14.9.16

C11



Tenía frío. Tenía tanto frío que se me habían ido las ganas de comer y lo único que quería consumir era café.
Iba por la segunda taza cuando una mano helada se apoyó en mi hombro haciéndome saltar del susto.
-          ¡Perdón! No quise asustarte…
Estaba asustada porque me había tomado desprevenida pero más estaba sorprendida por verlo a él en este lugar y a esta hora…
-          Está bien, no es nada – respire profundo para calmarme - ¿Qué haces acá?
No pude frenar la pregunta por muy brusca que resultara.
Simón no estaba vestido como si su idea hubiese sido salir a dar una vuelta para terminar en una cafetería como esta. El traje azul marino que tenía daba una idea muy precisa de eso.
-          Pasaba con el auto y al frenar en el semáforo te vi. ¿Qué haces acá sola? –me miró con mayor detenimiento – y así vestida. Hace frío.
Sin darme tiempo a decir o hacer nada, se quito el saco y lo puso sobre mis hombros.
-          Esto no es necesario – iba a sacarme el abrigo, pero Simón me lo impidió poniendo sus manos sobre las mías.
-          Insisto, quédatelo.
Suspire y solo para que me soltara asentí. Simón era un chico lindo pero vestido así ya resultaba intimidante. El pelo rubio le contrastaba mucho con el azul oscuro del traje y los ojos turquesa eran de un color aún más claro de lo habitual.  
-          Bueno, gracias por el abrigo. Y respondiendo a tu pregunta estoy acá porque Ema y Samuel tenían que arreglar sus problemas y necesitaban privacidad.
-          ¿Simón fue a ver a Ema? – asentí - ¿y te dejo salir así solo porque necesitaba hablar a solas con ella?
-          No – fruncí el ceño – ellos no me pidieron que me vaya pero necesitaban su espacio. Además, ¿Por qué tendría Samuel que darme o no permiso para hacer algo?
-          Eso lo explica. – suspiro - Vamos que te llevo de nuevo a las habitaciones.
Y como si debiera obedecerlo dio media vuelta y camino a la salida.
De más está decir que yo ni siquiera me moví; al contrario, tome la taza de café que ya estaba frío y me la lleve a los labios. Cuando Simón se dio cuenta de que no lo seguía su expresión siempre amigable cambio a una mucha más seria. Se acercó con paso firme y el seño levemente fruncido.
-          ¿Qué haces?
 Tu tono de voz fue demandante, como si tuviera el derecho. Y yo ni siquiera lo conocía, no realmente.
-          La pregunta es qué haces vos. Agradezco que te hayas detenido al verme, aunque no necesitabas hacerlo, y también te agradezco el gesto de prestarme tu abrigo – el cual me quite y puse sobre la mesa – pero no por eso alguien te dio el derecho o la confianza como para decirme que hacer.
Al principio la expresión de Simón no dejo de ser seria, pero cuando se dio cuenta de que su actitud me estaba molestando relajo la expresión.  
-          Sé que parece autoritario de mi parte pero estoy tratando de cuidarte. Es tarde, hace frío, estás sola y digamos que lo que estas usando no es como para estar caminando de noche de vuelta a los dormitorios.
-          ¡Qué les pasa a vos y a Samuel con mi uniforme! – grité. No pretendía ponerme así pero ya me tenían al límite - ¡es solo un vestido y ni siquiera me queda tan mal!
-          Nadie dijo que te quedaba mal – sus ojos siguieron mi cuerpo hasta donde la mesa se lo permitía – todo lo contrario y ese es el maldito punto. – suspiro – Por favor Oriel, voy llegando tarde, si pudieras hacer esto por mí te lo agradecería.
-          Yo no…
-          Por favor, no me voy a ir hasta que vengas conmigo. No me hagas llegar tarde.
Los ojos de Simón literalmente me suplicaron y eso fue muy injusto porque solo me hizo sentir infantil e inmadura y ni siquiera era la que estaba equivocada. El chico era experto en el arte de la manipulación.
-          Está bien – suspire – pero que quede claro que yo no te lo pedí. Soy perfectamente capaz de cuidarme sola.
-          Lo sé, pero resulta que en esta situación no tenes porque hacerlo. Ahora vamos, se me hace tarde.
Tuve el impulso de preguntarle a donde iba, pero ese no era asunto mío así que guarde silencio y asentí.
Simón agarro el abrigo de la mesa y me guio afuera. Una vez en el exterior volvió a ponerme el saco sobre los hombros y estaba por abrirme la puerta del auto para que pudiera subir cundo alguien pronunció mi nombre.
-          ¿Oriel?
Como si me hubiesen amenazado Simón me tomo de la cintura para ubicarme a su espalda y se paro frente a mí. Eso había sido tan exagerado que me dio vergüenza…
-          Hola Max.
Mi compañero de estadística nos miraba con curiosidad.
-          ¿Cómo estás? – se inclino un poco para poder verme -  No estaba seguro de que fueras vos pero por las dudas tuve el impulso de acercarme y verificar.
Una sonrisa dulce se formó en sus labios y como habían hecho Simón y Samuel, los ojos de Máximo me recorrieron de pies a cabeza, o al menos lo que el cuerpo de Simón dejaba al descubierto. No me estaba mirando de forma impertinente o intensa, pero igualmente me sentí incómoda y me cerré el saco que tenía colgado de los hombros; cuando me di cuenta de que era más largo que el vestido considere la posibilidad de que en realidad los chicos tuvieran razón y el uniforme era una buena razón para dejar el trabajo...
-          Nosotros ya nos íbamos. ¿Vamos Oriel? – Simón me devolvió a la realidad.
-          Sí, claro – le sonreí a Max con disculpas – Nos vemos en clase Max.
-          Nos vemos Oriel.
Con apuro, Simón me tomo de la mano y abriendo la puerta del auto casi me empujo para subir a
él.

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