25.8.16

C1

Mientras quitaba las cajas llenas de libros del baúl del auto me pregunté si esto, en realidad, era una buena idea.
No era una persona cobarde ni insegura, pero el hecho de comenzar mi primer año universitario con tres semanas de atraso y más aún con unos avanzados diecinueve me hacía replantear la decisión. El problema era que mamá prácticamente me había obligado a dejarla y por dejarla se había referido a ella y a la ciudad que conocía y en donde había vivido toda mi vida.
No me quejaba, en realidad la ciudad nunca me había gustado y siempre había anhelado comenzar a estudiar lejos, pero lo que no me agradaba ni un poco era dejar a mamá a pocos meses de la muerte de papá y con toda una nueva vida por descubrir.
Ella se había encargado de organizar mi partida alegando que ambas necesitábamos tomar algo de distancia y que sería bueno que cada una creara su espacio, pero aún tenía la sensación de que en realidad todo había sido un acto para mandarme lejos mientras ella se caía a pedazos. La idea era, en realidad, ridícula, pero con mis años desarrollando un sentido del control en el que quería formar parte de todo no podía hacerme a la idea de estar lejos.
Y eso que solo habían pasado unas horas…
Pensando en mamá y en que probablemente debería esperar para llamarla, terminé de bajar las cajas del auto y en una complicada pila que apenas podía mantener en equilibrio caminé hasta el inmenso complejo que funcionaba como sede para estudiantes.
El hecho de que la facultad tuviera residencias había resultado muy provechoso porque aunque había ahorrado mis últimos sueldos como moza en el café más chico de la ciudad la realidad era que no tenía mucho y apenas contaba con tiempo para conseguir un nuevo trabajo.
Estaba tratando de abrir la pesada puerta de vidrio cuando de repente ya no había nada que sostuviera mi cadera y, por ende, caí hacía adelante con cajas y todo. Resta decir que la sensación de caer al vació tan de golpe fue más que desagradable, pero lo que realmente me alteró fue descubrir que no estaba sola. Un grupo de chicos (y si, hablo del sexo totalmente masculino) me miraban desde arriba conteniendo la risa. El dolor de la caída se transformó rápidamente en vergüenza y sentí como toda mi cara se ponía de un tono rojo bermellón.
-          ¡Disculpa! ¿estás bien?, no vimos que había alguien afuera y abrimos la puerta sin mirar…
Uno de los chicos, el único que no estaba esforzándose por no reírse en mi cara, se agachó para ayudarme. Yo sentía que tenía el rostro rojo de la vergüenza y la espalda me dolía del golpe que me había dado pero haciendo el mayor esfuerzo por no hacer una mueca de dolor tomé la mano que me extendía y me incorporé de un salto.
-          Estoy bien – logré balbucear mientras me recuperaba de la vergüenza y la sorpresa. – no fue la gran caída.
-          En realidad – dijo uno de los que no se molestaba en ocultar la risa – se vio muy fuerte, ¿segura que estas bien?
-          Sí, estoy bien. Gracias.
El chico que me había ayudado a levantarme, que por cierto era realmente lindo con todo ese pelo oscuro y ojos claros, había juntado mis cosas y me las extendía mientras yo me había ocupado de arreglarme la remera que se había subido unos cuantos centímetros al caer.
-          ¿Segura que estas bien?, te caíste fuerte y…
-          Estoy bien – lo corté. Parecía preocupado pero su escrutinio me ponía nerviosa y lo alto que era me intimidaba. – Gracias.
Y al tiempo que le arrebataba mis cosas de las manos desaparecí casi corriendo por el pasillo y doble en la esquina para perderlos de vista. Escuché risas y murmullos alejarse y cuando finalmente el golpe de la puerta me aseguro que se habían ido solté un profundo suspiro. Este comienzo no podía ser un buen augurio.
Jamás había sido buena para interactuar con el sexo opuesto y sabía perfectamente que teniendo la piel casi transparente seguramente había parecido un tomate al fuego mientras los ojos de aquel chico me observaban. ¡Vaya vergüenza!, ¿no podía el destino simplemente matarme o enterrarme en un profundo agujero en donde nadie pudiera verme mientras vivía?
Pensando en las posibilidades recordé a mamá. Tal vez pedirle eso al destino no era tan buena idea. 
Divagando en mis pensamientos retorcidos había perdido la orientación, por lo que tuve que retroceder para llegar a mi nueva habitación.
Se escuchaba música desde adentro así que decidí golpear en lugar de usar la llave que me habían enviado por correo. Mi nueva compañera no tardó en abrirme, pero para cuando finalmente lo hizo tuve que hacer un gran esfuerzo por contener la risa. Estaba a medio vestir y tenía una mueca de confusión que contorsionaba lo que ya podía deducir como un bello rostro.
-          ¿Buscabas a alguien? – me pregunto con un tono que me recordó mucho a una de las chicas súper poderosas. No sabría especificar a cual.
-          No a alguien, sino algo. Esta es mi nueva habitación.
La comprensión enseguida llego a su rostro y con una gran sonrisa que parecía genuina se hizo a un lado para dejarme pasar.
-          ¡Sos mi nueva compañera! – dijo con emoción mientras yo entraba – me estaba preguntando cuando llegarías pero como golpeaste no imagine que fueras vos.
-          Entiendo – sonreí – pero imagine que sería grosero entrar sin llamar la primera vez cuando es que nadie nos había presentado.
La chica sonrió ampliamente al tiempo que se dejaba caer en una de las dos camas que estaban ubicadas en un rincón de la amplia habitación que funcionaba como mono ambiente.
-          Ya me caes bien. Eso es muy amable de tu parte. – dijo – Mi nombre es Ema, pero todos me dicen Em. ¿El tuyo es…?
-          Oriel. – deje las cajas sobre la cama desocupada y voltee para poder mirarla a los ojos.
Ema estaba recostada sobre la pared y tenía las piernas extendidas en su cama. Todo su sector estaba repleto de colores y no pude dejar de notar que también había mucha ropa esparcida por el piso de la habitación. Su tocador estaba lleno de perfumes y maquillajes; solo deseaba que no fuera de las que se levantaban tres horas antes para plancharse el pelo o bañarse en maquillaje porque yo apreciaba mucho un buen descanso.
Era atractiva, realmente linda con todo ese pelo castaño natural y la piel inmaculada, pero a juzgar por los productos de Neutrogena que divise en un rincón también dedicaba mucho tiempo al mantenimiento de su piel. Era todo lo que una chica debía ser pero yo nunca había sido.
-          Oriel… me gusta, tiene estilo. Sos la primer Oriel que conozco.
-          Me imagino… - balbuceé, no era la primera vez que me decían eso.
-          Y, ¿de dónde sos?, ¿venís de muy lejos?, por tu piel puedo imaginar que de ningún lugar con mucho sol… ¿Cómo haces para tenerla así?, siempre me gustó la piel bien pálida pero la verdad es que teniendo en cuenta mi descendencia es prácticamente imposible que me hubiera tocado una.
Mientras sacaba las cosas de mis cajas y comenzaba a buscar las sábanas para tender la cama que estaba limpia en el costado izquierdo de la habitación, Ema siguió hablando. Me hacía cientos de preguntas pero como no me daba tiempo a contestar ninguna simplemente la deje hablar sola. No me molestaba el hecho de que no me esperara para responder algo porque podía notar que solo estaba nerviosa y apreciaba mucho el hecho de que siquiera se tomara la molestia de hablarme.
-          Mi papá tiene la piel mucho más clara que mi mamá, pero yo salí a ella mientras que mi hermano se parece más a él. La verdad que es una total injusticia porque si me preguntas a mí una chica puede lucir mucho mejor una piel bonita que un chico…
-          No lo sé – dije sonriendo mientras tendía la cama – siempre me pareció importante que un chico tuviera la piel linda. En la secundaria eso parecía ser importante sobretodo porque no era muy común.
Ema rió y se levantó para acercarse a ayudarme. Le sonreí mientras tomaba las puntas de mi frazada y las extendía del otro extremo.
-          Realmente me caes bien. Y sí, tenes razón, yo también apreció la piel inmaculada de un chico. ¿Tenes más cosas afuera?
-          Sí, pero no voy a buscarlas hasta mañana. Tengo todo lo que necesito para esta noche conmigo.
-          Perfecto, ¿eso incluye algún atuendo para salir?
-          ¿Salir?
Ema me miró con seriedad y asintió mientras volvía a acercarse a su cama. Sin mirarme agarró un vestido que ni siquiera había visto de entre la pila de ropa y volteó a verme.
-          Si no tenes puedo prestarte esto. Estoy segura de que somos de la misma talla y se vería muy bien con tu color de piel.
No sabía que tenía esa chica con los tonos de piel, porque el mío era muy pálido como para parecer interesante, pero negué y me senté para comenzar a sacarme los zapatos. Necesitaba una ducha.
-          Realmente te lo agradezco, pero no voy a salir esta noche. Estoy agotada y aunque creo que vamos a ser muy buenas amigas me parece demasiado pronto como para estar socializando.
Ema frunció el ceño y se acercó para mirarme más de cerca. Con o sin productos de limpieza o maquillaje la chica era muy linda. Inmediatamente me encogí insegura.
-          Nunca es muy temprano para socializar y mi hermano da una fiesta a la que no puedo faltar. Por favor, acompañame.
-          ¿No tenes otras amigas con las que ir? – la pregunta era brusca, pero tal vez si me mostraba un poco más dura dejaría de presionarme.
-          La verdad es que no. – sus ojos se achicaron hasta parecer dos rendijas y me miró con una expresión que hubiera dado pena a cualquiera. – Me cuesta mucho hacer amigas de verdad debido a… bueno, eso no importa – sacudió la cabeza y volvió a sonreír – por favor, acompañame, no quiero ir sola de nuevo.
Ema me miró como si fuera un cachorrito y aunque sabía que iba a arrepentirme no pude decirle que no. Necesitaba hacer amigos y comenzar a actuar de forma normal cuanto antes.
-          Está bien, vamos a ir, pero solo un rato y deja que me duche antes. Hice un viaje de nueve horas para llegar y realmente necesito relajarme.
Los ojos de Ema brillaron como dos luceros y aplaudió con tanto entusiasmo que no pude evitar reír.
-          ¡Genial!, pero eso me recuerda que nunca contestarse mi pregunta, ¿de dónde sos?...
Mientras Ema parloteaba sin respiro, algo a lo que ya me había acostumbrado y apenas la conocía de hace cinco minutos, tome la mochila en donde guardaba los productos del baño y me metí dentro. Por suerte la habitación que teníamos disponía de uno aunque era muy chiquito.
Aunque cerré la puerta y abrí la ducha Ema no paro de hablar y mientras me enjuagaba el pelo no pude evitar sonreír. Tal vez esto no sería tan malo después de todo. 

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