16.2.17

Historia2 C4

El camino a su departamento fue tranquilo, casi no hablamos y para cuando llegamos pude ver a Luca sentado en la fachada del edificio…
-          ¿Por qué no entraste? – Guille soltó mi mano y corrió los pocos pasos que lo separaban de su novio. Prácticamente se le colgó para abrazarlo.
-          No me gusta entrar cuando no estás en tu casa, me resulta invasivo.
Cuando se separaron, Luca beso sus labios y sonriendo se separó de él para acercarse a mí y abrazarme.
-          El concepto de invasión desaparece si  te di tu propia llave.
-          No importa, no me gusta entrar si no estás. – Luca se separo de mí y me miro detenidamente – Quería esperarlos. ¿Cómo están?
-          Ahora que estas con nosotros, perfectamente. – contesté.
Guillermo sonreía y supe que sobraba cuando Luca, al separarse de mí, tomo su mano y lo acercó a él.
-          ¿Cómo estas Merlina? – los ojos de Luca me escanearon.
-          Estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Vos? – sonreí y escondí mis manos por debajo de las mangas de sweater.
-          ¿Hoy?, increíblemente contento – le sonrió a Guille y volvió a mirarme – pero no creo que estés siendo sincera conmigo. ¿Cómo va ese golpe? – rápidamente miro mi mejilla, en donde ahora solo había una pequeña marca rosa - ¿Ese chico volvió a aparecer?
-          Como si Guillermo no te hubiese mantenido al tanto durante toda la semana… – suspire – Estoy perfectamente bien y el golpe ya ni siquiera se nota. Ignacio no volvió a aparecer y honestamente creo que va siendo hora de que todos superemos esto. Es más, en este preciso instante yo me voy a ir a la biblioteca y los voy a dejar solos. – sonreí abiertamente. Ese, para mí, era un buen plan.
-          No creo que esa sea una muy buena idea… - comenzó Luca, pero en cuanto Guillermo vio mi cara lo interrumpió.
-          Bueno, por esta vez podemos dejarla sola. Un par de horas no le hacen daño a nadie. Pero esta noche cenamos todos juntos ¿les parece?
Luca me miro indeciso, pero al darse cuenta de que le sostenía la mirada y estaba realmente tranquila se relajó. Agradecía que mi amigo hubiese intercedido por mí; lo hacía porque sabía que necesitaba espacio y también porque él mismo lo necesitaba, ser mi sombra seguramente ya lo estaba agotando.
-          Está bien. – Luca suspiró – No es que quiera asfixiarte Merlina – se acercó y me dio un abrazo – pero estar lejos y que sea Guille quien me cuenta las cosas hace que me preocupe mucho, no quiero que nada pase mientras no estoy.
-          No te preocupes Luca, te entiendo – me separe de él y sonreí – todo es culpa de tu novio que no puede con su drama y la forma que tiene de exagerar las cosas.
-          ¡Ey, estoy acá parado!
-          Lo sé. – le saque la lengua y antes de que pudiese devolverme el infantil gesto di media vuelta y me alejé.
Camino a la biblioteca me compre un café y mientras caminaba pensé en Guillermo y en Luca.
Era increíble lo mucho que se parecían y lo distintos que eran a la vez.
Guillermo estudiaba música, su sueño era ser profesor y tocar el piano en conciertos al aire libre, era alto, un poco desgarbado y por muy atractivos que fuesen sus rasgos (eran tan delicados como los de una mujer) no dejaba de tener un look bohemio con sus inmensos lentes y ropa desalineada; su novio, por otro lado, era un jugador de hockey que solo iba a la Universidad porque ese era el mejor camino para convertirse en jugador profesional. Era amable y divertido como Guille, pero su estilo intimidante no se parecía en nada al de mi amigo. Sonreí al cerrar los ojos y ver la imagen de los dos juntos. Increíblemente distintos y, sin embargo, dos gotas de agua.
Llegue a la biblioteca pensando en ellos y solo me detuve cuando tuve que concentrarme en buscar el libro de pintura antigua que necesitaba. La biblioteca estaba casi vacía, por eso me tarde más de la cuenta ya que no pude encontrar a nadie que pudiese ayudarme.
Estaba tratando de llegar a un estante, maldiciendo al idiota que se le había ocurrido poner mi libro tan alto, cuando sentí algo en mi espalda. No llegue a distinguir que era porque inmediatamente me voltearon con fuerza. Trastabille y estuve a punto de caer pero un par de brazos me lo impidieron.
-          Ya era hora de que te dejaran sola.
Ignacio….
-          ¿Se puede saber que queres ahora? – intenté alejarme pero me sostenía con fuerza - ¿En serio vamos a hacer esto de nuevo? ya viste como terminó la última vez…
-          Conmigo fuera del equipo de la Universidad y una reputación arruinada. ¿Acaso tenes la más mínima idea de quienes son mis padres? – respiro profundo para calmarse, era evidente que estaba comenzando a perder los nervios -  Esto va a arruinar todos mis planes y es por tu culpa.
-          ¿Mi culpa? – reí – Claramente no es mi culpa que no puedas controlar tus impulsos de neandertal.
Esta vez tiré con más fuerza y logré soltarme. Claro que me choque con la estantería que estaba detrás, pero cualquiera cosa era mejor a tenerlo cerca.
-          Me tenes tan cansado. – cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz con fuerza – Quería que me dijeras en donde estaba Diana y si tan solo me hubieses ayudado las cosas no habrían terminado así. – volvió a mirarme y no pase por alto el destello lunático de sus ojos.
Tenía que concedérselo, el chico era un poco espeluznante.
-          Te lo dije mil veces, no sé en donde está y aunque lo supera no te lo diría, era su compañera de cuarto y no soy ciega. Esto – señale mi mejilla – no es nada comparado a lo que vi en ella.
-          ¡Entonces como puede ser que hayas sido tan estúpida!  
Su grito, junto al hecho de que se acercara tan de golpe, me asusto. Intenté no demostrarlo pero sabía que no había tenido mucho éxito…
-          Me vas a ayudar a volver a entrar al equipo y vas a borrar esos rumores que esparciste porque si no te juro que voy a hacer de tu vida un infierno. Con Diana me controlaba, tenía que hacerlo, pero en tu caso ya no tengo nada que perder.
Al terminar de decir aquello impactó directamente su puño en mi estómago.
No lo vi venir, pero debería de haber supuesto que buscaría dejar más claro su mensaje. Me quede sin aire y sentí un dolor fuerte en las costillas que me lleno los ojos de lágrimas pero no me moví de mi lugar. Mis brazos rodearon la zona golpeada pero me quede recta sin dejar de mirarlo directamente a los ojos.
El chico no se quedo después de eso y no fue hasta que estuve sola que me permití doblarme del dolor y dejar caer las lágrimas que había estado conteniendo. No lloraba porque estaba asustada, lloraba por el golpe; era orgánico, mi cuerpo se estaba quejando.
Me tome unos minutos para calmarme y para cuando ya casi no me dolía agarre la cartera que había quedado en el piso y salí de ahí.

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