22.9.16

C15

Pasar tiempo con Ema distanciada de su hermano era una cosa, pasar tiempo con Ema siendo chequeada las 24hs del día por su hermano era otra muy distinta. Cualquier persona en su sano juicio pensaría que el hecho de que mi mejor amiga fuese unida a su hermano no tendría porque afectarme directamente o a nuestra relación, pero la verdad era que si lo hacía y a un nivel que no podía ser considerado normal.
Después de la cena de reconciliación, de eso hacía ya casi un mes, las cosas se habían puesto raras y no porque algo malo hubiese pasado entre Ema y Samuel nuevamente sino porque lugar a donde iba, pregunta que hacía o momento que compartía con Ema era también momento que tenía que lidiar con su hermano. Ema y Samuel eran, por consiguiente, un paquete; por ser amiga de Ema tenía que soportar que su hermano sea mi sombra y no importaba las veces que le había pedido que se mantuviera al margen, Samuel siempre insistía basándose en el hecho de que por ser amiga de su hermana, “una verdadera amiga” (término que me había sorprendido la primera vez lo que uso), iba a tener conmigo las mismas actitudes y los mismos cuidados que para con ella. Era asfixiante, realmente asfixiante…
-          ¿Segura que no queres probar nada?, hay tantas cosas que algo te tiene que gustar…
Mire a Ema, sentada sobre su cama, rodeada de cajas de la mejor patisserie de la ciudad y negué.
-          No, gracias, no tengo hambre.
-          Mi hermano se va a enojar si se entera – Ema suspiró y comenzó a revisar una caja particularmente grande en donde había muchas más donas de las que nosotras dos podríamos comer en una semana – Pero no te preocupes, no le voy a decir porque al menos estas tomando el té helado que te trajo.
-          Si, al menos eso.
Puse los ojos en blanco y mire el vaso de plástico, lleno de té verde, que tenía en la mano.
Comprar comida para su hermana y para mí era una de las cosas que Samuel se creía con la obligación de hacer. Desayuno, almuerzo, merienda, cena… no había comida que se salteara y que me incluyera tanto en el mensaje que mandaba con ella como en la cantidad desmesurada de alimento que compraba para ambas.
-          Estas donas son el sol – Ema se llevó el resto de la dona a la boca y gimió de placer, no pude contener la risa.
-          Sos increíble. Y más increíble es que puedas seguir viendo comida después de todo lo que tu hermano compra día a día.
-          Puedo seguir comiendo simplemente porque todo es delicioso. Sam conoce muy bien mis gustos y si vos te dignaras a darle una pista sobre los tuyos te aseguro que la cantidad que compra se reduciría a más de la mitad.
Fruncí el seño sin comprender. Ema suspiro mientras agarraba una caja con galletas.
-          Compra tanta comida porque no tiene idea de lo que te gusta. Intentó preguntarme pero como yo tampoco estoy muy segura solo pide un poco de todo y listo.
-          Eso es ridículo – apreté los puños con fuerza – no tiene porque hacer eso. Justamente no me gusta tocar la comida que compra porque no quiero que él me compre nada. – se que sonaba muy desagradecida e infantil pero que Samuel me comprara cosas me incomodaba muchísimo. Sentía que estaba en deuda con él.
-          Sam solo está intentando ser amable y cuidarte – mi amiga me miro con intensidad – nunca antes lo había hecho por ninguna de mis amigas y a mí me gusta que lo haga ahora. Comprar tu comida, ofrecerse para llevarnos, estar pendiente de lo que necesitamos es su forma de decir que te acepta y que le gusta que estés conmigo así que ni lo intentes, si mi hermano esta todo protector sobre vos no vas a poder hacer nada para que dé marcha atrás. Lo sé muy bien.
Volví a suspirar y me recosté sobre la cama. Tenía que terminar unos ejercicios para la clase de cálculo pero me dolía la cabeza y el olor a vainilla solo empeoraba el síntoma. Tal vez Ema tenía razón y lo que tenía que hacer era dejar que Samuel conociera mis gustos para que al menos, en estos casos, no llenara el cuarto de productos que ni en un millón de años comería.
Estaba a punto de quedarme dormida cuando sentí el teléfono vibrar bajo mi almohada. Me incorporé como un resorte y lo agarre. Una foto de mamá ocupaba la pantalla.
-          Hola, ¿mamá?
-          Oriel…
Solo tuve que escuchar su tono de voz al decir mi nombre para darme cuenta de que algo no estaba bien y sentir, como hacía tiempo no sentía, como se me formaba un nudo en el estómago de los nervios y la ansiedad.

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