20.9.16

C14



El lugar que Ema había elegido era muy elegante y mi ropa no tenía nada que ver con el ambiente, destacaba como un tigre en el medio del océano.
Samuel consiguió una mesa para los tres enseguida y no por primera vez tuve la impresión de que la gente, al tratarlos, se comportaba de forma especialmente servicial y sobreactuada. Todavía no sabía mucho sobre Ema o su familia pero había visto lo suficiente como para deducir que eran gente importante. Incluso Max, cuando nos vio juntas por primera vez, asumió que ya sabía todo sobre ella aunque enseguida se dio cuenta de mi asombro de que la reconociera; Ema no compartía ninguna de nuestras clases y ni siquiera su área de estudio estaba en la misma parte de la Universidad.
-          ¿Ya saben que quieren cenar?
-          No todavía – Ema me miro - ¿Vos Oriel?
-          No tengo mucha hambre, una ensalada va a estar bien. – sonreí y me estire para agarrar mi limonada.
-          No – Samuel cerró su carta y me miro fijamente – Tenes que comer algo más contundente. Una ensalada no es alimento.
Fruncí el seño y deje el vaso sobre la mesa.
-          Pero no tengo hambre.
-          Eso no importa – ignorándome volvió a abrir la carta y dejo de prestarme atención – Voy a pedir por ambos y espero que al menos comas la mitad del plato.
-          Samuel, eso no es…
-          No discutamos. – me miro a los ojos por un segundo y volvió a la carta - ¿Ya estas lista Ema?
Completamente anonadada por la situación mire a Ema que miraba a su hermano entre confundida y conteniendo la risa.
-          Si, ya lo sé, podes llamar al camarero.
Era increíble, Ema ni siquiera había intercedido y yo estaba tan sorprendida que solo me quede mirando como Samuel pedía un plato de pasta para compartir y se lo explicaba de esa forma al camarero que nos miro con una sonrisa cómplice, asumiendo que éramos pareja o algo. Claro que me sentí halagada, que alguien pensara que un chico como Samuel podía estar conmigo era un poco increíble, pero apenas estuvimos solos reaccioné…
-          No me gusta que me digan que hacer. – mire al chico a los ojos y trate de no descontrolarme mucho – Se muy bien cómo alimentarme y soy perfectamente capaz de tomar mis propias decisiones. No voy a comer porque no tengo hambre.
Samuel me había estado mirando serio y escucho mis palabras sin interrumpir pero apenas termine de hablar se inclino sobre la mesa y como estábamos enfrentados y él era muy alto eso hizo que la distancia que nos separara fuera poca. Tuve el impulso de retroceder pero no lo hice, sabía que me estaba desafiando, a su manera trataba de intimidarme.
-          Imagino que sos capaz de decidir sola y entiendo que no tengas hambre pero eso no implica que yo me preocupe y decida hacer algo. No dudo de tu capacidad para cuidarte pero me parece que uno a veces esta tan inmerso en otras cosas que necesita de otros. Sos amiga de mi hermana y eso significa que tu bienestar también es importante para mí. Lamento si te ofendí pero voy a ser yo quien se sienta ofendido si no tocas la comida que con empeño elegí para nosotros.
Esos ojos y ese discurso fueron como un baldazo de agua fría. Su respuesta había sido tan educada y coherente que negarme me transformaría en la inmadura e irracional de la conversación y bastó una rápida mirada a Ema para notar que ella estaba tan sorprendida como yo para participar de esto y ponerse de mi lado.
-          Bueno, agradezco tu preocupación y si es importante para vos entonces voy a comer, pero te pido que no vuelvas a hacerlo – forcé una sonrisa, odiaba que me acorralaran en mi propio juego.
-          Gracias – Samuel sonrió y volvió a reclinarse en su asiento – pero lamentablemente no puedo prometerte eso.
Apreté la mandíbula con fuerza y guarde silencio.
-          Bueno, eso fue interesante. – Ema finalmente hablo y cuando la miré note que miraba a su hermano con los ojos brillantes. Si estaba feliz o molesta no lo sabía.
-          Interesante va a ser que me cuentes que estuviste haciendo todos estos días en los que no nos vimos. – Samuel le sonrió con cariñó y estiro su mano sobre la mesa para tomar la de ella.
-          Sí, yo también lo creo…
Y con una sonrisa sincera Ema comenzó con un relato detallado sobre la semana que estuvo distanciada de su hermano. En varias ocasiones Ema me nombro o hizo referencia a las cosas que hacíamos juntas como ir a la biblioteca, correr o estudiar al aire libre, y en esos momentos Samuel clavaba sus ojos grises en los míos como si estuviese tratando de averiguar algo. Siempre le sostuve la mirada aunque lo que realmente quería era esconderme debajo de la mesa y desaparecer. 

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