27.10.16

C25

Entendí que esa frase significo tanto para mí que tenía que alejarme y buscar el modo de poner distancia.
“Conmigo es suficiente”… solo repetir sus palabras en mi mente me anudaba los nervios y me provocaba ansiedad y eso estaba mal. Tan mal que parecía estar bien y ese era el problema; por eso me arme de coraje y lo enfrenté. Cortaría con esto ahora, era lo mejor para ambos, pero sobre todo para mí.
-          Te repito, nadie te dio el derecho de decirme lo que tengo o no que hacer, eso dejalo para Ema, yo no soy ella.
-          Lo sé, se perfectamente que no sos mi hermana.
Aún con los ojos echando fuego Samuel me miró de arriba abajo. Me puso muy nerviosa pero no se lo demostré, él no era nadie para mí; nadie.
-          Entonces dejame en paz. Dejame tranquila Samuel… por favor.
Mis últimas palabras habían sonado más suplicantes de lo que pretendía, pero es que realmente necesitaba que el chico me diera espacio, esto de seguirme y cuidarme como si fuésemos algo me estaba alterando. Jugaba con mi mente, no lo quería cerca porque cada vez me sentía más segura en su presencia y eso era peligroso, no debía permitirme depender de nadie; mucho menos de alguien como Samuel.
Por suerte se dio cuenta de que había ido demasiado lejos porque sus facciones cambiaron enseguida y algo muy parecido a la preocupación y al arrepentimiento reemplazo el enojo. Por eso me sorprendí cuando, de golpe, se acercó tan rápido que me hizo retroceder hasta chocar contra la pared. Apoyó sus manos a los costados de mi cabeza y se inclinó hasta estar a mi altura.
Abrí los ojos del susto y me alteré al darme cuenta de lo cerca que estaba.
-          No quiero, no quiero ni puedo dejarte tranquila. Lo intento, pero por mucho que me esfuerce no puedo.
-          Eso… eso no tiene sentido, yo puedo cuidarme sola – suspiré. Tenía que alejarse y ya, no me gustaba la situación en la que nos encontrábamos. No me gustaba ni un poco. – y alejate por favor, estas demasiado cerca.
Samuel cerró los ojos y respiro profundo, pero no se movió. Un poco asustada, realmente estaba comenzando a asustarme, puse las palmas de mis manos sobre su pecho y ejercí un poco de presión para moverlo; no mucha, sabía que no era peligroso, lo único que pretendía era que se tomara en serio lo de alejarse.
Mi contacto hizo que abriera los ojos y supe porque. La mitad de su camisa blanca estaba abierta y mis manos heladas habían tocado su piel. Inmediatamente las saque y las escondí en mi espalda.
-          Lo siento, es que en verdad necesito que te muevas. Alguien puede vernos y malinterpretar esto.
Sus ojos grises me observaron con mayor intensidad y sin previo aviso todo su cuerpo estuvo pegado al mío con tanta fuerza que mi espalda dolió al ser presionada contra la pared.
-          Eso que acabas de hacer… – suspiró y cerró los ojos con fuerza – me tocaste.
-          Lo sé, lo sé y lo siento pero…
-          Demasiado tarde.
Entonces su boca estuvo sobre la mía.
Me quedé estática, completamente inmóvil y sorprendida, y me sorprendí aún más cuando mi corazón comenzó a latir muy rápido y mis rodillas se debilitaron cuando, en un movimiento suave, los brazos de Samuel rodearon mi cintura para acercarme. Todas las partes de nuestros cuerpos se tocaron en los lugares correctos y me estremecí al cerrar los ojos.
Dios, se sentía tan bien…
Con un gemido Samuel me incito a abrir la boca y profundizo el beso, tuve que rodear su cuello con mis manos porque estaba segura de que si no me agarraba de algo me caería...
Por primera vez estaba disfrutando de un beso cuando un grito nos sobresaltó a ambos.
-          ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Estúpida puta!
La chica rubia con la que había visto a Samuel en el café, Helena creo que era su nombre, estaba frente a nosotros y si bien lucia como una muñeca con su impecable pelo hecho un moño y el vestido dorado ceñido al cuerpo, tenía la cara tan desfigurada del odio que me impresionó.
Y lo que hizo me tomó tan desprevenida que no lo vi venir. La chica tenía un vaso tranparente con un contenido de color rojo intenso que, de un momento a otro, estuvo estampado sobre mi vestido. Parte de la bebida había alcanzado a Samuel que había sido más rápido al darse cuenta de sus intenciones y aunque intentó cubrirme fracasó olímpicamente.
Mire mi vestido manchado de rojo y luego a la chica que estaba frente a mí, con una expresión de satisfacción digna de fotografía. Sabía que esto terminaría mal y aunque quería gritarle y arrancarle cada uno de sus perfectos pelos me limite a mirarla con cara de nada, completamente shokeada con la situación.
-          ¡Qué carajo crees que estás haciendo Helena! ¡¿Te volviste loca?!
-          ¡¿Loca yo?! ¡Loco vos que estas con esta estúpida!, besándote en el medio de un pasillo en el que cualquiera puede verlos sin importarte lo que piensen de mi, ¡voy a matarla, juro que voy a matarla!
-          ¡PARA! – Samuel se acercó a ella rápidamente porque se me venía encima - ¡QUE PARES TE DIGO!
El grito de Samuel me devolvió a la realidad. Dejé de mirarme el vestido y los mire a ellos, él estaba intentando interponerse mientras ella se contorsionaba contra su cuerpo para poder alcanzarme. Esto era tan dramático y ridículo que no podía creer que estuviese sucediendo. Era tan humillante...
Iba a hablar, tenía que hacer o decir algo, defenderme por mi misma, cuando dos brazos fuertes me rodearon por la cintura y me levantaron por el aire hasta que estuve de espaldas. Pegue un grito del susto y estaba por golpear al que se había atrevido a agárrame así cuando los ojos claros de Simón se clavaron en los míos. Mi grito había asustado a Samuel que de repente estaba junto a nosotros…
-          ¡¿Qué haces?! – le demandó a su amigo con furia.
-          Tratando de ayudarte – lo miró mal y luego me miró. Su expresión se suavizo al mirarme pero no por eso parecía contento. – me la llevo.
-          No, no te la llevas a ningún lado.
Samuel intento agarrarme pero yo me alejé. No sabía dónde estaba la rubia loca pero si él me tocaba solo empeoraría las cosas. Lo sabía.
-          Me quiero ir con Simón. – dije de golpe. Mis primeras palabras después de aquel beso. Entre el beso y el desastre parecía que había un mar de tiempo.
-          No. Te vas conmigo. – Samuel parecía enojado, pero no me iba a echar atrás. No entendía lo que acababa de pasar entre nosotros pero por nada del mundo quería ser parte de otra escena.
-          No, si no me voy con Simón me voy sola. – cerré los ojos con fuerza y respire profundo para calmarme. Perder los nervios frente a otros nunca era buena idea. -  Mírenme – con un ademán abarque mi vestido – soy un desastre y no quiero que Ema me vea así, se va a preocupar y voy a tener que darle una explicación que no tengo. Me quiero ir y me voy a ir sola. Sin vos.
Samuel me miró por un momento, indeciso, pero algo en mi expresión debió disuadirlo de lo que estaba por decir o hacer porque en lugar de dirigirse a mí le habló a su amigo.
-          Podes llevarla y hago responsable de lo que pueda pasarle. Esta a tu cargo ahora.
Como si fuese una amenaza Samuel miró intensamente a Simón y, sin agregar nada más, dio media vuelta y se fue. Me quedé mirando el lugar por el que había desaparecido hasta que sentí una mano sobre la mía. Reaccioné y miré a Simón.
-          Vamos, salgamos de acá antes de que se arrepienta.
No dije nada y asentí. Tome la mano que Simón me extendía y le permití que me acercara para envolverme en un abrazo. Sabía lo que pretendía, teníamos que volver al piso de abajo y cruzar un mar de gente y así podría evitar que todos vieran el desastre que era mi vestido. En silencio me pegue a él agradeciendo que siempre fuese tan considerado y se comportara como el hermano que nunca había tenido. 




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