y tarde un poco en ubicarme. Estaba bajo la ducha, aún con la ropa puesta, completamente empapada y temblando como una hoja a punto de caer en otoño.
-          Si no contestas en tres segundos voy a tirar la puerta abajo y voy a entrar Oriel, lo digo enserio.
-          ¡No! – me pare de golpe y chorreando me acerque a la puerta - ¡No entres! ¡estoy bien!
Por qué el hermano de Ema estaba del otro lado de la puerta era un completo misterio para mí pero tenía que evitar que entrara al baño y me viera así o sabría que algo estaba mal.
-          No te escuchas bien - ¿esa era la voz de Simón? – Soy Simón, Oriel, ¿por qué no salís y hablamos?
Simón también estaba en mi cuarto y ahora también podía escuchar los susurros de Ema. Ella los había llamado y ahora los tres estaban juntos, hablando de mí, haciendo elucubraciones creyéndose con el derecho o la autoridad de meter sus narices en mis asuntos personales.
Si antes estaba asustada ahora estaba furiosa, avergonzada y terriblemente furiosa.
-          ¡Estoy perfectamente bien! – grite con furia, golpeando la puerta cerrada con mis puños - ¡Y salgan los tres del cuarto que tengo que salir y cambiarme! ¡Eso te incluye Ema, no los quiero ver cuando salga! ¡FUERA!


26.9.16

C16



-          No sé porque no le preguntas y listo. Es la mejor amiga de tu hermana, ¿desde cuándo te da vergüenza o lo pensas dos veces antes de acercarte a una amiga de Ema?, a cualquier chica si vamos al caso.
-          Estas perdiendo el punto – mire a Simón y trate de calmarme – Oriel no es como el resto de las amigas de Ema y sabes perfectamente que tampoco me hizo ningún bien cuando me acerque al resto de ellas en el pasado. Ni hablar de las mujeres en general.
-          Eso es cierto – mi mejor amigo no pudo ocultar la sonrisa – pero no creo que acercándote a Oriel corras el mismo riesgo. Solo queres saber las cosas que le gustan para no andar como un desquiciado comprando todo o teniendo que averiguar lo que necesita todo el tiempo.
-          Soy perfecto, por supuesto que siempre corro riesgo cuando me acercó a una chica.
-          Estas hablando de una perfección muy superficial que no creo que alcance para deslumbrar a esta chica en particular.
“Perfección superficial”, eso fue duro, pero Simón era mi mejor amigo y me conocía bien; tan bien que podía decirme cualquier cosa sin que lo tomara a mal o termináramos en pelea. Su intención solo había sido ser claro y lamentablemente coincidía con él. Era muy consciente de mi aspecto así como lo era de mi reputación y tenía suficiente memoria como para reconocer que mi historial no era bueno. Jamás me había importado y no entendía porque tenía que empezar a preocuparme ahora pero me importaba, mentía si decía lo contrario.
Estuvimos corriendo por cuarenta minutos más y estaba por decirle a Simón que deberíamos volver, tenía una cita a la que no quería llegar tarde (hablando de malos historiales), cuando el celular comenzó a vibrar dentro del bolsillo de mi short. Bastó una mirada rápida para ver el rostro de Ema ocupando la pantalla. Me detuve. Simón me imitó.
-          ¿Todo bien? – preguntó.
-          Si, es solo Ema que me está llamando y tengo que atenderla. Dame un minuto.
Simón asintió y me alejé unos pasos para contestar la llamada.
-          ¿Ema?, ¿todo bien?
-          Hola Sam, si, todo bien… – mi hermana suspiro de forma dramática -  o bueno no, no sé, nada está mal pero…
-          Ema, no hagas pausas dramáticas, ¿Qué pasa?
-          Es Oriel.
-          ¿Qué pasa con ella?
-          La verdad es que no lo sé, está encerrada en el baño hace veinte minutos y no sale.
Tuve que respirar profundo para contenerme. Mi hermana a veces se pasaba de la raya con sus pavadas.
-          Probablemente solo está tratando de relajarse o quiere estar sola Ema, me parece que estas exagerando. Oriel está todo el tiempo con vos y seguramente ahora quiere algo de privacidad, darse un baño, relajarse y…
-          Si quisiera privacidad le hubiese alcanzado la hora que estuvo fuera después de recibir ese llamado – el tono de Ema se volvió más urgente – sé muy bien que algo le pasa, lo vi en su cara cuando volvió. Algo no está bien Sam.
-          Recién mencionaste un llamado, ¿Quién era?, ¿lo sabes?
-          Creo que era su mamá, pude ver una foto antes de que contestara pero no estoy segura.
-          Bueno, no te preocupes, en quince minutos estoy allá.
-          Perfecto, gracias.
Era evidente que Ema estaba aliviada de saber que recibiría ayuda y aunque yo no estaba muy preocupado porque la conocía y sabía lo exagerada que podía ser ahora sentía curiosidad.
Volví a buscar a Simón y cuando termine de contarle lo que Ema me había dicho y el porqué debía irme quiso acompañarme.
-          No necesito que vengas, puedo manejar esto solo.
-          Sé que podes pero quiero ir, Oriel me importa.
-          Puedo ver eso.
Me molesto que Simón se metiera en esto. De repente había desarrollado un fuerte instinto de pertenencia sobre la mejor amiga de mi hermana y aunque sabía que debía detenerme para analizar eso la verdad era que ahora no tenía tiempo y tampoco sentía que analizar lo que me pasaba con esta chica me llevara a un buen lugar. 

22.9.16

C15

Pasar tiempo con Ema distanciada de su hermano era una cosa, pasar tiempo con Ema siendo chequeada las 24hs del día por su hermano era otra muy distinta. Cualquier persona en su sano juicio pensaría que el hecho de que mi mejor amiga fuese unida a su hermano no tendría porque afectarme directamente o a nuestra relación, pero la verdad era que si lo hacía y a un nivel que no podía ser considerado normal.
Después de la cena de reconciliación, de eso hacía ya casi un mes, las cosas se habían puesto raras y no porque algo malo hubiese pasado entre Ema y Samuel nuevamente sino porque lugar a donde iba, pregunta que hacía o momento que compartía con Ema era también momento que tenía que lidiar con su hermano. Ema y Samuel eran, por consiguiente, un paquete; por ser amiga de Ema tenía que soportar que su hermano sea mi sombra y no importaba las veces que le había pedido que se mantuviera al margen, Samuel siempre insistía basándose en el hecho de que por ser amiga de su hermana, “una verdadera amiga” (término que me había sorprendido la primera vez lo que uso), iba a tener conmigo las mismas actitudes y los mismos cuidados que para con ella. Era asfixiante, realmente asfixiante…
-          ¿Segura que no queres probar nada?, hay tantas cosas que algo te tiene que gustar…
Mire a Ema, sentada sobre su cama, rodeada de cajas de la mejor patisserie de la ciudad y negué.
-          No, gracias, no tengo hambre.
-          Mi hermano se va a enojar si se entera – Ema suspiró y comenzó a revisar una caja particularmente grande en donde había muchas más donas de las que nosotras dos podríamos comer en una semana – Pero no te preocupes, no le voy a decir porque al menos estas tomando el té helado que te trajo.
-          Si, al menos eso.
Puse los ojos en blanco y mire el vaso de plástico, lleno de té verde, que tenía en la mano.
Comprar comida para su hermana y para mí era una de las cosas que Samuel se creía con la obligación de hacer. Desayuno, almuerzo, merienda, cena… no había comida que se salteara y que me incluyera tanto en el mensaje que mandaba con ella como en la cantidad desmesurada de alimento que compraba para ambas.
-          Estas donas son el sol – Ema se llevó el resto de la dona a la boca y gimió de placer, no pude contener la risa.
-          Sos increíble. Y más increíble es que puedas seguir viendo comida después de todo lo que tu hermano compra día a día.
-          Puedo seguir comiendo simplemente porque todo es delicioso. Sam conoce muy bien mis gustos y si vos te dignaras a darle una pista sobre los tuyos te aseguro que la cantidad que compra se reduciría a más de la mitad.
Fruncí el seño sin comprender. Ema suspiro mientras agarraba una caja con galletas.
-          Compra tanta comida porque no tiene idea de lo que te gusta. Intentó preguntarme pero como yo tampoco estoy muy segura solo pide un poco de todo y listo.
-          Eso es ridículo – apreté los puños con fuerza – no tiene porque hacer eso. Justamente no me gusta tocar la comida que compra porque no quiero que él me compre nada. – se que sonaba muy desagradecida e infantil pero que Samuel me comprara cosas me incomodaba muchísimo. Sentía que estaba en deuda con él.
-          Sam solo está intentando ser amable y cuidarte – mi amiga me miro con intensidad – nunca antes lo había hecho por ninguna de mis amigas y a mí me gusta que lo haga ahora. Comprar tu comida, ofrecerse para llevarnos, estar pendiente de lo que necesitamos es su forma de decir que te acepta y que le gusta que estés conmigo así que ni lo intentes, si mi hermano esta todo protector sobre vos no vas a poder hacer nada para que dé marcha atrás. Lo sé muy bien.
Volví a suspirar y me recosté sobre la cama. Tenía que terminar unos ejercicios para la clase de cálculo pero me dolía la cabeza y el olor a vainilla solo empeoraba el síntoma. Tal vez Ema tenía razón y lo que tenía que hacer era dejar que Samuel conociera mis gustos para que al menos, en estos casos, no llenara el cuarto de productos que ni en un millón de años comería.
Estaba a punto de quedarme dormida cuando sentí el teléfono vibrar bajo mi almohada. Me incorporé como un resorte y lo agarre. Una foto de mamá ocupaba la pantalla.
-          Hola, ¿mamá?
-          Oriel…
Solo tuve que escuchar su tono de voz al decir mi nombre para darme cuenta de que algo no estaba bien y sentir, como hacía tiempo no sentía, como se me formaba un nudo en el estómago de los nervios y la ansiedad.

20.9.16

C14



El lugar que Ema había elegido era muy elegante y mi ropa no tenía nada que ver con el ambiente, destacaba como un tigre en el medio del océano.
Samuel consiguió una mesa para los tres enseguida y no por primera vez tuve la impresión de que la gente, al tratarlos, se comportaba de forma especialmente servicial y sobreactuada. Todavía no sabía mucho sobre Ema o su familia pero había visto lo suficiente como para deducir que eran gente importante. Incluso Max, cuando nos vio juntas por primera vez, asumió que ya sabía todo sobre ella aunque enseguida se dio cuenta de mi asombro de que la reconociera; Ema no compartía ninguna de nuestras clases y ni siquiera su área de estudio estaba en la misma parte de la Universidad.
-          ¿Ya saben que quieren cenar?
-          No todavía – Ema me miro - ¿Vos Oriel?
-          No tengo mucha hambre, una ensalada va a estar bien. – sonreí y me estire para agarrar mi limonada.
-          No – Samuel cerró su carta y me miro fijamente – Tenes que comer algo más contundente. Una ensalada no es alimento.
Fruncí el seño y deje el vaso sobre la mesa.
-          Pero no tengo hambre.
-          Eso no importa – ignorándome volvió a abrir la carta y dejo de prestarme atención – Voy a pedir por ambos y espero que al menos comas la mitad del plato.
-          Samuel, eso no es…
-          No discutamos. – me miro a los ojos por un segundo y volvió a la carta - ¿Ya estas lista Ema?
Completamente anonadada por la situación mire a Ema que miraba a su hermano entre confundida y conteniendo la risa.
-          Si, ya lo sé, podes llamar al camarero.
Era increíble, Ema ni siquiera había intercedido y yo estaba tan sorprendida que solo me quede mirando como Samuel pedía un plato de pasta para compartir y se lo explicaba de esa forma al camarero que nos miro con una sonrisa cómplice, asumiendo que éramos pareja o algo. Claro que me sentí halagada, que alguien pensara que un chico como Samuel podía estar conmigo era un poco increíble, pero apenas estuvimos solos reaccioné…
-          No me gusta que me digan que hacer. – mire al chico a los ojos y trate de no descontrolarme mucho – Se muy bien cómo alimentarme y soy perfectamente capaz de tomar mis propias decisiones. No voy a comer porque no tengo hambre.
Samuel me había estado mirando serio y escucho mis palabras sin interrumpir pero apenas termine de hablar se inclino sobre la mesa y como estábamos enfrentados y él era muy alto eso hizo que la distancia que nos separara fuera poca. Tuve el impulso de retroceder pero no lo hice, sabía que me estaba desafiando, a su manera trataba de intimidarme.
-          Imagino que sos capaz de decidir sola y entiendo que no tengas hambre pero eso no implica que yo me preocupe y decida hacer algo. No dudo de tu capacidad para cuidarte pero me parece que uno a veces esta tan inmerso en otras cosas que necesita de otros. Sos amiga de mi hermana y eso significa que tu bienestar también es importante para mí. Lamento si te ofendí pero voy a ser yo quien se sienta ofendido si no tocas la comida que con empeño elegí para nosotros.
Esos ojos y ese discurso fueron como un baldazo de agua fría. Su respuesta había sido tan educada y coherente que negarme me transformaría en la inmadura e irracional de la conversación y bastó una rápida mirada a Ema para notar que ella estaba tan sorprendida como yo para participar de esto y ponerse de mi lado.
-          Bueno, agradezco tu preocupación y si es importante para vos entonces voy a comer, pero te pido que no vuelvas a hacerlo – forcé una sonrisa, odiaba que me acorralaran en mi propio juego.
-          Gracias – Samuel sonrió y volvió a reclinarse en su asiento – pero lamentablemente no puedo prometerte eso.
Apreté la mandíbula con fuerza y guarde silencio.
-          Bueno, eso fue interesante. – Ema finalmente hablo y cuando la miré note que miraba a su hermano con los ojos brillantes. Si estaba feliz o molesta no lo sabía.
-          Interesante va a ser que me cuentes que estuviste haciendo todos estos días en los que no nos vimos. – Samuel le sonrió con cariñó y estiro su mano sobre la mesa para tomar la de ella.
-          Sí, yo también lo creo…
Y con una sonrisa sincera Ema comenzó con un relato detallado sobre la semana que estuvo distanciada de su hermano. En varias ocasiones Ema me nombro o hizo referencia a las cosas que hacíamos juntas como ir a la biblioteca, correr o estudiar al aire libre, y en esos momentos Samuel clavaba sus ojos grises en los míos como si estuviese tratando de averiguar algo. Siempre le sostuve la mirada aunque lo que realmente quería era esconderme debajo de la mesa y desaparecer. 

19.9.16

C13



-          ¡Estás bien!, Dios me alegro tanto de que estés bien…
Ema, como la reina del drama que era, corrió a abrazarme.
-          Claro que estoy bien Ema, solo salía a tomar un café, no a meterme en una jaula llena de leones.
-          Con ese vestido caminar por las calles a esta hora es como meterse en una jaula llena de leones.
El comentario de Samuel me cayó tan mal que solo me limite a mirarlo con rencor. Si hablaba no estaba segura de poder controlarme.
-          Bueno, ahora que Oriel está en su habitación con Ema mi misión ya está cumplida y puedo irme tranquilo. Nos vemos más tarde chicos.
Simón saludo a su amigo, le dio un beso en la mejilla a Ema y, sorprendiéndome, para despedirse me abrazo. Sabía que tenía que ser cuidadosa porque era amigo de Samuel pero algo en Simón me daba confianza y no me había parecido que me abrazaba de una forma coqueta sino más bien fue un abrazo fraternal.
Una vez que quede sola con los hermanos las cosas se pusieron un poco incómodas. Samuel no dejaba de mirar a su hermana como si fuese el sol que había vuelto a encontrar y Ema se había sumergido en su celular completamente ajena a lo que la rodeaba.
Estaba buscando la mejor forma de buscar una nueva excusa para irme cuando la voz de Samuel cortó el silencio.
-          Me parece que ahora que quedamos los tres tendríamos que salir a comer algo, ¿Qué les parece?
Ema, con una expresión de emoción tremenda, dejó el celular a un costado y miro a su hermano.
-          ¡Sí! Si, tenemos que ir, vamos.
-          Excelente – Samuel le sonrió y sus ojos se posaron en mí – ¿Queres cambiarte antes de salir?
¿Me estaba hablando a mí?
-          Por supuesto que estas invitada, estaba hablando de los tres.
Como si hubiese leído mi mente Samuel dijo aquello e increíblemente dibujo una sonrisa muy parecida a la de su hermana. Me quede congelada un buen tiempo, contemplando su belleza y la rareza de que, por primera vez, el chico me mostrara una sonrisa amable y genuina al mismo tiempo. Era muchísimo más lindo cuando se relajaba de esa forma.
-          ¡Dale Oriel!, cambiate y vamos – sacándome del trance Ema se puso frente a mí – Ponete unos jeans y salgamos, por favor, ¿sí?
No quería, realmente no quería meterme en el medio de los hermanos que finalmente acababan de resolver sus problemas, pero la expresión de Ema y la invitación tan amable de Samuel me dijeron que no podía decir que no.
-          Sí, claro, enseguida me cambio y salimos.
Sonreí y tomando un poco de ropa que había sobre la cama me metí al baño. Se escuchaban cuchicheos del otro lado de la puerta pero apenas prendí la ducha las voces de apagaron.
Me di una ducha rápida, me puse un par de jean, la remera más cerrada que tenía en el guardarropa y un buzo bien grande que no dejara nada al descubierto. No era que tuviese mucho que ocultar pero después de recibir tantos comentarios sobre el vestido que usaba como uniforme sentía que taparme era lo mejor que podía hacer.
Para cuando salí del baño Ema ya se había cambiado también y a diferencia de mi atuendo ella había optado por algo mucho más colorido y estilizado.
-          ¿Lista?
-          Sí, claro – mire mi ropa y después la de ella - ¿Pero segura que puedo salir así?, estas muy arreglada y yo…
-          Estas perfecta – Samuel me interrumpió – Vamos.
No me atreví a contradecirlo, los ojos grises de Samuel me miraron directamente al decir aquello así que asentí y los seguí afuera.
Como si se hubiese dado cuenta de que pretendía ir al margen, Samuel se acercó a mí y me puso en el medio de los dos. Su mano quedo posada en mi cadera y el escalofrío que sentí me hizo contener la respiración.
-          ¿A dónde quieren ir?
Ema mencionó un lugar de comida que no conocía y por lo que parecía tampoco quedaba cerca.
-          Vamos a ir en mi auto entonces – Samuel me miro - ¿estás de acuerdo Oriel o preferís ir a otro lugar?
-          A donde ustedes quieran está bien y, por cierto, gracias por invitarme, en verdad no tenían por qué hacerlo.
-          No digas eso, sos mi amiga y todo este tiempo estuviste soportando mi locura por culpa de mi hermano. Te mereces tanto como yo que nos compense por eso.
-          No digas eso Ema, no fue así y nadie tiene que compensarme por nada.
-          Ema tiene razón. Además, esta es mi forma de agradecerte que hayas estado con mi hermana mientras yo no podía.
Nuevamente Samuel me miraba intensamente, eso sumado al hecho de que su mano seguía apoyada en mi cadera hizo que el corazón comenzara a latirme muy rápido. Sentí que mis mejillas se calentaban de la vergüenza porque estaba segura de que era evidente que me ponía nerviosa y no quería que lo notara. Pero se notaba, estaba segura de que si porque con una sonrisa Samuel rompió el contacto visual para que finalmente puediese respirar con normalidad.
¡Dios! Esto no estaba funcionando, tenía que soltarme de su agarre y crear un poco de distancia. El chico ya no me miraba con desconfianza y toda esa calidez y amabilidad que desprendía me estaba afectando así que aproveché que estábamos cerca de la puerta y me adelanté rápidamente para abrirla. La marca que su mano había dejado seguía ahí pero al menos no estaba tan cerca.
Llovía, y aunque no tuvimos que caminar una gran distancia hacia el auto Ema igual casi se vuelve loca por las pocas gotas de lluvia que mojaron su pelo.
-          Vamos Ema, no seas tan dramática y subí. – con una sonrisa su hermano le abrió la puerta del asiento de atrás.
-          No soy dramática, solo muy cuidadosa con mi estética.
Ema subió y enseguida Samuel se acerco a la puerta del copiloto y la abrió para mí.
-          ¿Vamos? – me miró sonriendo.
-          Puedo ir atrás así compartís un poco más con Ema y…
-          Nada de eso, subí, dale que te estás mojando.
Suspire y obedecí. Cuando se inclino para cerrar la puerta acercó su rostro al mío y a pesar de que sus ojos grises en contraste con la oscuridad de la noche eran impactantes, fueron sus palabras las que me dejaron sin aliento…
-          Me gusta más esta ropa. – sonrió – Me deja más tranquilo.

15.9.16

C12

-          Está bien – miré a mi hermana y después de contestar el mensaje de Simón guarde el teléfono en el bolsillo – Esta con Simón, la está trayendo.
-          Menos mal. – Ema suspiró y se acostó dramáticamente sobre su cama – Somos dos desconsiderados, dejar que se haya ido así estuvo muy mal.
-          Ema, ni siquiera nos dimos cuenta, no es como si la hubiésemos echado…
-          Lo sé, pero ignorarla y desarrollar otro de nuestros dramas familiares frente a ella es más o menos lo mismo, como que no le dimos otra opción.
-          A decir verdad – suspiré – cualquier otra de tus amigas se hubiese quedado a disfrutar el show.
-          Oriel no es como el resto de mis amigas – mi hermana se incorporó de golpe y me miro muy seriamente – no lo es. Ella realmente sabe el significado de esa palabra.
-          Me estoy dando cuenta de eso…
Metí las manos en mis bolsillos y observe como mi hermana se levantaba para poner un poco de orden en los libros que estaban dispersos por su cama y en la cama de su compañera de habitación. Mientras la observaba ordenar (cosa que no había hecho antes) me pregunte qué tan diferente sería Oriel. Hasta el momento todos sus actos no demostraban que estuviese con Ema por interés o que siquiera supiera quiénes éramos nosotros pero eso no significaba que la chica no fuese más inteligente que el resto y solo estuviese esperando su momento.
Algo en esa acusación no me parecía correcto, dudaba de que fuera el caso, pero nunca estaba de más ser mal pensado.
-          Podrías ayudarme en lugar de quedarte mirando.
Mire a mi hermana y sonreí.
-          Esta no es mi habitación, no tengo porque ordenar tu desastre.
-          Cuando Oriel me escuchó decirle eso a un chico que estaba estudiando conmigo en la biblioteca no se puso muy contenta. Me dijo que esa era una forma de actuar grosera y egoísta. – se encogió de hombros.
-          ¿Te dijo grosera y egoísta?
-          No es que me dijo eso, solo se refirió a mi comportamiento por creer que un chico tiene la obligación de atenderme o hacer las cosas por mí todo el tiempo. Tenía razón, Lucas y yo éramos un equipo, que quisiera irme rápido no me daba el derecho a dejar todo el desastre para que él lo ordenara.
-          Estoy seguro de que hacerlo no le hubiese importado. Probablemente ese chico está enamorado de vos y hubiese hecho lo que sea que le hubieses pedido.
-          Ese no es el punto. Sé que te educaron para creer que el hombre siempre tiene que hacer todo por la mujer y también se que cualquier chico haría lo que le diga - mi hermana se agachó para recoger un libro que estaba escondido debajo de la cama y ni siquiera se inmuto por sonar tan vanidosa  – pero en el mundo de hoy tal vez sea bueno que la mujer sea un poco más independiente y básicamente pensar que por ser chica un hombre tiene que atenderme es un concepto bastante machista de mi parte.
No dije nada y me quede mirando como mi hermana terminaba de ordenar la habitación.
La ayude a terminar de tender su cama y mientras lo hacíamos me pregunte sobre cuantas cosas más había influido su nueva compañera en su comportamiento. Parecía una insignificancia pero que Ema se pusiera a pensar sobre conceptos machistas o solo se dignara a ordenar su propio desorden era un avance increíble. Mis padres la habían criado como a una princesa y yo había ayudado muchísimo a que eso continuara siendo así una vez que ambos nos fuimos de casa, por eso que en tan poco tiempo una persona hubiese cambiado tan rotundamente sus cimientos era sorprendente.
Cuando la puerta se abrió y por ella entro mi amigo sosteniendo la mano de una tímida rubia que tenía las mejillas rojas por el frío o tal vez la vergüenza, me pregunté como una chica con ese aspecto tan inseguro podía provocar tanto.

14.9.16

C11



Tenía frío. Tenía tanto frío que se me habían ido las ganas de comer y lo único que quería consumir era café.
Iba por la segunda taza cuando una mano helada se apoyó en mi hombro haciéndome saltar del susto.
-          ¡Perdón! No quise asustarte…
Estaba asustada porque me había tomado desprevenida pero más estaba sorprendida por verlo a él en este lugar y a esta hora…
-          Está bien, no es nada – respire profundo para calmarme - ¿Qué haces acá?
No pude frenar la pregunta por muy brusca que resultara.
Simón no estaba vestido como si su idea hubiese sido salir a dar una vuelta para terminar en una cafetería como esta. El traje azul marino que tenía daba una idea muy precisa de eso.
-          Pasaba con el auto y al frenar en el semáforo te vi. ¿Qué haces acá sola? –me miró con mayor detenimiento – y así vestida. Hace frío.
Sin darme tiempo a decir o hacer nada, se quito el saco y lo puso sobre mis hombros.
-          Esto no es necesario – iba a sacarme el abrigo, pero Simón me lo impidió poniendo sus manos sobre las mías.
-          Insisto, quédatelo.
Suspire y solo para que me soltara asentí. Simón era un chico lindo pero vestido así ya resultaba intimidante. El pelo rubio le contrastaba mucho con el azul oscuro del traje y los ojos turquesa eran de un color aún más claro de lo habitual.  
-          Bueno, gracias por el abrigo. Y respondiendo a tu pregunta estoy acá porque Ema y Samuel tenían que arreglar sus problemas y necesitaban privacidad.
-          ¿Simón fue a ver a Ema? – asentí - ¿y te dejo salir así solo porque necesitaba hablar a solas con ella?
-          No – fruncí el ceño – ellos no me pidieron que me vaya pero necesitaban su espacio. Además, ¿Por qué tendría Samuel que darme o no permiso para hacer algo?
-          Eso lo explica. – suspiro - Vamos que te llevo de nuevo a las habitaciones.
Y como si debiera obedecerlo dio media vuelta y camino a la salida.
De más está decir que yo ni siquiera me moví; al contrario, tome la taza de café que ya estaba frío y me la lleve a los labios. Cuando Simón se dio cuenta de que no lo seguía su expresión siempre amigable cambio a una mucha más seria. Se acercó con paso firme y el seño levemente fruncido.
-          ¿Qué haces?
 Tu tono de voz fue demandante, como si tuviera el derecho. Y yo ni siquiera lo conocía, no realmente.
-          La pregunta es qué haces vos. Agradezco que te hayas detenido al verme, aunque no necesitabas hacerlo, y también te agradezco el gesto de prestarme tu abrigo – el cual me quite y puse sobre la mesa – pero no por eso alguien te dio el derecho o la confianza como para decirme que hacer.
Al principio la expresión de Simón no dejo de ser seria, pero cuando se dio cuenta de que su actitud me estaba molestando relajo la expresión.  
-          Sé que parece autoritario de mi parte pero estoy tratando de cuidarte. Es tarde, hace frío, estás sola y digamos que lo que estas usando no es como para estar caminando de noche de vuelta a los dormitorios.
-          ¡Qué les pasa a vos y a Samuel con mi uniforme! – grité. No pretendía ponerme así pero ya me tenían al límite - ¡es solo un vestido y ni siquiera me queda tan mal!
-          Nadie dijo que te quedaba mal – sus ojos siguieron mi cuerpo hasta donde la mesa se lo permitía – todo lo contrario y ese es el maldito punto. – suspiro – Por favor Oriel, voy llegando tarde, si pudieras hacer esto por mí te lo agradecería.
-          Yo no…
-          Por favor, no me voy a ir hasta que vengas conmigo. No me hagas llegar tarde.
Los ojos de Simón literalmente me suplicaron y eso fue muy injusto porque solo me hizo sentir infantil e inmadura y ni siquiera era la que estaba equivocada. El chico era experto en el arte de la manipulación.
-          Está bien – suspire – pero que quede claro que yo no te lo pedí. Soy perfectamente capaz de cuidarme sola.
-          Lo sé, pero resulta que en esta situación no tenes porque hacerlo. Ahora vamos, se me hace tarde.
Tuve el impulso de preguntarle a donde iba, pero ese no era asunto mío así que guarde silencio y asentí.
Simón agarro el abrigo de la mesa y me guio afuera. Una vez en el exterior volvió a ponerme el saco sobre los hombros y estaba por abrirme la puerta del auto para que pudiera subir cundo alguien pronunció mi nombre.
-          ¿Oriel?
Como si me hubiesen amenazado Simón me tomo de la cintura para ubicarme a su espalda y se paro frente a mí. Eso había sido tan exagerado que me dio vergüenza…
-          Hola Max.
Mi compañero de estadística nos miraba con curiosidad.
-          ¿Cómo estás? – se inclino un poco para poder verme -  No estaba seguro de que fueras vos pero por las dudas tuve el impulso de acercarme y verificar.
Una sonrisa dulce se formó en sus labios y como habían hecho Simón y Samuel, los ojos de Máximo me recorrieron de pies a cabeza, o al menos lo que el cuerpo de Simón dejaba al descubierto. No me estaba mirando de forma impertinente o intensa, pero igualmente me sentí incómoda y me cerré el saco que tenía colgado de los hombros; cuando me di cuenta de que era más largo que el vestido considere la posibilidad de que en realidad los chicos tuvieran razón y el uniforme era una buena razón para dejar el trabajo...
-          Nosotros ya nos íbamos. ¿Vamos Oriel? – Simón me devolvió a la realidad.
-          Sí, claro – le sonreí a Max con disculpas – Nos vemos en clase Max.
-          Nos vemos Oriel.
Con apuro, Simón me tomo de la mano y abriendo la puerta del auto casi me empujo para subir a
él.

12.9.16

C10

Me costó calmar a Ema. Había estado tan bien durante la semana que lamenté mucho que se pusiera así solo porque su hermano aparecía para verla.
-          Relájate Ema, si seguís llorando te va a doler la cabeza, creeme, no vas a querer eso – le sonreí y ella me devolvió la sonrisa entre lágrimas.
Podía sentir la mirada de Samuel a mis espaldas. Estaba segura de que el chico quería que los dejara solos, pero no me animaba a dejarla así y aparte ella me tomaba del brazo como si su vida dependiera de ello.
-          No te vayas – me dijo como si pudiera leer mis pensamientos – no me dejes sola con él.
-          Es tu hermano Ema, no pasa nada – suspire – solo quiere arreglar las cosas, tenes que escucharlo.
-          Es fácil para vos decirlo – miro sobre mi hombro y le hecho una mirada de muerte – no sabes lo que hizo. Estoy segura de que si supieras ni siquiera vos lo perdonarías.
-          Sé que estuve pésimo – Samuel rompió el silencio – pero eso no justifica que la metas en esto. Te estoy pidiendo disculpas, estoy verdaderamente arrepentido y te aseguro que jamás voy a volver a hacer una cosa así. Solo tenes que perdonarme y dejarlo ir Ema, fue una sola vez. Una.
No tenía idea de que estaban hablando, pero al parecer esa sola vez que su hermano se había equivocado había sido grande porque Ema parecía decidida a no perdónalo. Me intrigaba, pero no dije nada y espere en silencio.
Ema tardo, pero finalmente suspiro y soltándome se levanto para acercarse a su hermano.
-          Estuviste mal, tenes que entender que lo que hiciste no solo está mal por lo que significa para mí, sino por lo que dice de vos. Te perdono, pero estas a prueba y sabes lo que eso significa – lo miro mal – esta vez te va a costar.
Tan rápido que me asustó, Samuel separo la distancia que los separaba y la tomo entre sus brazos con tanta fuerza que la levanto por los aires. Le lleno la cara de besos y le dijo tantas veces que lo sentía y que estaba tan feliz de que lo hubiese perdonado que para cuando finalmente volvió a dejarla en el suelo yo ya estaba mareada. Me ponía contenta que las cosas entre ambos hermanos se hubiesen solucionado, pero seguía en el medio de algo que no me incumbía y eso realmente me incomodaba. Ema ya había comenzado a hacer una lista sobre las cosas que Samuel tenía que hacer para comenzara a compensar lo que había hecho, por eso ninguno de los dos me noto cuando tome mi cartera y me escabullí por la puerta.
No me detuve hasta salir del edificio, pero una vez afuera me lamente por no haber agarrado un abrigo. Hacia frio y yo seguía con el uniforme de trabajo. Suspire y comencé a caminar al café que quedaba a unas cuadras del campus; no quería volver a mi lugar de trabajo pero si no quería caminar mucho no me quedaba otro remedio.