17.10.16

C21

Pero me sentía incómoda y en este momento nada me parecía tan malo como tener que acercarme a Samuel y a su acompañante. Lo había visto con chicas antes, pero nunca había tenido que interactuar con él mientras estaba con alguien y eso me ponía nerviosa. Ridículo, pero imposible de evitar.  
-          Oriel, ¿Cómo estás? – Samuel se puso de pie apenas estuve lo suficientemente cerca y, sorprendiéndome, me dio un abrazo.
-          Hola – sonreí – estoy bien, ¿vos? – me incline un poco y mire a la chica que me miraba confundida - ¿ustedes?
-          Bien también, gracias por preguntar.
El abrazo no duro mucho, apenas me contesto Samuel se separo, pero bastaron esos segundos para sentirme cálida, doblemente incómoda y confundida. No quería que se me notara ninguna de esas emociones, por eso dibuje la misma sonrisa falsa que utilizaba para atender a cada cliente y tome la libreta del bolsillo del delantal para cortar el contacto visual…
-          ¿Ya saben que van a pedir?
-          Si, sabemos. – por primera vez la chica hablo, y a pesar de ser hermosa su tono de voz era muy agudo para no resultar molesto.
-          Genial, ¿Qué querían?
-          Dos café con leche, una magdalena de limón y una galleta de avena.
-          Por favor. – agregó Samuel.
-          Enseguida les traigo el pedido chicos.
-          Espera – Samuel me tomo del brazo para detenerme - ¿Comiste?
-          Si, hace un rato.
-          Estas mintiendo – sonrió – agrega lo que quieras al pedido y antes de irme quiero ver que lo estés comiendo.
-          Estoy trabajando – dije entre dientes, molesta por su intromisión – cuando salga voy a cenar abundantemente, no te preocupes.
-          Perfecto, nos vemos en la cena.
Y soltándome me dio un empujoncito para incitarme a avanzar.
Como una zombi camine a la cocina. Pegue el pedido en la pizarra y volvía a salir para seguir atendiendo.
Atendí tres mesas más y eso me relajo lo suficiente como para darme cuenta que la actitud de Samuel no tenía nada de extraño. Él siempre era invasivo y en ocasiones simpático también y aparte del abrazo no había hecho nada que no hubiese hecho en el pasado. Habíamos cenado juntos muchas veces y la mayoría solía invitarse solo por eso no tenía porque parecerme extraño que se comportara como siempre aún en presencia de otra chica. Samuel me veía como a Ema, por eso seguía actuando así.
El pedido estuvo listo 20 minutos después y para cuando volví a la mesa con las cosas la expresión de molestia de la chica rubia no auguraba nada bueno. Habían estado susurrando por lo bajo pero cuando finalmente estuve junto a ellos se callaron.
-          Acá tienen las cosas – comencé a depositar todo sobre la mesa– perdón por la demora pero hay mucha gente y los chicos de la cocina no dan a basto.
-          ¿Para hacer una galleta y una magdalena?
-          Helena…
El tono de advertencia en la voz de Samuel no me paso desapercibido, pero la chica, aparentemente llamada Helena, lo ignoro y continuó clavando sus ojos celestes en mí.
-          A decir verdad si – me encogí de hombros – la magdalena esta recién horneada. No sé quién de los dos la pidió pero apenas la pruebe se va a dar cuenta.
-          Perfecto, nada mejor que una magdalena recién horneada. – Samuel me miró y sonrió. Le devolví la sonrisa.
-          Necesito edulcorante y no hay más, ¿me traes o tengo que ir a buscarlo?
-          “Por favor” Helena, siempre se dice por favor.
-          Es verdad, lo siento – Helena miro a Samuel y le sonrió con dulzura. No solía pensar mal de la gente pero todo en esta chica parecía falso.
-          Ahora les traigo edulcorante.
-          Gracias Oriel.
Miré a Samuel y asentí. No tenía porque agradecerme, era mi trabajo y la mayoría de las personas se comportaban como Helena, pero era agradable encontrarse con alguien que sabía de modales y como emplearlos.
Estaba volviendo con los sobres de edulcorante pero al verlos me detuve. Helena agarraba el rostro de Samuel con ambas manos mientras se daban un apasionado beso.

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