26.10.16

C24



-          Ema, de verdad estoy incómoda, creo que deberíamos volver para que pueda cambiarme y sacarme el maquillaje que…
-          Estás loca si pensas que voy a volver para que te saques ese vestido que te queda hermoso. Ni lo sueñes, no va a pasar.
-          Ema por favor…
-          No, no vamos a volver. Lo digo enserio.
Y no bromeaba, sin siquiera mirarme abrió la puerta del auto y se bajo, dejándome sola.
Había sido tan mala idea dejar que Ema me vistiera que casi tenía ganas de llorar de lo incómoda que me sentía.
 Apenas llegue después de la cena con su hermano, Ema comenzó a parlotear sobre la fiesta que darían esta noche y sobre el cuidado especial que debíamos tener a la hora de elegir atuendo. Ni siquiera había escuchado la mitad de las cosas que dijo, estaba entusiasmada y gritó tanto que no interrumpí  su monólogo; eso sumado al hecho de que no tenía idea sobre moda y lo que estaba diciendo solo me llevo a escucharla mientras me duchaba y trataba de relajarme. Pero el problema vino después, cuando apenas salí de la ducha y Ema me quito la bata para ponerme un vestido tan ajustado que parecía una segunda piel. Al principio creí que estaba jugando, que solo quería que nos probáramos ropa y tonteáramos un rato, pero cuando quise sacármelo empezó a los gritos y descubrí que mientras me bañaba había tenido el valor de meter toda mi ropa de salir en una valija que estaba cerrada con candado.
Estaba loca, tan loca que me dio miedo decirle algo y solo deje que siguiera vistiéndome y peinándome. En ocasiones Ema era muy infantil y caprichosa y durante los meses en que construimos nuestra amistad había aprendido que su necesidad de que fuéramos un equipo a veces iba un poco más allá cuando juagaba a que yo fuese su muñeca personal. No me molestaba porque sabía lo suficiente y Ema jamás había tenido una amiga verdadera, por eso siempre la dejaba ser, solo que esta noche había ido un poco lejos; bastante lejos teniendo en cuenta todas las libertades que se había tomado con respecto eso de esconder mi ropa.
Para ser justa el vestido era hermoso, de color natural, con media espalda baja y de un largo decente, pero era realmente apretado y aunque había cortado el atuendo con unas botas de caña alta negras todavía me sentía muy arreglada para la ocasión; aunque solo tenía que ver a Ema, con su vestido rosa de gasa y volados, para que el sentimiento lentamente se fuera desvaneciendo.
Solo salí en busca de mi amiga cuando me sentí lista.
No me sorprendí al ver la cantidad de autos que ocupaban la cuadra. Simón y Samuel eran muy populares debido a quienes eran y al encanto personal que poseían, por eso esta sería una fiesta concurrida. Cada chico y chica que formara parte del círculo privilegiado de la Universidad estaría presente, de eso no me cabía ninguna duda. 
Ema estaba en la puerta hablando con un Simón muy sonriente.
-          ¡Y ahí viene ella! – dijo cuando me vio caminar hacia ellos – finalmente decidida a mostrarse al mundo…
-          ¿Oriel?
Los ojos turquesa de Simón se abrieron ligeramente al verme y no pase por alto la mirada que le dio a mi atuendo. Se entretuvo con mis piernas y no fue hasta que carraspeé que volvió a mirarme a los ojos.
-          Hola Simón. – sonreí.
-          Hola – sonrió de vuelta – perdona la mirada pero realmente me sorprendiste. Jamás te había visto así. Tan…
-          ¿Provocativa?
-          Esa sería una palabra pare describirlo – asintió – aunque basta con ver tu cara para que el ángel vuelva a la vida.
Puse los ojos en blanco y me acerque al grupo. La puerta estaba abierta y se podía escuchar la música sonar muy fuerte desde adentro.
-          ¿Vamos entrando? – Simón nos ofreció a cada una un brazo para escoltarnos -  La verdadera acción se da en el patio, donde solo un grupo privilegiado va a tener el placer de acceder y me encantaría que entraran conmigo.
-          ¡Claro que vamos! – Ema dio un gritito de emoción que nos hizo reír.
-          ¿Por qué en el patio? – pregunté.
-          Sam quería un sector en donde no hubiese tanto ruido y como nunca usamos el invernadero se le ocurrió que podíamos organizar un anexo ahí.
-          ¿Tienen un invernadero?
Mire a Simón sorprendida y él solo se limito a asentir sonriendo.
Nunca había estado en la casa de los chicos de nuevo después de aquella fiesta que termino en desastre y aunque ya en ese entonces me había parecido linda y espaciosa recién ahora me daba cuenta de que “espaciosa” era un adjetivo que se quedaba corto. La sala estaba llena de gente y todavía había espacio. Botellas con bebidas de colores ocupaban la mesa ratona y las repisas y la música estaba muy fuerte. Seguimos de largo para pasar por un comedor en donde había una mesa larga de roble con sillas a juego pero todo estaba desordenado porque otro grupo de personas jugaban para tomar. Pasamos por la cocina, en donde tanto la mesada como la isla estaban llenas de vasos y bebidas, y seguimos hasta salir por una puerta trasera que daba a un patio inmenso. Suspiré al ver el invernadero del que Simón hablaba. Estaba en el centro y lo habían decorado con decenas de lucecitas de navidad…
-          Esto es increíble Simón, realmente hermoso.
-          Gracias – contestó Ema en su lugar – fui yo quien les prohibió que se deshicieran del invernadero, estos dos dementes querían demolerlo.
-          Pero no lo hicimos – Simón miro a Ema y le saco la lengua – y aunque casi no lo usamos tenemos un jardinero que se ocupa de mantener lo que hay adentro.
-          Con eso Simón te quiere decir que no tiene ni idea de cuáles son las plantas que lo habitan. – Ema puso los ojos en blanco – Y la verdad chicos que esta conversación ya me aburrió, voy a buscarme algo para tomar, ya que nadie se ofreció. – los ojos celestes de Ema taladraron a Simón – Yo traigo algo Oriel, no te preocupes.
-          No Ema, eso no...
El resto de la oración quedo en la nada porque Ema ya se había ido. Lo último que vi de ella fue un pedazo del tul rosa antes de que se perdiera entre el resto de los invitados amontonados en la puerta del invernadero.
-          Sé que no vas a tomar lo que Ema te traiga – Simón se ubico delante mío - ¿Queres que te traiga limonada de la cocina?
-          ¿Qué bebida con alcohol se mezcla con limonada?
-          Ninguna – rió – pero tenemos cajas en la heladera y más en la alacena para consumo diario. Para esta noche compramos solo bebida alcohólica pero sé que vos no consumís nada de eso.
-          Sos un sol – sonreí – te  agradezco Simón y sí, acepto un poco de limonada.
-          Enseguida vuelvo.
Mire a Simón alejarse y no pude evitar pensar en lo bien que se veía esta noche. Estaba completamente vestido de negro y por eso la ropa oscura hacía buen contraste con su pelo rubio y sus ojos claros como el océano.
Muchas veces me había preguntado si sentía algo por Simón, incluso me había esforzado por sentirlo porque en ocasiones me parecía percibir que él estaba interesado en mí y durante los meses que compartimos juntos no solo descubrimos que teníamos los mismos gustos sino que había encontrado en él una persona increíblemente buena y generosa, pero aún en este momento, viéndolo tan hermoso y queriéndolo tanto, no podía mentirme porque no sentía nada. Absolutamente nada que no pudiese compararse con el cariño que le tenía a Ema.
Lástima, sentir algo por Simón hubiese sido tan sencillo…
-          ¿Oriel?
Se me puso la piel de gallina y el corazón se me detuvo solo de oír su voz.
Lentamente voltee y no pude evitar ponerme colorada al ver los ojos grises de Samuel clavados en los míos.
-          Hola Samuel – sonreí. Tenía que calmarme, no podía dejar que el hermano de mi mejor amiga de a momentos me pusiera así de nerviosa. - ¿Cómo estás?
-          Estaba bien hasta que te vi – apretó la mandíbula y pude notar como los músculos de sus brazos se tensaban - ¿Qué haces acá?, así vestida…
-          Creí que estaba invitada – me encogí de hombros – y sobre la ropa me la presto Ema. Bueno, más bien me obligo a usarla.
-          Voy a matarla, juro que cuando la vea voy a matarla. Vamos.
Sorprendiéndome, Samuel me tomo de la mano y me llevo con él hacía adentro.
-          ¿A dónde vamos?
-          A buscarte algo para ponerte sobre ese vestido – me miro de reojo – y preferentemente que sea largo. Esas botas solo resaltan más el largo de tus piernas
Samuel siempre se había comportado protector conmigo y desde su primer comentario, aún antes de que profundizáramos nuestra relación, sobre mi uniforme de trabajo había entendido que la ropa era muy importante para él, pero eso no justificaba que se comportara así y sabía cómo detenerlo. Lo había estado haciendo durante las últimas semanas, conocía el proceso.
-          Estas exagerando. – me detuve y lo obligué a detenerse. Ya estábamos en el segundo piso y por suerte no había nadie que presenciara la escena – Se que esta ropa no es mi estilo y es bastante provocativa, pero es solo por esta noche y para complacer a Ema, no es nada.
-          Si es – sus ojos grises me recorrieron de pies a cabeza – no voy a poder estar cuidándote todo el tiempo y creeme cuando te digo que vestida así vas a necesitar tenerme cerca.
-          ¡¿Para qué?!, ¿Para qué alejes a cada chico que quiera acercarse a hablarme? – puse los ojos en blanco – por favor Samuel, puedo cuidarme sola y en definitiva no estaría mal que intentara socializar un poco, es tiempo de que empiece a ampliar mi circulo, no puedo estar siempre dependiendo de ustedes.
Y lo decía enserio. Si no estaba con Ema, pasaba tiempo con Simón y si no era él era Samuel a quien tenía cerca. No podía limitarme a relacionarme con tres personas que, encima, tenían mucha más historia juntos de la que yo jamás compartiría con ellos. Ni siquiera había hablado con Max en la última semana y hacía tiempo que nuestras sesiones de estudio solo se habían limitado a eso, estudio.
-          Y una mierda – la voz dura de Samuel me devolvió a la realidad. Estaba enojado pero ¿Por qué?, no había hecho nada malo.
-          ¿Qué te pasa?, ¿Por qué te pones así?
-          Porque con nosotros estás bien, no necesitas a nadie más. Conmigo es suficiente.
“Conmigo”…
Y entonces lo entendí. 

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